lunes, 18 de abril de 2011

La política de empleo es lo que importa

Antón Saracíbar


LA POLÍTICA DE EMPLEO ES LO QUE IMPORTA
La política seguida por el gobierno para combatir la crisis económica, y su repercusión negativa en las encuestas, ha sido determinante en la decisión de Zapatero de renunciar a presentarse como candidato del PSOE en las próximas elecciones generales previstas para el próximo año (resulta poco creíble que diga que ya lo había decidido con antelación).
La decisión tomada no significa que el PSOE recupere automáticamente espacio electoral, tanto en las elecciones de mayo como en las futuras elecciones generales (el último cambio de gobierno, a pesar de las expectativas suscitadas, no consiguió mejorar las encuestas); sin embargo, resulta evidente que se abren nuevas posibilidades ante la pobre imagen del candidato del principal partido de la oposición. Tampoco significa que el debate político abandone la lucha partidaria, a no ser que en las primarias se presente sólo un único candidato (Rubalcaba podría ser lo más razonable, como alternativa transitoria), lo que facilitaría adentrarse en el terreno de las propuestas una vez resuelta la incógnita de la presentación de Zapatero a las elecciones generales. En todo caso, no podemos olvidar que, finalmente, el PSOE deberá celebrar su congreso ordinario después de celebradas las elecciones generales (marzo del año que viene) para elegir a su nuevo secretario general, que difícilmente será Zapatero si se repite la experiencia de unificar la figura del candidato con la secretaría general del partido.

A pesar de esta dinámica partidaria, lo importante en la situación actual no son las personas; lo importante es el debate sobre la política que se ha seguido hasta ahora (autocrítica) y la que se va a desarrollar de aquí en adelante (por el momento el comité federal del PSOE no se ha pronunciado en este sentido). 

El electorado no perdona que un partido de izquierdas- sin contrapartidas para los que están sufriendo las consecuencias más severas de la crisis- ponga en práctica (aunque sea presionado por la UE y los mercados) políticas neoliberales- renunciando a las ideas socialdemócratas- en contradicción con su ideología: reforma laboral (desregula y abarata el despido), contestada por los sindicatos con una huelga general; reducción de las retribuciones de los funcionarios; congelación de las pensiones actuales; recorte de las pensiones futuras y de prestaciones sociales; y fuerte caída de la inversión pública en diversos capítulos presupuestarios, entre otras medidas. Todo ello sin ningún resultado positivo para el empleo y la contratación indefinida, como se está demostrando, a pesar de que el empleo es lo que ha justificado la actual política de reformas exigidas por la UE, como se contempla en la exposición de motivos de la reforma laboral. Estas políticas, además, se han puesto en práctica de una manera indiscriminada y sin tener en cuenta, en nuestro caso, que el desempleo duplica la media de la UE y que, por lo tanto, resultan contraproducentes para el crecimiento y el empleo. La reciente subida de los tipos de interés por el Banco Central Europeo complicará aún más las cosas y retrasará la salida de la crisis por sus efectos negativos sobre el crecimiento.

Efectivamente, los últimos datos de paro registrado en las oficinas de empleo en el mes de marzo (4,3 millones de desempleados) y los de la última EPA (4,7 millones) han alcanzado cotas desconocidas en democracia, lo que agudiza el problema social que está suscitando la crisis. En términos políticos, la situación afecta muy negativamente al gobierno porque los ciudadanos no van a visualizar la salida de la crisis si no es a través de la creación de empleo y éste sólo se producirá con una economía que crezca por encima del 2 % y que tire de la demanda, como así lo reconoce hasta el propio Banco de España. Por lo tanto, el desempleo no se va a reducir antes de las próximas elecciones generales; entre otras razones, porque con esta política económica resulta imposible a corto y medio plazo hacerlo de manera significativa, como se reconoce en las últimas previsiones del gobierno socialista (el crecimiento alcanzará el 1,3% del PIB y el desempleo el 19,8% en el presente año).

Ante esta situación, la pregunta que se hacen muchos ciudadanos es: Qué política económica defenderá el PSOE en las próximas elecciones generales ¿Será continuista, o entrará en contradicción con la política actual? Ese es el debate.

En cualquier caso, los ciudadanos no aceptan el argumento que se esgrime con frecuencia de que la derecha política (PP) aplicará un ajuste más duro; eso importa poco a los electores porque no esperan otra cosa del PP. Tampoco la experiencia de Cameron en Inglaterra, por las mismas razones, se tendrá suficientemente en cuenta, a pesar de que puede reflejar exactamente lo que ocurra si finalmente gobierna el PP.

En todo caso, en las circunstancias actuales lo primero que debe hacer una política de empleo es resolver a corto plazo el problema que representa la falta de crédito a familias y empresas. Por lo tanto, la reforma del sector financiero (no afecta sólo a las cajas de ahorro) resulta urgente y esa es una competencia del gobierno… y del Banco de España que se ha mostrado inoperante hasta el momento. Efectivamente, el conjunto del sector financiero se ha visto impactado en negativo por el inmovilizado del ladrillo (en manos de los bancos y cajas de ahorro en buena medida), que se ha producido después de años de crédito fácil, barato y especulativo. Para resolver este problema, la vivienda debe todavía bajar más y para ello hay que exigir a los bancos que provisionen en función de su morosidad real para que el mercado se muestre más activo en la venta de terrenos e inmuebles, al comprobar los bancos que les resulta más rentable deshacer sus posiciones que mantener las inversiones fallidas en sus balances. En todo caso, el gobierno debe explorar todas las alternativas posibles para acelerar la venta de inmuebles o, en su caso, potenciar el alquiler, lo que además redundará en una política de vivienda más eficaz para los jóvenes.

Otro asunto olvidado se refiere a la política fiscal por su fuerte repercusión en la inversión pública y el empleo. Hasta ahora no se ha llevado a cabo ningún guiño hacia la izquierda en fiscalidad que equilibre el reparto del costo de la crisis. El gobierno debe considerar la progresividad fiscal exigiendo un mayor esfuerzo a los que más tienen y a los que más dinero ganan (los bancos siguen repartiendo altos dividendos en medio de la crisis). La lucha contra el fraude fiscal debe ir más lejos de lo que pretende el gobierno con la campaña encaminada a erradicar la economía sumergida. Debemos recordar que las cantidades que se barajan por los técnicos del ministerio de hacienda (GESTHA) sobre fraude fiscal son impresionantes: 23,3% del PIB, lo que representa unos 245.000 millones de euros anuales, 10 puntos por encima de los países de nuestro entorno (la recaudación por la aplicación de medidas eficaces para atajar la economía sumergida, ya permitiría ingresar en torno a 38.500 millones de euros). Sólo falta voluntad política para abordar este problema. Además, ello debe ser compatible con la recuperación de impuestos (patrimonio) y la erradicación de los paraísos fiscales, el freno a los abusos de las agencias de calificación de riesgo, y el impuesto a las transacciones financieras en el marco de la globalización.

También hay que impulsar la reforma de las políticas activas de empleo y hacer que las oficinas públicas de empleo operen en términos reales en la intermediación del mercado de trabajo, no sólo como simples pagadores de la prestación por desempleo. En este sentido, hay que impulsar la intermediación y la coordinación de las oficinas públicas de empleo en la búsqueda de nuevos yacimientos de empleo: por ejemplo los relacionados con las personas dependientes, la educación infantil, y los empleos verdes (medioambientales) que nos sitúen cerca de los países más avanzados de la UE.

Finalmente, una política de empleo debe abordar el cambio de nuestro modelo productivo a medio y largo plazo y en este sentido tenemos que trabajar con urgencia por su comprobada influencia en una economía sostenible. En nuestro país tenemos ejemplos sobrados de territorios con comportamientos diferenciados en relación con el modelo productivo (País Vasco y Navarra en torno al 11% de desempleo y una economía diversificada y por otra parte Andalucía y Canarias, por encima del 28%, con una economía muy dependiente del turismo, la construcción y el sector servicios). Esto se repite también si comparamos a España con otros países de la UE. Por eso hay que diversificar la economía y apostar por la educación, la investigación, la innovación, y la tecnología, así como por productos de gran valor añadido y sectores emergentes: Energías renovables, medio ambiente, coche eléctrico, alta velocidad, rehabilitación de inmuebles… si queremos ser competitivos en un mundo globalizado. 

Tenemos un problema grave con el desempleo. Por eso no podemos perder el tiempo en debates partidarios, aunque éstos sean importantes. Lo que verdaderamente transciende a la opinión pública es la política que se realice con el propósito de salir rápidamente de la crisis. Lo ciudadanos exigen también una política más justa y redistributiva que supere las desigualdades sociales y evite el avance de la pobreza. En este sentido esperan una mayor eficacia en la creación de empleo, lo que resulta fundamental, sobre todo para los jóvenes (42% de desempleo) que no tienen ninguna expectativa de futuro, como no sea la emigración a otros países. Hasta ahora no han tenido más respuesta que conceptos que se repiten sistemáticamente: eliminar (derechos), reformar, recortar, ajustar, rebajar… para contentar a los mercados. Resulta extraño que en estos momentos no se abra un debate nacional sobre las políticas que nos ayuden a crear empleo, evitando así el despilfarro de tener a miles y miles de jóvenes en paro- que además muchos son parados de larga duración y no tienen prestación por desempleo -con el consiguiente problema social que ello genera. También extraña que los más perjudicados por la crisis no protesten mostrando su indignación en la actual situación, aunque todo indica que algo se está moviendo en el seno de la UE. 

A pesar de lo dramático que resultan los datos del paro, el poder institucional- con escaso contacto con la realidad social, como se ha podido comprobar en el parlamento europeo en el debate sobre los desplazamientos aéreos en clase preferente, o en las declaraciones del ministro de trabajo pidiendo moderación salarial para los próximos 10 años, sin mención expresa a las desorbitadas retribuciones de los altos ejecutivos - sigue más preocupado por el déficit y la deuda pública, y por cómo reducir el diferencial que nos separa de la deuda alemana, sin analizar las consecuencias que tiene la brutal política de ajuste de la UE para el empleo. La realidad es muy tozuda y todo indica que el gobierno ha perdido la iniciativa y, lo que es más grave, da la sensación- sin apoyos en la UE- que ha dado por perdida la batalla por el empleo. Ello puede explicar lo que está ocurriendo y dota de contenido al eslogan: “Otra política es posible”.
Antón Saracíbar

domingo, 10 de abril de 2011

Apostar el planeta


Joseph Stiglitz*


DUBAI - Las consecuencias del terremoto de Japón - especialmente la actual crisis en la central nuclear de Fukushima – traen recuerdos sombríos para los observadores de la crisis financiera estadounidense que precipitó la Gran Recesión. Ambos acontecimientos ofrecen duras lecciones sobre los riesgos y sobre lo mal que pueden manejarlos los mercados y las sociedades.

Naturalmente, en cierto sentido no hay comparación entre la tragedia provocada por el terremoto - que ha dejado más de 25,000 personas muertas o desaparecidas - y la crisis financiera, a la que no se puede atribuir un sufrimiento físico tan agudo. Pero cuando se trata de la fusión del reactor nuclear en Fukushima, los dos acontecimientos tienen algo en común.
Los expertos tanto de la industria nuclear como de las finanzas nos aseguraron que la nueva tecnología había eliminado prácticamente el riesgo de una catástrofe. Los hechos demostraron que estaban equivocados: no sólo existían los riesgos, sino que sus consecuencias fueron tan grandes que eliminaron fácilmente todos los supuestos beneficios de los sistemas que los líderes de la industria promovían.
Antes de la Gran Recesión, los gurús económicos de los Estados Unidos - desde el director de la Reserva Federal hasta los gigantes de las finanzas - se jactaban de que habíamos aprendido a dominar los riesgos. Mediante instrumentos financieros innovadores como los derivados y los swaps de incumplimiento crediticio se había logrado distribuir el riesgo en toda la economía. Ahora sabemos que no sólo engañaron al resto de la sociedad, sino que incluso se engañaron ellos mismos.
Resultó que estos magos de las finanzas no entendieron las complejidades del riesgo, por no hablar de los peligros que plantean las "distribuciones de cola ancha" –un término estadístico que se refiere a situaciones raras que tienen consecuencias enormes, y a las que a veces se llama "cisnes negros". Eventos que supuestamente suceden una vez en un siglo - o incluso una vez en la vida del universo - parecían ocurrir cada diez años. Peor aún, no sólo se subestimó enormemente la frecuencia de estos acontecimientos, sino también el daño desmesurado que causarían – más o menos como las fusiones que siguen agobiando a la industria nuclear.
Las investigaciones económicas y psicológicas nos ayudan a entender por qué gestionamos tan mal estos riesgos. Tenemos pocas bases empíricas para juzgar los acontecimientos raros, por lo que es difícil hacer estimaciones acertadas. En tales circunstancias, no sólo empezamos a pensar lo que queremos, sino que puede ser que tengamos pocos incentivos para pensar en absoluto. Por el contrario, cuando los demás cargan con los costos de los errores, los incentivos favorecen el autoengaño. Un sistema que socializa las pérdidas y privatiza las ganancias está condenado a gestionar mal el riesgo.
En efecto, todo el sector financiero estaba plagado de problemas con las agencias y las externalidades. Las agencias de calificación tenían incentivos para dar buenas calificaciones a los títulos de alto riesgo que producían los bancos de inversión que les pagaban. Los creadores de las hipotecas no cargaban con las consecuencias de su irresponsabilidad, e incluso quienes se dedicaron a dar préstamos abusivos o crearon y comercializaron valores diseñados para perder, lo hicieron de manera que quedaron protegidos de acusaciones civiles y penales.
Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿están a punto de ocurrir otros "cisnes negros"? Desafortunadamente, es probable que algunos de los riesgos realmente grandes a los que nos enfrentamos hoy en día ni siquiera sean eventos raros. Lo bueno es que esos riesgos se pueden controlar con poco o ningún costo. Lo malo es que hay una fuerte oposición política para hacerlo, porque hay personas que se benefician del statu quo.
En los últimos años hemos visto dos de los grandes riesgos, pero hemos hecho poco para controlarlos. Según algunas personas, la forma en que se manejó la última crisis puede haber aumentado el riesgo de un colapso financiero en el futuro.
Los bancos demasiado grandes para quebrar y los mercados en los que participan saben ahora que pueden esperar rescates si tienen problemas. Como resultado de este "riesgo moral", esos bancos pueden pedir créditos en condiciones favorables, lo que les da una ventaja competitiva que no se basa en un rendimiento superior, sino en la fuerza política. Si bien se han frenado algunos de los excesos que se cometían al asumir riesgos, los préstamos abusivos y las operaciones no reguladas de oscuros derivados extrabursátiles continúan. Las estructuras de incentivos que fomentan la toma de riesgos excesivos se mantienen prácticamente sin ningún cambio.
De la misma forma, mientras que Alemania ha cerrado sus reactores nucleares más viejos, en los Estados Unidos y otros lugares incluso las plantas que tienen los mismos defectos de diseño que la de Fukushima siguen operando. La existencia misma de la industria nuclear depende de subsidios públicos ocultos – los costos que paga la sociedad en caso de desastres nucleares, así como los costos de la eliminación de los residuos radiactivos que aún no se aborda. ¡Viva el capitalismo sin restricciones!
Para el planeta hay un riesgo adicional que, al igual que los otros dos, es casi una certeza: el calentamiento global y el cambio climático. Si hubiera otros planetas a los que pudiéramos irnos a bajo costo en el caso de que ocurriera el resultado casi seguro que prevén los científicos, se podría argumentar que se trata de un riesgo que vale la pena tomar. Pero no los hay, por lo que no lo es.
Los costos de reducir las emisiones palidecen en comparación con los posibles riesgos a que se enfrenta el mundo. Y eso se aplica incluso si descartamos la opción nuclear (cuyos costos siempre se subestimaron). Ciertamente las industrias del carbón y del petróleo resultarían perjudicadas, y obviamente los países que son los grandes contaminadores - como los Estados Unidos -  pagarían un precio más alto que los que tienen un estilo de vida menos derrochador.
A final de cuentas, quienes apuestan en Las Vegas pierden más de lo que ganan. Como sociedad, estamos apostando - con nuestros grandes bancos, con nuestras instalaciones de energía nuclear, con nuestro planeta. Al igual que en Las Vegas, los pocos afortunados - los banqueros que ponen en peligro nuestra economía y los propietarios de las empresas de energía que ponen en riesgo nuestro planeta - pueden ganar mucho dinero. Pero en promedio, y casi con seguridad, nosotros como sociedad, al igual que todos los jugadores, vamos a perder.
Por desgracia, esa es una lección que se desprende del desastre de Japón que seguimos ignorando por nuestra cuenta y riesgo.
*Joseph E. Stiglitz es catedrático de la Universidad de Columbia y ha sido galardonado con el Premio Nobel de Economía. Su libro más reciente esFreefall: Free Markets and the Sinking of the Global Economy, que ahora está disponible en francés, alemán, japonés y español.

jueves, 7 de abril de 2011

Hacia el poder ciudadano

Carlos Martínez- Presidente de Attac España

El poder ciudadano, es lo único que puede hacer cambiar la solución neoliberal a la crisis económica y social que vivimos y sufrimos. La terapia de shock que se nos está aplicando en la vieja Europa, en el estado español, así como por medio del alarmante Pacto del Euro, que se nos viene encima cual una losa, que entiendo solo puede ser parado o reconducido, si la ciudadanía toma conciencia de su poder.

La Unión Europea, gracias a su opaca gobernanza, está imponiendo cada vez más recortes sociales y privatizaciones de sectores y servicios públicos. Estamos viviendo un proceso de destrucción del estado, una especie de anarquismo derechista y ultra liberal de una virulencia nunca vista desde finales del siglo XIX.
Europa que actualmente solo puede ofrecer al mundo su estado social, está aplicándose con denuedo en destruirlo. Europa que se presenta como paradigma de la democracia en el mundo, es realidad una especie de gran empresa privada sometida al poder de los grandes consejos de administración de bancos y transnacionales. La Unión Europea, tiene un Parlamento sin competencias y un ejecutivo que es el legislativo a la vez. En Europa no existe una libertad de prensa real, pues todos los grandes medios son propiedad de empresas y bancos e informan o más bien desinforman según sus intereses.
El único reducto de libertad informativa que queda, la red, está cada vez más controlada y mediatizada.
Los gobiernos europeos empezando por el español, han encontrado la excusa perfecta, cuando se trata de imponer sus medidas más impopulares y es que la UE les obliga, cuando la realidad es que las decisiones las toman los gobiernos, todos ellos a través del Consejo Europeo y de un Colegio de Comisarios, que los mismos gobiernos nombran, mediante un reparto por Estados, que deja en evidencia aún más el deseo de zafarse de los gobiernos cuando éstos, los y las comisarías imponen sus medidas siempre restrictivas, siempre privatizadoras, siempre a favor de los poderosos.
Pretendemos dar lecciones al resto del mundo, cuando uno de los estados con una historia de la más rica del continente y cuna del humanismo occidental, lo gobierna un bufón multimillonario y fascistón. Cuando varios países europeos aún se rigen por los restos del medioevo, mediante monarquías hereditarias, conservadoras y que a pesar del bulo de que reinan pero no gobiernan participan en el control del mundo a través de estructuras opacas y antidemocráticas como el club Bildelberg.
Europa es el paradigma de la Dictadura de los Mercados. En el reino de España, el poder de la banca y de ciertos banqueros les lleva incluso a dictar la política y decir lo que es bueno o no para su España, pues de ellos es. El poder antidemocrático de la Banca en el Estado Español esta consolidado desde mediados del siglo XIX y gobierne quien gobierne, la oligarquía financiera española extiende sus tentáculos e influencia y soporta o no regimenes y gobiernos según sus intereses.
Solo un intento de ventilar este aire enrarecido de incienso, oro, plutocracia rentista y estiércol de cuadras reales, durante la II República Española, fue ahogado en sangre, años del hambre, pan y fútbol.
Pero el 14 de abril de 1931 nos dejó un legado de ideas laicas, democráticas e igualitarias que hay que rescatar. Un discurso tan inteligente como populista que todo el mundo entendía y hay que recuperar y sobre todo una convicción de ser ciudadanas y ciudadanos, no súbditos. Fue el momento de oro de la Soberanía Popular.
Así pues entiendo que para construir la alternativa social a la crisis que el nefasto capitalismo, versión casino neoliberal, que los ricos y poderosos nos han impuesto, es imprescindible construir la alternativa democrática y nos queda muy poco tiempo para ello.
Están surgiendo de forma espontánea llamamientos cívicos y populares. Hay mucha gente cabreada, buscando algo. La solución no es aupar a la derechona, ni hacer caso de los parafascistas y autoritarios de “Intereconomía” etc. etc. No, la solución es que las ciudadanas y los ciudadanos seamos conscientes de nuestro poder y reclamemos el fin de los recortes sociales; que la crisis la paguen los que la han generado y el fin de la dictadura de los mercados.
Nuestro país de países, ha sido maltratado por una destructiva burbuja inmobiliaria que generó un empleo falso y temporal, ahora destruido con la misma facilidad que se creó. Tan mal tratado como nuestras costas. Ahora los bancos y los financieros que causaron tanto maltrato ambiental, que provocaron tanta corrupción política y social, tratan no solo de seguir imponiendo su voluntad, sino que paguemos nosotros sus pérdidas de juego, su bancarrota de casino. Nos están robando la cartera, mientras miramos la tele o pensamos que aún vivimos en un mundo rico y feliz.
Toda esta situación solo la puede invertir la ciudadanía consciente de su poder y deseosa de vivir con sencillez y felicidad, con frugalidad y dignidad, con amor y tranquilidad, pero para ello, antes debemos dejar de ser súbditos y volver a ser ciudadanas y ciudadanos. Construir el Poder Ciudadano, ese es ahora en mi opinión el principal objetivo