miércoles, 23 de febrero de 2011

Mesas de convergencia: Juan Torres



Las Mesas de Convergencia Ciudadana
JOSÉ MANUEL NAREDO

Podrá establecerse una base amplia de “mesas de convergencia ciudadana” que active la participación social en la toma de decisiones? Es lo que pretende el llamamiento y el masivo encuentro fundacional celebrado el pasado 19 de febrero en Madrid. No es un propósito elitista lo que mueve esta iniciativa, sino el de hacer “mesas ciudadanas en todos los barrios”. Se cuenta para ello con el apoyo de especialistas en participación social y en trabajos en red, no de líderes mediáticos. Confundir esta iniciativa con clubes o coordinadoras de partidos y cargarla de etiquetas manidas que ahuyenten a buena parte de la ciudadanía convocada es el peor favor que se le puede hacer. El interés de la misma pasa por romper los moldes habituales de hacer política desde arriba para abrir nuevos cauces desde abajo. Este empeño de ensanchar la participación –que debería ser tarea habitual de un Estado verdaderamente democrático– surge espoleado por las graves carencias actuales. Dos razones justifican sobre todo la llamada a constituir una red que trabaje a favor de una ciudadanía activa que vele por la defensa de sus derechos y de su calidad de vida.

Una, que la mayoría de la gente se encuentra indefensa ante una serie de medidas que, con el pretexto de la crisis, apuntan a recortar de forma duradera sus derechos y sus ingresos en beneficio de los privilegiados, a aumentar sus impuestos y a deteriorar su entorno ecológico y social. La discrecionalidad del Gobierno rompiendo sus propias promesas lo ha despojado de la autoridad que le confería el electorado sin que la ciudadanía disponga de cauces para reaccionar. La constitución de esta red, como instrumento y parte de una ciudadanía activa, trata de paliar la actual falta de cauces de mediación política que le permitan expresarse e intervenir más allá de las campañas electorales orquestadas cada cuatro años. Se trata, en suma, de revitalizar la implicación ciudadana en los asuntos públicos como contrapeso al poder político-empresarial que hoy decide al margen de la población.
La otra razón estriba en las enormes posibilidades de comunicación e intercambio en red que brindan los nuevos medios informáticos. Se trata de aprovechar estas posibilidades para tejer una red ciudadana capaz de aglutinar personas y entidades con metas más elevadas que las de la búsqueda de poder y de dinero que hoy parasitan la vida política. Plantearlo es el primer paso para conseguirlo.

José Manuel Naredo es Economista y estadístic

martes, 22 de febrero de 2011

El discurso económico al servicio del poder

José Manuel Naredo 

A estas alturas de la crisis aflora la noticia de que el Fondo Monetario Internacional, con Rato a la cabeza y 1.200 economistas más, no advirtieron de su llegada. ¡Vaya novedad! Parece que no nos hemos enterado todavía de que los servicios de estudio gubernamentales o de los grandes grupos empresariales tratan más bien de ocultar y edulcorar -no de identificar y subrayar- los problemas de la gestión económica. Y, en la medida en la que la función apologética hacia el statu quo capitalista de esos servicios de estudio se impone, su capacidad de interpretación y predicción se desvanece.
Para cumplir la función apologética antes mencionada se elabora un discurso económico equívoco, orientado a soslayar los principales problemas y a alimentar el conformismo. Por ejemplo, en España el lenguaje económico correcto negaba que existiera una burbuja inmobiliaria y vaticinaba, todo lo más, un “aterrizaje suave”. La predicción del “aterrizaje suave” fue todavía reiterada en 2006 por Botín, cuando hacía años que decaía la inversión extranjera en inmuebles, cuando el propio Banco Santander se había desprendido oportunamente de los suyos y cuando los empresarios más avezados del ladrillo “diversificaban” sus inversiones y vendían sus empresas, anticipando la magnitud del naufragio.
En este contexto encajan las insolventes previsiones de Solbes, las de Salgado… o las de Rato. Son el precio de haber cumplido bien su papel de soslayar los enormes desequilibrios y riesgos de las economías estadounidense y española que alimentaron la crisis, de minimizarla después y de atribuirla a causas ajenas.
La información de Wikileaks desvela el divorcio entre los diagnósticos oficiales y las confesiones privadas sobre la crisis de los más altos responsables financieros estadounidenses y británicos: en el verano de 2007 reconocían ya privadamente que estábamos ante una grave crisis bancaria de insolvencia, mientras que declaraban que se trataba sólo de una crisis pasajera de liquidez. Creo que no es tanto la competencia o incompetencia, como la censura implícita existente, la que separa hoy el discurso económico del poder divulgado por los media, de la opinión tanto más crítica y acertada como comúnmente silenciada de los analistas independientes.
Artículo Publicado en Público

sábado, 19 de febrero de 2011

La privatización de los ejércitos



ImageEligio Hernández.- El fundamentalismo neoliberal, que nadie ha elegido ni controla,   ha tomado el poder de los Estados, a los que ha invadido en toda regla, sin armas ni bombas. La política económica de los Estados está totalmente controlada  por el  FMI  y sus sabuesos ultraliberales, cuyo objetivo es acabar definitivamente con el Estado del Bienestar creado por la socialdemocracia, a la que han aniquilado sin resistencia, la destrucción de la clase media, de los sindicatos , la eliminación del contenido social de los Estados, tanto a nivel de prestaciones sociales, como a nivel de derechos económicos y laborales, la privatización total de la educación, sanidad, servicios públicos, suelo, energía, agua, y de otras fuentes públicas de riqueza, todo ello a través de un descomunal plan de ajuste neoliberal, que afecta principalmente a los más desfavorecidos, por los mercados, actuales gobiernos de facto en todos los países europeos.
Sólo falta que privaticen a los Ejércitos, como ya se ha iniciado por los Estado Unidos, privando así a los Estados de la columna vertebral que les permite navegar sin hundirse en aguas procelosas. Como dijo Ortega y Gasset “debe un pueblo sentir su honor vinculado a su ejército, no por ser el instrumento con que puede castigar las ofensas que otra nación le infiera: éste es un honor externo, vano, hacia afuera. Lo importante es que el pueblo advierta que el grado de perfección de su ejército mide con pasmosa exactitud los quilates de la moralidad y vitalidad nacionales. Raza que no se siente ante sí misma deshonrada por la incompetencia y desmoralización de su organismo guerrero, es que se halla profundamente enferma e incapaz de agarrarse al planeta”. En la misma obra razona: "medítese un poco sobre la cantidad de fervores, de altísimas virtudes, de genialidad, de vital energía que es preciso acumular para poner en pie un buen ejército. ¿Cómo negarse a ver en ello una de las creaciones más maravillosas de la espiritualidad humana? La fuerza de las armas no es fuerza bruta, sino fuerza espiritual". Muchas veces se olvida, como señaló Bedell Smith que: “raramente ha sido capaz la diplomacia de ganar en la mesa de conferencias lo que no ha podido ser ganado conservado en el campo de batalla”.Sin Ejércitos la humanidad está advocada a la barbarie.

La desnaturalización de los Ejércitos ya empezó con la eliminación por los gobiernos conservadores del servicio militar obligatorio, institucionalizando un Ejercito  profesional integrado mayoritariamente por soldados pertenecientes a  las clases sociales depauperadas, en busca de un puesto de trabajo que les niega el mercado o de un permiso de residencia en los Estados Unidos, y desvirtuando la noble vocación militar y el  sublime sentimiento del patriotismo que justifica y dignifica a los Ejércitos. El fin último del totalitarismo del mercado es privatizar los Ejércitos para ponerlos al servicio de sus intereses, y no al servicio de sus Patrias, sin el cual carecen de sentido. Un ejército sin virtudes militares, sin honor, sin héroes, sin valor, se convierte en una banda de mercenarios, cuando no de asesinos a sueldo. Entonces el Gran Hermano orweliano del mercado habrá destruido a los Estados y sometido a los pueblos a nuevas formas de esclavitud, si no lo remedia la inaplazable reconstrucción de un nuevo socialismo global que sustituya a una izquierda testimonial dividida, políticamente profesionalizada, y a un sindicalismo multifraccionado y burocratizado, que pierden el tiempo con discusiones bizantinas acerca de si son galgos o podencos, y se conforman con la migajas que les da el poder económico, abandonando a su suerte a los pobres del mundo.
Publicado en San Borondón 11-12-2010

lunes, 14 de febrero de 2011

La calidad de las universidades y los milagros

Daniel Peña*

La crisis económica y la necesidad de avanzar hacia un nuevo modelo económico basado en el conocimiento han estimulado un interés creciente por la calidad de nuestras Universidades y su situación relativa (ranking) respecto a las de otros países. La sociedad española parece haber descubierto con sorpresa que sus Universidades no aparecen en lugares destacados en los rankings internacionales. ¿Cómo podría ser de otro modo? Cualquier ranking muestra que la posición relativa depende mucho de los recursos disponibles.
Por ejemplo, los rankings están encabezados por las prestigiosas Universidades investigadoras de Estados Unidos, como Harvard, MIT o Princeton, que tienen un presupuesto de alrededor de 150.000 euros por estudiante y año. En Europa destacan Oxford y Cambridge, con un presupuesto de unos 50.000 euros. A continuación, se encuentran las buenas Universidades públicas continentales, como Leiden en Holanda, Pierre et Marie Curie en Francia o Heilderberg en Alemania, con un presupuesto promedio de unos 20.000 euros. Junto a ellas se sitúan ya las mejores Universidades de los países emergentes, como Corea del Sur, Singapur, Brasil o China, con presupuestos algo más altos que las europeas, de unos 25.000 euros. Las españolas aparecen a la cola de los países desarrollados, con un presupuesto promedio algo menor de los 10.000 euros por estudiante y año. ¿No sería un milagro que pudieran competir de forma efectiva con las mejores Universidades del mundo? ¿Podemos tener Universidades de excelencia con recursos de país subdesarrollado?
Puede argumentarse que la financiación no determina los resultados, que dependen mucho de la eficacia y eficiencia en el uso de los recursos. En particular, la forma de gobernanza y la endogamia se citan como factores negativos de nuestro sistema. Es cierto que hay mucho que mejorar en la eficiencia de nuestras Universidades y en su cultura de rendición de cuentas, pero no aspiremos con medidas legislativas a multiplicar los panes y los peces: es imposible que nuestras mejores Universidades ocupen puestos destacados en los rankings internacionales si carecen de recursos para competir en un mundo globalizado. Es como aspirar a que con mejores camisetas un equipo de fútbol con ingresos de Tercera División gane la Champions, y no un año, sino habitualmente.
Los problemas económicos de las Universidades españolas no van a resolverse subiendo las tasas académicas. Las Universidades líderes en los rankings son siempre instituciones sin ánimo de lucro, que reciben fondos, sin esperar dividendos, que invierten en docencia e investigación de excelencia. Existe la falsa idea de que las prestigiosas Universidades privadas de Estados Unidos se financian con las tasas de los estudiantes, que son una pequeña fracción de su presupuesto. Por ejemplo, la Universidad de Princeton obtiene el 20% de sus ingresos de las tasas, proporción similar al de las Universidades públicas españolas. Sus recursos provienen de subvenciones, públicas y privadas, dirigidas principalmente a financiar su investigación. En España debemos asignar más recursos públicos y, sobre todo, hacer depender los recursos de los resultados para que, como en el norte de Europa y Norteamérica, pero también en Brasil, Corea o China, las instituciones más prestigiosas dispongan siempre de mayores ingresos.
La financiación de una Universidad en España depende poco de su calidad y mucho de su localización. La partida principal de su presupuesto, entre el 40% y el 75%, es la transferencia de la comunidad autónoma, que, en 2008, fue en promedio de 5.864 euros por estudiante. Pero esta cantidad oscila desde los 8.354 euros en Navarra a los 3.893 en Extremadura. Además, los recursos recibidos no dependen de la riqueza relativa de la comunidad: algunas hacen un gran esfuerzo por sus Universidades públicas con relación a su PIB, como Castilla-La Mancha o Valencia, mientras que otras tienen otras prioridades, como Madrid o Baleares (véase La Universidad española en cifras, 2008). Aunque en teoría muchas comunidades asignan recursos en función de los resultados, en la práctica, las Universidades de la misma comunidad reciben recursos similares. La consecuencia es una falta de relación entre calidad y recursos públicos recibidos por las Universidades.
Consciente de esta grave deficiencia de nuestro sistema universitario, el Gobierno ha tenido la oportuna iniciativa de establecer el programa de Campus de Excelencia Internacional (CEI) para asignar recursos adicionales a las mejores Universidades. Está inspirado en los programas ya implantados con éxito en Alemania y Francia, cuyos Gobiernos han dedicado importantes recursos a este objetivo: unos 1.900 millones de euros en Alemania y 5.000 millones en Francia. En España la convocatoria CEI 2010 cuenta con un presupuesto conjunto del MEC y del MICINN de unos 240 millones de euros, de los que cerca del 90% son préstamos reembolsables. Esto implica que en Francia o Alemania las Universidades seleccionadas han obtenido subvenciones de hasta 600 millones de euros, mientras que en España pueden recibir un crédito de menos del 5% de esta cantidad, que deberán, además, devolver en el futuro. Con estos exiguos recursos el programa CEI aspira a situar nuestras Universidades entre las mejores de Europa. ¿No sería un prodigioso milagro?
*Daniel Peña es rector de la Universidad Carlos III de Madrid
Publicado en El País    14-02-2011

domingo, 13 de febrero de 2011

¡Indignaos!

¡Indignaos!

Ignacio Ramonet
País: Francia, Global
Tema: Ideología

Tiene 93 años. Se llama Stéphane Hessel. Y la historia de su vida es una fabulosa novela. Lo era ya, en cierto modo, antes mismo de que naciera. Algunos quizás recuerden aquella película de François Truffaut, Jules et Jim. Pues bien, la mujer anticonformista interpretada por Jeanne Moreau, y uno de sus dos amantes (1), Jules, judío alemán traductor de Proust, fueron sus padres. En la atmósfera artística del París de los años 1920 y 1930, Stéphane Hessel creció rodeado de los amigos de la casa, entre otros, el filósofo Walter Benjamin, el dadaísta Marcel Duchamp y el escultor Calder...
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, se alista en la Resistencia y se suma, en Londres, al equipo del general De Gaulle, quien le confía una peligrosa misión en territorio francés. Detenido por los nazis, es torturado y deportado al campo de exterminio de Buchenwald, de donde trata, una y otra vez, de evadirse. Lo acaban capturando y lo condenan a la horca. A punto de ser ejecutado, consigue usurpar la identidad de un muerto y logra por fin evadirse. Se une a la lucha por la liberación de Francia, inspirado en los principios del Consejo Nacional de la Resistencia que promete una democracia social, la nacionalización de los sectores energéticos, de las compañías de seguros y de la banca, y la creación de la Seguridad Social.
Después de la victoria, De Gaulle lo envía –tiene apenas 28 años– a Nueva York, a la ONU, cuyos fundamentos teóricos se están acicalando entonces. Allí, Hessel participa, en 1948, en la elaboración y redacción de uno de los documentos más trascendentales de los últimos seis decenios: la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Regresa luego a París para integrarse en el gabinete socialista de Pierre Mendès-France, que inicia la descolonización, pone fin a la guerra en Indochina, y prepara la independencia de Túnez y Marruecos.
Los años más recientes, este noble y persistente defensor de las causas justas, diplomático de profesión, los ha consagrado a protestar sin descanso contra el trato dispensado a los “sin papeles”, a los gitanos, a todos los inmigrantes...
Y si hoy nos referimos a él, es porque acaba de publicar un librito, más bien un breve panfleto político de 30 páginas, devenido –en la Francia popular sublevada contra la regresión social–, un excepcional éxito editorial y un fenómeno social. Gracias al boca a boca y, sobre todo, a las nuevas redes sociales, el texto, ninguneado al principio por los medios de información dominantes, ha conseguido franquear las censuras y llenar de esperanza miles de corazones. En apenas unas semanas, de este repertorio de las injusticias más indignantes, ya se han vendido (cuesta 3 euros) más de 650.000 ejemplares... Algo jamás visto. Su título: una consigna, ¡Indignaos! (2).
Dice Balzac que el panfleto “es el sarcasmo convertido en bala de cañón”. Añade Stéphane Hessel que la indignación es la pólvora de toda explosión social. Dirigiéndose a sus lectores, les recomienda: “Deseo que halléis un motivo de indignación. Eso no tiene precio. Porque cuando algo nos indigna, nos convertimos en militantes, nos sentimos comprometidos y entonces nuestra fuerza es irresistible”.
Los motivos de indignación no escasean: “En este mundo, dice Hessel, hay cosas insoportables”. En primerísimo lugar: la naturaleza del sistema económico responsable de la actual crisis devastadora. “La dictadura internacional de los mercados internacionales” constituye además, según él, “una amenaza para la paz y la democracia”. “Nunca, afirma, el poder del dinero fue tan inmenso, tan insolente y tan egoísta, y nunca los fieles servidores de Don Dinero se situaron tan alto en las máximas esferas del Estado”.
En segundo lugar, Hessel denuncia la desigualdad creciente entre los que no tienen casi nada y los que lo poseen todo: “La brecha entre los más pobres y los más ricos jamás ha sido tan profunda; ni tan espoleados el afán de aplastar al prójimo y la avidez por el dinero”. A guisa de enmienda sugiere dos propuestas sencillas: “Que el interés general se imponga sobre los intereses particulares; y que el reparto justo de la riqueza creada por los trabajadores tenga prioridad sobre los egoísmos del poder del dinero”.
En temas de política internacional, Hessel afirma que su “principal indignación” es el conflicto israelo-palestino. Recomienda que se lea “el informe Richard Goldstone de septiembre de 2009 sobre Gaza (3), en el cual este juez sudafricano, judío, que incluso se declara sionista, acusa al ejército israelí”. Relata su visita reciente a Gaza, “prisión a cielo abierto para un millón y medio de palestinos”. Una experiencia que lo sobrecoge y solivianta. Aunque no por ello reniega de la no-violencia. Al contrario, reafirma que “el terrorismo es inaceptable”, no sólo por razones éticas sino porque, al ser “una expresión de la desesperación”, no resulta eficaz para su propia causa pues “no permite obtener los resultados que la esperanza puede eventualmente garantizar”.
Hessel convoca el recuerdo de Nelson Mandela y de Martin Luther King. Ellos, dice, nos indican “el camino que debemos aprender a seguir”. Porque, para avanzar, sólo existe una conducta: “apoyarnos en nuestros derechos, cuya violación –sea quien sea el autor de ésta–, debe provocar nuestra indignación. ¡No transijamos jamás con nuestros derechos!”.
Finalmente, se declara partidario de una “insurrección pacífica”. En particular contra los medios masivos de comunicación en manos del poder del dinero, y que “sólo proponen a los ciudadanos el consumo de masas, el desprecio hacia los humildes y hacia la cultura, la amnesia generalizada y una competición a ultranza de todos contra todos”.
Stéphane Hessel ha sabido expresar con palabras, lo que tantos ciudadanos golpeados por la crisis y por las medidas de regresión social sienten en el fondo de sí mismos. Ese sentimiento de que les están arrebatando sus derechos, esos anhelos punzantes de desobedecer, esos deseos de gritar hasta perder el aliento, esas ganas en fin de protestar sin saber cómo...
Todos esperan ahora la segunda entrega. Cuyo título, lógicamente, sólo puede ser: ¡Sublevaos!
(1) El otro era Pierre-Henri Roché, autor de la novela con el mismo título llevada a la pantalla por François Truffaut.
(2) Stéphane Hessel, Indignez-vous!, Indigène éditions, Montpellier, 2010.
(3) NDLR: “Human Rights In Palestine And Other Occupied Arab Territories. Report of the United Nations Fact Finding Mission on the Gaza Conflict”, Naciones Unidas, Nueva York, 15 de septiembre de 2009
Publicado en Le Monde Diplomatique

sábado, 5 de febrero de 2011

La crisis económica (59 segundos)

"59 segundos" from ATTAC.TV on Vimeo.


Intervienen: Torres, Urbaneja, Caldera, Serra y Schwartz, presenta María Casado.
En este programa cada interviniente plantea sus posturas con respecto a la crisis "española", paro, pensiones y deuda; aunque cuando haya países europeos, como Alemania, que está creciendo ya a un 4% su PIB, de ahí el hincapié en crisis "española".
No hay comentarios, las intervenciones se comentan solas.

viernes, 4 de febrero de 2011

Convocatoria: Juan Torres López

LLAMAMIENTO

Hace un par de meses, un grupo de amigos de diferentes sensibilidades políticas pero que ya tenemos muchos kilómetros recorridos, pensamos que había que hacer algo ante la situación de falta de respuestas eficaces y de desunión ante todo lo que estaba pasando. Hicimos una convocatoria restringida a otras cuarenta o cincuenta personas. Casi todas aceptaron venir, o al menos mostraron su acuerdo si no les fue posible estar presentes. Hablamos de lo que sentíamos y percibíamos y acordamos volver a convocar pero ahora a muchas más.

Nos ha costado trabajo ponernos en marcha porque detrás de nosotros no hay ninguna organización pero ya lo hemos conseguido. Hemos convocado un encuentro para el próximo día 19 de febrero en Madrid con el propósito de comprometernos a promover la convergencia más amplia posible de todas las personas, movimientos, asociaciones u organizaciones que estamos en desacuerdo con lo que está pasando en España, con el recorte de derechos laborales y sociales, con la aplicación de políticas al dictado de los poderes financieros, con el deterioro de nuestra democracia, con el aumento de la pobreza que están provocando y, sobre todo, que tenemos la convicción de que hay otros modos de hacer las cosas, que no queremos renunciar a que la justicia sea una aspiración efectiva y permanente y que estamos dispuestos a vivir bajo otros valores que no sean los de la ganancia sin freno, la competencia y el individualismo.

Ya no es momento de quedarse parados delante de una pantalla de ordenador. Hay que ir al encuentro de las mujeres y hombres que tienen nuestros mismos problemas e inquietudes y valores semejantes. Tenemos que vernos las caras, hablar de lo que pasa y actuar conjuntamente. Por eso hemos propuesto constituir en cada rincón de España mesas de convergencia en las que la gente corriente, sea o no de un partido o de otro, o esté o no organizada, ponga su esfuerzo en común y ayude a quien tiene a su lado.

Es la hora de que entre todos  forjemos una voz de la calle que impida que solo se oigan las de siempre, las que solo saben repetir que hay que bajar salarios, recortar el gasto social, salvar a los bancos y hacer lo que ellos digan que tenemos que hacer.

Hemos abierto un blog en el que se encuentra la carta de convocatoria y un llamamiento muy elemental. No se trata de formar un partido, ni de elaborar, al menos de momento, un programa de actuación. Nos une ahora una declaración de intenciones muy simple pero radical porque apunta a las raíces de los problemas que tenemos y una serie de medidas que creemos que hay que exigir inmediatamente a los poderes públicos para evitar que la situación económica, social y política empeore aún más. 

Sabemos que muchos nos tachan de ingenuos y utópicos porque le estamos diciendo a la gente que, en lugar de mantenerse al abrigo de una vida más o menos cómoda (de momento), tiene que complicarse la existencia y despertar del letargo. Puede que nos digan eso pero lo que no van a poder decirnos nunca es que renunciamos a luchar por la justicia o a decirles a los mismos de siempre que ya está bien. 

La dirección del blog y la información sobe la convocatoria está es mesasdeconvergencia.wordpress.com/

La asamblea será el 19 de febrero a partir de las 11.00 horas en el Auditorio Marcelino Camacho de Madrid, Calle Lope de Vega nº 40. 

¡Os esperamos!

jueves, 3 de febrero de 2011

LA SEÑORA MERKEL, ALEMANIA Y EUROPA





Juan Torres López

Merkel a España se presenta con una intención bastante clara: revisar los deberes de un alumno díscolo e imponerle enseguida nuevas tareas.

Alemania tiene un especial interés en lo que está ocurriendo en España y en lo que pueda pasar en el futuro inmediato por dos razones fundamentales, y ninguna de ellas se puede decir que tengan que ver con la generosidad o la altura de miras.



En primer lugar, porque Alemania ha conseguido imponer a los demás su modelo basado en las exportaciones y necesita, por tanto, que los demás estén en condiciones de ir absorbiendo los capitales y mercancías que coloca en el exterior. Alemania necesita mercados aunque la paradoja es, como explicaré enseguida, que al imponer políticas que los aseguren los hunde al mismo tiempo. Algo que inevitablemente ocurre cuando alguien trata de salir de un hoyo al que ha caído junto a otros simplemente tirando de su propio cabello.


En segundo lugar, Alemania está altamente preocupada por el bucle que se ha formado en las finanzas europeas y cuyo nudo gordiano tiene mucho que ver con los bancos españoles. El excedente de capital alemán de bastantes años fue siendo utilizado por los bancos alemanes para generar deuda (es su negocio y al igual que un fabricante de sillas trata de producir el mayor número de ellas, los bancos procuran crear el mayor volumen posible de deuda) prestando a bancos extranjeros o invirtiendo capital también fuera de sus fronteras. Cuando la situación se ha vuelto complicada porque los bancos dedicaron esa deuda a promover burbujas inmobiliarias y a acumular basura financiera, los acreedores últimos, los alemanes, temen con razón que empiecen a caer todas las fichas hasta volcarse finalmente sobre ellos. De hecho, eso es lo que ya ha ocurrido en cierta medida y ha hecho necesario que el estado alemán pague una factura multimillonaria que no quiere seguir liquidando en nuevas ocasiones.


Alemania busca, pues, que los demás, y especialmente España estén en condiciones de ir haciendo frente a la deuda final que sus entidades financieras tienen con las alemanas, y para ello es necesario que no se agraven los cuatro problemas fundamentales que los analistas extranjeros más rigurosos están poniendo sobre la mesa a la hora de valorar la gravedad de nuestra situación.

En primer lugar, la degradación de nuestra situación económica y su muy débil recuperación que impide disponer de los ingresos suficientes.

En segundo lugar, que si los ingresos no van a aumentar considerablemente los recortes que hubiera que hacer de gasto público serían, al mismo tiempo, muy problemáticos política y socialmente y demasiado onerosos para la propia economía porque con ellos disminuiría aún más su capacidad de recuperación.

En tercer lugar, las pérdidas que van a aflorar en el sistema bancario, y no solo en las cajas, a poco que se impida que se siga ocultando su situación patrimonial.

Y en cuarto lugar, la resultante de combinar todo ello, porque las dificultades de colocación de la deuda pública afectarían a los bancos que están muy expuestos a ellas y este efecto se trasladaría a su vez al exterior, de modo que si se da una conjunción desafortunada de estas circunstancias será inevitable, como afirman un buen número de los confidenciales financieros, que finalmente haya que recurrir a un apuntalamiento interno (que además y como ya expuse en artículos anteriores en SISTEMA DIGITAL, incluso serían deseados por ciertos grupos de interés).

Alemania, debería ser en principio más favorable a que no se llegara a esta situación porque ello obligaría a poner en la mesa recursos adicionales muy cuantiosos pero es posible que ya piense que no las tiene todas consigo y que lo que se esté preparando es cómo hacer frente a las dificultades que ya se consideren que se le van a presentar inevitablemente a España en los mercados internacionales y en el interior de su propio sistema financiero en los próximos dos o tres meses.

Por eso, ahora que la señora Merkel nos visita para exigirnos disciplina, para reclamar nuevas reformas como la laboral o la de las pensiones, que en realidad no vienen a resolver ningunos de los problemas actuales de nuestra economía sino que tan solo buscan satisfacer demandas antiguas de los grandes grupos financieros y, por tanto, agradar a "los mercados", es conveniente recordar que una buena parte de los males que sufre no solo la economía española sino la europea en su conjunto provienen de la naturaleza del modelo económico que Alemania ha impuesto a Europa.

Y eso es mucho más oportuno justo ahora que el tirón de la economía alemana se está poniendo una vez más como ejemplo a seguir por los demás países.

El "ejemplar" modelo económico alemán de los últimos años es en realidad un devorador neto de bienestar social que se mantiene sobre una continua pérdida de peso de los salarios sobre el conjunto de la renta nacional.
Uno de cada cinco trabajadores alemanes trabaja por menos de 6,5 dólares a la hora y uno de cada tres empleos creados en ese llamado milagro alemán del empleo son precarios (los datos que siguen están tomados de "Caen los salarios reales en Alemania", Boletín de actualidad sociolaboral, Consejería de Empleo e Inmigración española en Berlín. En:www.mtin.es/es/mundo/Revista/Revista127/135.pdf). 

Desde 1998 a 2008 el número de trabajadores que ganan menos de 2/3 del salario medio, los considerados trabajadores pobres, ha aumentado en 2,3 millones y ahora ya hay 6,5 millones en esa situación y los salarios reales en toda la economía alemana no hacen sino bajar constantemente. 

De 2004 a 2008 cayeron nada más y nada menos que un 16,4% en la manufactura. Y, sin embargo, y en contra de la insistente tesis neoliberal de que es preciso que haya moderación salarial para crear empleo, en ese sector se perdieron 640.000 empleos en ese periodo.

Los beneficios, por el contrario, subieron como la espuma. De 2000 a 2007 una media de 7,7% al año, frente a un 1,1% del salario medio. El resultado fue que en es mismo periodo la renta nacional aumentó en unos 299.000 millones de euros, de los cuales 82.000 millones correspondieron a salarios y 217.000 millones a beneficios empresariales y patrimoniales.

Pero estas enormes ganancias obtenidas por las empresas y capitales alemanes no se han aplicado a mejorar la condición de vida de sus ciudadanos, lo que ha hecho que Alemania registre los mayores incrementos de desigualdad en los últimos años. 

La orientación hacia el exterior de la economía alemana se tradujo, en el periodo referido de 2000 a 2007, en una salida de más de 270.000 millones de euros de media al año, que fue dirigida a destinos puramente especulativos, a inflar burbujas inmobiliarias y a promover la evasión y la inversión improductiva. 

La consecuencia es que ahora los bancos alemanes están colgados de un hilo demasiado delicado que ellos mismos han tejido y la propia economía alemana supeditada a una recuperación de las demás (para que sea viable su oferta exterior) que se hace cada vez más difícil cuando sobre ellas pesa una losa gigantesca en forma de deuda (impulsada por los propios bancos alemanes) y de austeridad impuesta para asegurar su cobro.

Y esa es la paradoja a la que se enfrenta la Alemania de la señora Merkel que nos visita: impone políticas austeras a los demás países pero esas políticas deprimen la capacidad de gasto y crecimiento, que es justamente lo contrario de lo que necesitarían para satisfacer la dependencia alemana de su demanda externa y para poder hacer frente con seguridad a los pagos de la deuda. para defender a sus grandes bancos y empresas no solo se equivoca en contra de los demás, sino de los intereses de su propio país, si entendemos que un país es algo más que la gran empresa y la banca como continuamente se nos quiere hacer creer.

En realidad, Alemania está generando en su interior una especie de "milagro chino" sofisticado, de bajos salarios interiores y basado en la exportación, para lo cual ha endeudado a media Europa. Un modelo cuyas bases ya vienen poniéndose desde años atrás y sus consecuencias son evidentes. Ha proporcionado a las grandes empresas europeas y a los bancos más beneficios de los que nunca antes habían obtenido pero, al mismo tiempo, ha producido un incremento de las desigualdades, de la pobreza y, sobre todo, de la capacidad de riqueza productiva. Basta ver el caso español, con sus mejores activos en manos de capital extranjero, y con actividades agrarias, industriales o de servicios de alto valor añadido reducidas a su mínima expresión cuando no están en manos de grandes grupos europeos.

No es una buena mercancía la que viene a vendernos la señora Merkel. Su Europa no conviene a la ciudadanía que vive del trabajo ni a las pequeñas y medianas empresas que no gozan de mercados globales cautivos. Deberíamos aprovechar la oportunidad de su visita para decirle justamente lo contrario de lo que quiere oír, que la sumisión que nos exige no nos satisface y que queremos otra Europa.

Publicado en Sistema Digital

martes, 1 de febrero de 2011

Un gran error de UGT y Comisiones Obreras


Juan Torres López

Desde hace meses vengo colaborando codo con codo con todos los sindicatos de nuestro país que me han pedido apoyo porque creo que siempre, pero mucho más en estos momentos, son una pieza fundamental para defender los derechos de las clases trabajadoras. Cualquier diferencia que hubiera podido tener con sus posiciones y propuestas la he aparcado porque estaba y estoy convencido, como he escrito en varios artículos, que aprovechar la crisis para tratar de acabar con ellos es una de las estrategias que se han propuesto llevar a cabo los grandes poderes financieros y los políticos que están a su servicio. Y, sobre todo, los he apoyado porque he tenido la íntima convicción de que las diferencias entre quienes aspiramos a conseguir una sociedad más justa se deben resolver fraternalmente y no tratando de acabar unos con otros, como tantas veces ha ocurrido en el seno de las izquierdas.
Ahora, sin embargo, debo manifestar que Comisiones Obreras y UGT han cometido, en mi modesta opinión, un gran error que van a pagar caro no solo las clases trabajadoras sino esos mismos sindicatos. Aunque, al mismo tiempo, quiero también advertir del gravísimo peligro de responder al error con otro semejante que busca desde hace tiempo la derecha y el poder económico: demonizarlos y hacer caer sobre ellos toda la responsabilidad de lo que ha pasado.
Un error múltiple
A mi juicio, tanto UGT como Comisiones Obreras se han equivocado pactando con el gobierno la reforma de las pensiones públicas por varias razones:

En primer lugar, porque esta reforma significa sencillamente un recorte de derechos de los trabajadores y tendrá como efecto que, en los próximos años, muchos millones de ellos no puedan percibir una pensión pública digna al jubilarse, si es que alguna vez llegan a hacerlo, lo que para su inmensa mayoría significará no poder tenerla porque sus niveles de renta no les van a a permitir disponer de ahorro privado suficiente.
El pacto significa, sin ninguna duda, que a partir de ahora el sistema de pensiones públicas español será más injusto (porque hace recaer en mayor medida su mayor insuficiencia sobre las clases de renta más baja) y de menor alcance (porque proporcionará menos pensiones y más precarias).

En segundo lugar, creo que se han equivocado también porque han entrado en el juego del doble razonamiento falso que se viene utilizando para justificar el sistema. Uno, el de su insostenibilidad a largo plazo, que nadie ha podido demostrar rigurosamente como hemos expuesto en multitud de ocasiones los economistas críticos. Y otro, en el de aceptar que para hacer frente al desequilibrio financiero que pueda provocar esa pretendida insostenibilidad lo que hay que hacer es solo actuar por la vía de reducir el gasto, y no aumentando los ingresos, es decir, mejorando la distribución de la renta para que así haya más salarios y más cotizaciones, el empleo decente, sobre todo el femenino, la productividad y, en última instancia, los ingresos a través de los Presupuestos Generales del Estado. Es decir, poniendo en marcha políticas justamente contrarias a las que se están aplicando y que han provocado la crisis y luego, como en Irlanda, que se vuelva a recaer en ella
Para haber defendido de verdad el sistema público de pensiones, UGT y Comisiones Obreras deberían haberse cerrado en banda y haber propuesto, en todo caso, un pacto social sobre el horizonte de estos otros factores de los que también depende su equilibrio financiero a largo plazo. Al no hacerlo, simplemente han aceptado que la pauta de distribución de la renta siga siendo tan desigual como hasta ahora y que eso impida financiar mejor al sistema.

En tercer lugar, me parece que se están equivocando igualmente en explicar el pacto diciendo que se trata de una solución positiva a la crisis de las pensiones e incluso a la situación económica general. Les pasará lo mismo que le ocurre al gobierno: nadie los va a creer porque han aceptado lo contrario de lo que decían y simplemente se pensará que son un instrumento inútil para conseguir lo que dicen que quieren lograr.
Se podría aceptar que argumentasen que no ha habido otra opción, que no se ha dispuesto de más fuerza para torcer la imposición de un gobierno esclavo de los poderes financieros, que se ha conseguido lo más que se pudo conseguir… pero empeñarse en presentar este pacto como positivo es algo que nunca van a entender los trabajadores que sean mínimamente conscientes de que con él, como es evidente, van a tener menos pensiones y menos cuantiosas.

En cuarto lugar, creo que se han equivocado aceptando esta reforma, que contradice lo que venían diciendo en los últimos meses, porque al hacerlo muestran que es posible extorsionarlos y todo el mundo sabe que quien acepta un chantaje termina por aceptar, como le está pasando al gobierno, todos los que vengan detrás y eso, lejos de fortalecerlos, los va a debilitar aún más. Dentro de unas semanas, cuando de nuevo se amenace con la intervención inminente de la economía si no se firma, como ha estado haciendo el gobierno durante toda la negociación, se pondrá en la mesa la reforma de la negociación colectiva, luego la de los servicios públicos y así hasta que la definitiva sea la que se quite de en medio a los propios sindicatos que ahora se mostraron sumisos.

En quinto lugar, también creo que ha sido un error ceder al gobierno sin haber intentado ni siquiera hacerle frente, tal y como se había anunciado, con nuevas movilizaciones porque eso ha frustrado a sus propias bases y a los trabajadores que confiaban en ellos para no perder más derechos.
Pero un error que no es culpa solo de los sindicatos

Dicho todo lo anterior, que me parece que es grave y que va a traer consecuencias bastante negativas para todos, creo que al mismo tiempo hay que poner sobre la mesa otras cuestiones que a mí me parecen posiblemente tan relevantes y decisivas como el propio gran error de los sindicatos.

En primer lugar, que el principal responsable de lo que está ocurriendo es el partido socialista y sus militantes que no frenan la deriva neoliberal del gobierno ni su discurso falso que presenta las medidas que están imponiendo la banca y las grandes empresas como si en realidad beneficiasen al conjunto de los ciudadanos.

En segundo lugar, que es cierto que si no se hubiera producido ese pacto el gobierno hubiera tomado una medida aún más dañina para el sistema de pensiones y para el conjunto de los trabajadores. Lo que significa que los sindicatos han cumplido en cierta medida su función que es la de defender a los trabajadores hasta donde efectivamente puedan hacerlo.

En tercer lugar, que si se ha llegado a esta situación en la que el gobierno ha podido hacer ceder a los sindicatos ha sido porque la ciudadanía no ha sido capaz o no ha estado dispuesta a darle a los sindicatos la fuerza necesaria para que éstos hubieran podido hacer frente con más decisión al gobierno. Si los sindicatos llaman a las movilizaciones y éstas son insuficientes, minoritarias o a veces incluso simplemente anecdóticas, no podemos hacer recaer luego la responsabilidad de los fracasos únicamente en los sindicatos.
Esto tiene que ver, en gran medida, con la baja afiliación sindical que existe en España. Si no participamos en sus discusiones, si no hacemos nada por cambiar la correlación de fuerzas que pueda haber en su seno, si no les damos mucha más fuerza con nuestra presencia ¿con qué derecho podemos decir después que los sindicatos son simplemente unos traidores?
Pero lo ocurrido creo que no tiene que ver solo con la baja afiliación sindical.

En cuarto lugar, me parece que lo que acaba de suceder tiene relación con el hecho de que en los últimos tiempos los sindicatos han venido desempeñando un papel que en realidad no es a ellos a quien le corresponde.
El partido socialista, que según su declaración de intenciones ante la ciudadanía se supone que debería ser la organización mayoritaria que se enfrentase a la derecha y a los poderes económicos, simplemente ha desaparecido sin apenas combatir y el gobierno de su secretario general se limita a aplicar las recetas que le dictan, actuando como un partido más de la derecha económica, mientras la inmensa mayoría de sus militantes guarda un silencio cómplice y que ya empieza a producir, además de terribles consecuencias, incluso vergonzoso porque no son capaces de decir en público ni en sus agrupaciones lo que dicen en privado.
Y, más allá del PSOE, simplemente existe una izquierda debilitada durante años por sus rencillas internas, por la presencia de mucho discurso caduco, fragmentada y detrás de la cual hay una minoría muy militante pero un ejército de personas cansadas, frustradas, desmovilizadas y que, a lo sumo, se limitan a pontificar frente a las pantallas de su ordenador pero que a la hora de la verdad ni siquiera votan a quienes podrían ser la expresión de su radicalidad y descontento.
Quiero decir con esto que se le está pidiendo a los sindicatos que asuman el papel de referentes de la izquierda política y que actúen como tales enfrentándose constantemente al gobierno, que resuelvan desde la lucha sindical lo que debería resolver la izquierda política, y eso es sencillamente imposible.
Por ello, yo creo que en estos momentos hay que hacerle ver a los sindicatos que se han equivocado pero siempre que al mismo tiempo nos hagamos ver a nosotros mismos que también erramos cuando nos dejamos llevar por la pasividad, por el sectarismo o por un radicalismo que nada tiene que ver con la realidad en la que estamos.
Y eso significa actuar en varios frentes, y no solo en el de la crítica a CCOO y a UGT.
Significa movilizarse para explicar a la gente lo que de verdad ocurre con la crisis y las pensiones.
Significa afiliarse en mayor medida a los sindicatos para poder influir de verdad en las decisiones que tomen las dos grandes centrales.
Significa no dedicar ni un minuto a reproducir el discurso antisindical de las derechas y combatirlo en cualquier sitio para evitar que su omnipresencia termine por asumirse generalizadamente.
Significa pedirle a los sindicatos que rectifiquen pero hacerlo fraternalmente y no produciéndoles un mayor debilitamiento.
En definitiva, esta a mi juicio errónea cesión de los sindicatos es una muestra más de que la crisis que estamos viviendo, en lugar de hacer que el capitalismo se hunda, como muchos creían que iba a suceder, está reforzando el poder de quienes lo mantienen.
Por eso me gustaría terminar esta reflexión con unos párrafos de mi último libro La crisis de las hipotecas basura. ¿Por qué se cayó todo y no se ha hundido nada?, en el que precisamente trato de explicar por qué está ocurriendo todo esto.
Hacer frente a la crisis desde posiciones alternativas no consiste solo en ofrecer propuestas diferentes a las de los poderosos (…) Es necesario disponer de ellas pero además, y quizá de forma prioritaria, hay que hacer frente a este fracaso de interlocución entre las izquierdas y la gente, para lo cual hay que llevar a cabo en primer lugar un gran proyecto de convergencia muy sincero y fraternal, con gran lucidez y, sobre todo, sin un ápice de sectarismo sino anteponiendo a cualquier otra cosa los elementos transversales que permitan hacer mallas y construir redes para religar y coordinar lo local y lo disperso y para traducir a una única lengua los diferentes voces y discursos de la transformación social.

Por eso, quizá si la izquierda y los movimientos alternativos en general comenzaran a trabajar para poner en marcha prácticas políticas de este otro signo, fraternales, de emociones y afectos, de reunión, de deliberación y debate para fomentar el conocimiento, la indignación, la rebeldía y el sabotaje pacífico en lugar de dedicarse simplemente a gestionar o simplemente a radicalizar sobre el papel sus programas, las salida a la crisis que vivimos y a las que vendrán serían diferentes y conseguiríamos hundir para siempre en los vertederos de la historia las prácticas sociales que crean tanta frustración y dolor innecesarios.
Es el momento de criticar pero también el de unir, no el de autodestruirse. Y, sobre todo, es el momento de avanzar hacia el fortalecimiento político. Si queremos que los sindicatos no vuelvan a dejarnos tirados, como ahora, hagamos todo lo posible para que en España exista una alternativa política de izquierdas fuerte y unitaria que les de fuerza a los sindicalistas honestos, que tengo la seguridad de que son la inmensa mayoría, e incluso a tantos socialistas que también sienten la frustración de ver cómo su partido se suicida haciendo la política de la derecha.