jueves, 28 de julio de 2011

La afilada daga de Bruto

Joaquín Leguina

Lunes, 18 de julio de 2011 (mal día y mal mes para la lírica). El periódico de Prisa (¿o ya es de Berlusconi o, quizá, de Liberty?) lanza una andanada (dos cañonazos) desde el editorial con arranque en primera y desde “La cuarta página” en un artículo del consejero delegado y académico de la lengua, el Excelentísimo Señor D. Juan Luis Cebrián. Las dos descargas y su ruido debieron dejar patidifusos a los habitantes (y habitantas) del palacete de La Moncloa al comprobar que la última puñalada siempre la propina la daga de Marco Bruto (recordatorio histórico: ese edificio de La Moncloa sirvió durante la batalla de Madrid –noviembre de 1936–
de cuartel general a Kléber, un militar de las Brigadas Internacionales. Kléber era el nombre de un revolucionario francés del siglo XVIII que fue adoptado por el ruso Manfred Stern durante la guerra de España. El edificio quedó destruido en noviembre de 1936 y se reconstruyó en la posguerra con materiales de dudosa calidad).
Volviendo a lo que iba. El editorial (“Final de ciclo”) y el artículo (“Esta insoportable levedad”) no tenían desperdicio, tal y como muestran las perlas siguientes:
Del editorial:
“Más allá de la impotencia de Europa para solventar sus problemas, la pérdida de confianza en la gestión de José Luis Rodríguez Zapatero parece irreversible y el creciente escepticismo sobre la gobernabilidad española en las circunstancias actuales amenaza con acrecentar nuestros males. La crisis no es solo económica, sino también, y acaso sobre todo, política”.
“Hace ya mucho que las respuestas del presidente del Gobierno a los desafíos a los que se enfrenta España apenas merecen crédito alguno  por parte de los ciudadanos”.
“Aún peor: su incapacidad en la gestión, los magros resultados de las reformas apenas incoadas, más el lastre y la impotencia de una legislatura agónica auguran un deterioro imparable al que resulta imprescindible poner fin cuanto antes”.
De Janli Cebrián:
“La pérdida de confianza en la gestión del actual presidente del Gobierno es clamorosa dentro y fuera de España. Es imposible suponer que de una legislatura como la que hemos padecido se derive ya ninguna de la las soluciones que los ciudadanos reclaman. El deterioro preocupante del partido en el poder amenaza con desequilibrar el futuro inmediato de nuestras instituciones políticas”.
Y ahora un recuerdo que aquí viene al pelo. Algo que escribí en la página 502 de mi última novela (algo autobiográfica) La luz crepuscular.
Helo aquí:
“Al abrirse el congreso (año 2000) en el edificio que Bofill había levantado en el Campo de las Naciones de Madrid escuché los discursos de los candidatos desde la última fila del patio de butacas. Delante de mí se sentaba una granada y veterana representación del periodismo de opinión. Adscritos, todos ellos, al grupo Prisa. Cuando Zapatero concluyó su discurso de vino y rosas, aquellos veteranos se levantaron de las butacas y se pusieron a aplaudir como locos al joven “salvador”, parecía que estuvieran poseídos por el Espíritu Santo y acabaran de asistir a la Inmaculada Concepción... Tiempo tendrían de arrepentirse.
Como bien se ve, ya se han arrepentido… y todo el PSOE parece vivir ahora en el arrepentimiento, aunque sin dolor de corazón ni sombra de autocrítica, pero, eso sí, con propósito de enmienda. En efecto, ya lo ha dicho el candidato, Alfredo P. Rubalcaba: “Es el momento de rectificar algunas cosas”. ¿Cuáles?
La respuesta nos la da un izquierdoso inteligente, José Manuel Naredo:
“Así, tras haber denegado desde el Gobierno las propuestas de reforma del sistema electoral, se declara al fin partidario de reformarlo. Tras alardear el Gobierno de Zapatero de connivencia con los banqueros y tras no haber escatimado ayudas a la banca, Rubalcaba se ha permitido amenazarla en su discurso con “una tasa sobre los beneficios para crear empleo”. Tras haber eliminado el Impuesto de Patrimonio, Rubalcaba propone ahora la creación de uno nuevo “sobre las grandes fortunas”.
Tras haber mantenido la reducida fiscalidad de las Sicav y de otras empresas instrumentales que facilitan la evasión legal de los más adinerados, declara su intención de “acabar con los paraísos fiscales”. Tras haber alimentado durante largo tiempo un modelo inmobiliario que promovió por toda la geografía la cultura del pelotazo (recordemos que el PSOE fue el artífice de la mismísima Ley Reguladora de la Actividad Urbanística de Valencia de 1994, que entronizó la figura del “agente urbanizador”, y que no apoyó los informes de la UE que cuestionaron el urbanismo valenciano) propone “controles previos de los planes urbanísticos para evitar la corrupción”…
Semejantes bandazos podrían devolver al PSOE apoyo electoral, pero también quitárselo en la medida en la que la mayoría de la gente considere que su discurso no es franco.
Claro que a los reproches de Naredo se puede responder con un par de sentencias o refranes castellanos (que sirven para un roto y también para un descosido): “De sabios es rectificar” o “Nunca es tarde si la dicha es buena”.
Mas sea como sea, la única pega que quien suscribe tiene ante lo que dicen Rubalcaba y los de El País es lamentar que sus propuestas y reflexiones hayan llegado con once años de retraso. En efecto, como ya dijo (por teléfono) D. Miguel Gila, “lo que no cae por la ley de la gravedad acaba haciéndolo por su propio peso”.
Y termino: los británicos sostienen que es de mala educación soltarle en la cara a alguien que ha errado una frase como ésta: “Ya te lo había dicho yo”… pero como yo no soy británico, me puedo dirigir desde estas páginas a tutti quanti me han llamado de todo (traidor, vendido, resentido, facha, pesetero…) por osar criticar al líder máximo (e intocable) y decirles a esos insultadores ahora, cuando El País se acaba de caer del guindo: “¿Qué? ¿No os lo había dicho yo?”.
Publicado en El Siglo

martes, 26 de julio de 2011

La puerta giratoria una vez más, ¿hasta cuándo?

La mano que les enriquece. Sobre servicio público y lucro privado

25 Julio 2011 | Categorías: Servicios Públicos |
Jónatham F. Moriche – ATTAC Extremadura.
Pedro Solbes nació en Pinedo (Valencia) en 1942. Tras licenciarse en Ciencias Políticas y Derecho, ingresó en la administración como Técnico Comercial del Estado en 1968 (año, por cierto, en el que arranca una brutal escalada represiva del régimen franquista contra el movimiento universitario, que alcanzaría en forma de encarcelamiento, exilio, tortura o asesinato a miles de jóvenes españoles de su misma edad y, posiblemente, mayor compromiso político democrático). Desde 1973 forma parte de los equipos negociadores para la entrada de España en la Unión Europea (entonces aún Comunidad Económica Europea), ocupa importantes cargos técnicos en los gobiernos de Calvo Sotelo y Felipe González, y se convierte en 1985 en Secretario de Estado para las relaciones europeas. Ha sido desde entonces ministro en cuatro gobiernos del PSOE (dos de Felipe González, dos de José Luís Rodríguez Zapatero), diputado en Cortes y Comisario Europeo de Asuntos Económicos, sumando más de 30 años ininterrumpidos de actividad en primera línea de la vida política española y europea.
Inflexible timonel de la adaptación de la economía española al Tratado de Maastritcht y la moneda europea, el pensamiento económico de Pedro Solbes ha sido siempre fiel a los principios elementales de la ortodoxia neoliberal: privatización de bienes y servicios públicos, desregulación de la actividad económica y el mercado de trabajo, austeridad en el gasto público… Como ministro de Economía con Rodríguez Zapatero entre 2004 y 2009, ha promovido la orientación neoliberal con que el gobierno socialista español encaró desde primera hora la respuesta a esta crisis rescate de entidades financieras con cargo al erario público, privatización de bienes y servicios de titularidad estatal, flexibilización del despido o recortes en protección social,… (Medidas que se confirman como actual doctrina económica oficial de la UE con el llamado Pacto del Euro, duramente criticado poreconomistas críticos y movimientos sociales, y contra el que cientos de miles de indignados ciudadanos y ciudadanas se manifestaron por todo el país el pasado 19 de julio, tras mes y medio de protestas multitudinarias y diversas -marchas, acampadas, asambleas…- convocadas por el llamado movimiento 15-M que han sacudido la vida pública española).
Pedro Solbes abandonó en 2009 el gobierno socialista. Durante los dos años sin actividad empresarial privada que prescribe la ley de incompatibilidades, se ha desempeñado como asesor de la Comisión Europea y del Fondo Monetario Internacional (en el mismo momento en que ambos organismos lanzaban reiteradas advertencias a España para que abaratase el despido, bajase los salarios, recortase los servicios públicos y socorriese a la banca privada). En abril de 2011, ficha comoconsejero del gigante energético italiano Enel (el mismo que, durante su mandato como ministro de Economía, fue autorizado a adquirir el 92% de la española Endesa). Un mes después se convierte también en consejero de Barclays Bank una de las mayores entidades financieras del mundo. Cobrará 300.000 euros anuales (mientras Barclays España, por cierto, prepara en este momento el despido del 20% de su plantilla , 700 trabajadores). Su función será asesorar al gigante financiero británico en la adquisición de cajas de ahorro españolas (las mismas cajas cuya privatización él mismo ha impulsado desde los gobiernos del que ha formado parte).
En 2009, el Partido Liberal presentó ante la prensa evidencias de que Barclays había evadido el pago de unos 1.100 millones de euros al fisco británico mediante el uso de ingeniería financiera enparaísos fiscales (sobre los que el gobierno socialista español ha lanzado algunas diatribas, pero contra los que al final no ha emprendido acción efectiva alguna). Además, Barclays es la segunda entidad bancaria que más deuda pública española atesora (más de 5.000 millones de euros), a la vez uno de los principales clientes de esas agencias internacionales de calificación de riesgos (o “agencias de rating”: Moody’s, Standard and Poor’s y Fitch Ratings) que durante los últimos años han atacado sin descanso a la economía española mediante sucesivas valoraciones a la baja de su deuda pública (y son por ello en este momento objeto de diligencias previas en la Audiencia Nacional por prácticas fraudulentas y manejo de información privilegiada, tras la querella presentada en ese sentido por ATTAC, IU y otras organizaciones).
Es rigurosamente cierto que Pedro Solbes no ha cometido ningún ilícito penal en su salto de lo público a lo privado, como tampoco lo han cometido José María Aznar (PP, Endesa), Felipe González (PSOE, Gas Natural), Eduardo Zaplana (PP, Telefónica), Javier de Paz (PSOE, Telefónica), Narcís Serra (PSOE, Caixa Catalunya), Rodrigo Rato (PP, Bankia), Josu Jon Imaz (PNV, Petronor), Josep Piqué (PP, Vueling), Jordi Sevilla (PSOE, PwC)… Un 10% de los consejeros de empresas del IBEX-35 (con una media salarial cercana al millón de euros anuales) han desempeñado cargos políticos relevantes. Y precisamente es la plena legalidad de esta íntima relación entre servicio público y enriquecimiento privado la que demuestra hasta qué punto nuestro sistema político está profundamente corrompido por el poder, nunca democrático ni solidario, del gran dinero y las corporaciones y élites que lo manejan. Y explica porqué, a pesar de la profunda gravedad de la crisis y el comportamiento avaricioso e insolente de los actores corporativos, jamás se toman medidas como la intervención pública de empresas estratégicas, un mayor control de las actividades especulativas o más impuestos para las rentas del capital: ¿cómo podría la clase política gobernar contra la mano que tan generosamente está dispuesta a enriquecerles cuando salen de las instituciones?
Esta malsana promiscuidad entre gran política y gran dinero es algo más que una extendida inmoralidad personal. Introduce una distorsión estructural e intolerable en nuestras democracias representativas, al convertirse en garantía de continuidad -digan lo que digan las calles o las urnas- en esas mismas políticas neoliberales que han provocado la crisis económica, la ruina social y el desfondamiento ético de nuestras sociedades. No son sólo misteriosos especuladores financieros desde Nueva York, Londres o Zurich: también nuestros propios representantes políticos están apuntalando la dictadura de los mercados que padecemos. A la vista de currículos como los de Pedro Solbes, se hace patente que un endurecimiento radical del régimen de incompatibilidades entre política y negocios debería incorporarse de inmediato a los cuadernos de quejas que en estos momentos compilan los indignados españoles (un endurecimiento que, por cierto, el propio Pedro Solbes se comprometió a estudiar durante su mandato ministerial, y que, evidentemente, jamás emprendió. Ahora sabemos por qué).
Artículo publicado en Kaosenlared

viernes, 15 de julio de 2011

La crisis ideológica del capitalismo occidental

Joseph Stiglitz – Project Syndicate.

Tan sólo unos años atrás, una poderosa ideología –la creencia en los mercados libres y sin restricciones– llevó al mundo al borde de la ruina. Incluso en sus días de apogeo, desde principios de los años ochenta hasta el año 2007, el capitalismo desregulado al estilo estadounidense trajo mayor bienestar material sólo para los más ricos en el país más rico del mundo. De hecho, a lo largo de los 30 años de ascenso de esta ideología, la mayoría de los estadounidenses vieron que sus ingresos declinaban o se estancaban año tras año.

Es más, el crecimiento de la producción en los Estados Unidos no fue económicamente sostenible. Con tanto del ingreso nacional de los EE.UU. yendo destinado para tan pocos, el crecimiento sólo podía continuar a través del consumo financiado por una creciente acumulación de la deuda.
Yo estaba entre aquellos que esperaban que, de alguna manera, la crisis financiera pudiera enseñar a los estadounidenses (y a otros) una lección acerca de la necesidad de mayor igualdad, una regulación más fuerte y mejor equilibrio entre el mercado y el gobierno. Desgraciadamente, ese no ha sido el caso. Al contrario, un resurgimiento de la economía de la derecha, impulsado, como siempre, por ideología e intereses especiales, una vez más amenaza a la economía mundial – o al menos a las economías de Europa y América, donde estas ideas continúan floreciendo.
En los EE.UU., este resurgimiento de la derecha, cuyos partidarios, evidentemente, pretenden derogar las leyes básicas de las matemáticas y la economía, amenaza con obligar a una moratoria de la deuda nacional. Si el Congreso ordena gastos que superan a los ingresos, habrá un déficit, y ese déficit debe ser financiado. En vez de equilibrar cuidadosamente los beneficios de cada programa de gasto público con los costos de aumentar los impuestos para financiar dichos beneficios, la derecha busca utilizar un pesado martillo – no permitir que la deuda nacional se incremente, lo que fuerza a los gastos a limitarse a los impuestos.
Esto deja abierta la interrogante sobre qué gastos obtienen prioridad – y si los gastos para pagar intereses sobre la deuda nacional no la obtienen, una moratoria es inevitable. Además, recortar los gastos ahora, en medio de una crisis en curso provocada por la ideología de libre mercado, simple e inevitablemente sólo prolongaría la recesión.
Hace una década, en medio de un auge económico, los EE.UU. enfrentaba un superávit tan grande que amenazó con eliminar la deuda nacional. Incosteables reducciones de impuestos y guerras, una recesión importante y crecientes costos de atención de salud –impulsados en parte por el compromiso de la administración de George W. Bush de otorgar a las compañías farmacéuticas rienda suelta en la fijación de precios, incluso con dinero del gobierno en juego– rápidamente transformaron un enorme superávit en déficits récord en tiempos de paz.
Los remedios para el déficit de EE.UU. surgen inmediatamente de este diagnóstico: se debe poner a los Estados Unidos a trabajar mediante el estímulo de la economía; se debe poner fin a las guerras sin sentido; controlar los costos militares y de drogas; y aumentar impuestos, al menos a los más ricos. Pero, la derecha no quiere saber nada de esto, y en su lugar de ello, está presionando para obtener aún más reducciones de impuestos para las corporaciones y los ricos, junto con los recortes de gastos en inversiones y protección social que ponen el futuro de la economía de los EE.UU. en peligro y que destruyen lo que queda del contrato social. Mientras tanto, el sector financiero de EE.UU. ha estado presionando fuertemente para liberarse de las regulaciones, de modo que pueda volver a sus anteriores formas desastrosas y despreocupadas de proceder.
Pero las cosas están un poco mejor en Europa. Mientras Grecia y otros países enfrentan crisis, la medicina en boga consiste simplemente en paquetes de austeridad y privatización desgastados por el tiempo, los cuales meramente dejarán a los países que los adoptan más pobres y vulnerables. Esta medicina fracasó en el Este de Asia, América Latina, y en otros lugares, y fracasará también en Europa en esta ronda. De hecho, ya ha fracasado en Irlanda, Letonia y Grecia.
Hay una alternativa: una estrategia de crecimiento económico apoyada por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. El crecimiento restauraría la confianza de que Grecia podría reembolsar sus deudas, haciendo que las tasas de interés bajen y dejando más espacio fiscal para más inversiones que propicien el crecimiento. El crecimiento por sí mismo aumenta los ingresos por impuestos y reduce la necesidad de gastos sociales, como ser las prestaciones de desempleo. Además, la confianza que esto engendra conduce aún a más crecimiento.
Lamentablemente, los mercados financieros y los economistas de derecha han entendido el problema exactamente al revés: ellos creen que la austeridad produce confianza, y que la confianza produce crecimiento. Pero la austeridad socava el crecimiento, empeorando la situación fiscal del gobierno, o al menos produciendo menos mejoras que las prometidas por los promotores de la austeridad. En ambos casos, se socava la confianza y una espiral descendente se pone en marcha.
¿Realmente necesitamos otro experimento costoso con ideas que han fracasado repetidamente? No deberíamos, y sin embargo, parece cada vez más que vamos a tener que soportar otro. Un fracaso en Europa o en Estados Unidos para volver al crecimiento sólido sería malo para la economía mundial. Un fracaso en ambos lugares sería desastroso – incluso si los principales países emergentes hubieran logrado un crecimiento auto-sostenible. Lamentablemente, a menos que prevalezcan las mentes sabias, este es el camino al cual el mundo se dirige.

viernes, 8 de julio de 2011

La "solución" es cada vez más el problema

José María Zufiaur

Lo preocupante es que la austeridad y los recortes no están conteniendo la crisis sino agravándola. Los rescates en lugar de rescatar y encarrilar las economías de los países afectados lo que hacen es replicarse: del rescate I pasamos al rescate II en Grecia y una situación parecida se cierne sobre Portugal. Tampoco las durísimas medidas adoptadas sobre los salarios, las retribuciones de los funcionarios, la revalorización de las pensiones, las contrarreformas de la legislación laboral, de las pensiones, de la negociación colectiva, los anuncios de más contrarreformas que afecten a la sanidad o a la protección por desempleo impiden que los mercados sigan acorralando cada vez más a los Estados más débiles, en el Sur y en el Este de la UE y extendiendo su amenaza sobre otros (como Italia o Bélgica).
Desde hace un par de años la Unión Europea y los gobiernos nacionales insisten una y otra vez en que la austeridad y los recortes sociales, a los que llaman reformas, son la solución. El Gobierno español alardea de que gracias precisamente a que se han “adelantado” a realizar las reformas que les dictan los mercados, las instituciones financieras internacionales, la Comisión Europea y el Consejo Europeo se ha podido evitar que España haya tenido que recurrir a ningún rescate, al que sí han acudido Grecia, Irlanda y Portugal.



Ni, por supuesto, sirven tales reformas para crear empleo, para garantizar pensiones dignas en el futuro ni para mejorar y equilibrar las relaciones laborales. Al revés, la precariedad laboral se generaliza. Y el acceso a las pensiones se hace más difícil para los sectores laborales más débiles, su financiación se contrae y, por lo tanto, sus cuantías están inevitablemente abocadas a reducirse en el futuro. Además se establecen, como en España, “cláusulas de sostenibilidad” en los sistemas de pensiones pese a que el bloque progresista del Parlamento Europeo ha logrado rechazarlas en el ámbito europeo.


En nuestro país y en plena contradicción con el principio de contributividad que se predica, se despoja a la Seguridad Social de una parte importante de su patrimonio – que de forma artera y en contra de las estipulaciones del Pacto de Toledo se contabilizó en su día como deuda cuando hubiera tenido que ser el Estado y no la Seguridad Social quien tendría que haberse hecho cargo de los déficits sanitarios – a cambio del voto de los partidos nacionalistas catalanes y vascos para poder seguir, así, haciendo reformas como la de la negociación colectiva. Reforma que refuerza de manera escandalosa el poder de los empresarios y que amplía la vía ya abierta en 1994 a los marcos autonómicos de negociación colectiva, cosa que ni siquiera sucede en los países con Estados más expuestos a un riesgo de ruptura, como Bélgica o Canadá. ¿Cuál es la lógica de todo esto? Probablemente la clave de lo que está pasando consiste en que la UE no lleva a cabo la política que tantos expertos – incluido el Partido Socialista Europeo - han recomendado y que la propia experiencia dicta.En primer lugar, en vez de tratar de salvar a los Estados, la UE está haciendo todo lo que puede para salvar a los bancos. Sobre todo a los bancos de los países más fuertes de la UE, como los alemanes, los franceses o los ingleses. El editorialista económico del “Financial Times”, Martin Wolf, describía hace poco el meollo de la cuestión: “El paquete de las deudas (privadas) podridas ha pasado de la economía real a la financiera, después a los Estados, los cuales tratan de pasarlo a los más débiles de entre ellos”. Otro Martín, Martín Seco en este caso, escribía la semana pasada en el diario Público que “entre 2009 y 2010, las entidades financieras alemanas han reducido su exposición a la deuda de los mal llamados “PIGS” de 500.000 a 230.000 millones de dólares, y de forma similar las francesas”. En el diario El País del 4 de Julio el corresponsal en Berlín hacía referencia a esta enorme operación de transferencia del riesgo desde las entidades financieras y similares a algunos Estados. El caso de Alianz, se decía, es paradigmático de cómo ha beneficiado el rescate de Grecia al sector privado alemán: en enero de 2010, Alianz tenía 3.300 millones de euros en deuda griega, hoy tiene sólo 1.300”. Cuantos más rescates menos riesgo para los bancos, más riesgo para los Estados afectados y más pobreza para la mayoría de sus ciudadanos. En la misma tesis abundaba el artículo de Ignacio Sotelo (El País, 5 de julio de 2011): los bancos y las aseguradoras alemanas están trasladando, desde los bancos a los Estados, los riesgos de impago de Grecia y de otros países que podrían verse arrastrados por la quiebra griega Los cuales, a su vez, los trasladan a los ciudadanos, especialmente a los parados, a los trabajadores, públicos y privados, y a los pensionistas presentes y futuros. En segundo lugar, la UE tiene que ser coherente con la cesión de soberanía que han realizado los Estados, especialmente con el establecimiento del euro, mediante la creación de una auténtica soberanía no sólo monetaria sino también financiera y fiscal. Y poniendo en pie la Unión económica para hacer posible una mayor cooperación macroeconómica. Es condición necesaria para ello una profundización política de la Unión, entre otras cosas para levantar las cortapisas que Alemania impuso a la Unión Monetaria.Los responsables alemanes- Merkel, Schäuble, Westerwelle – hacen, por un lado, un canto al futuro de la Unión y del euro pero, por otro, bajo la presión del Tribunal Constitucional alemán (que ayer mismo amenazaba con poner en cuestión la legalidad de las ayudas a Grecia) pretende un imposible: que paguen los ciudadanos de los Estados más débiles el riesgo asumido por sus bancos alemanes. En realidad lo que la situación requeriría es poner en marcha un federalismo europeo compatible con el hecho de haber establecido una moneda única. Alemania no quiere que desaparezca el euro – tendría mucho que perder porque su moneda se revaluaría y perdería capacidad exportadora, el Mercado Único no estaría sometido al corsé de la imposibilidad de compensar las desventajas de competitividad mediante las devaluaciones monetarias y Europa, y con ella Alemania, perdería peso en el mundo – pero tampoco quiere una Europa verdaderamente federal.Alemania pretende la cuadratura del círculo. Pero como afirmaba el premio Nóbel de Economía Amartya Sen - Le Monde, 4 de julio de 2011, en un artículo titulado “El euro hace caer a Europa” - no es posible querer una cosa sin querer, al mismo tiempo, aceptar las bases que la hacen posible. Ciertamente, escribía Sen, “se puede renunciar a la independencia monetaria pero cuando realmente existe integración política y presupuestaria, como sucede en los Estados Unidos de América”En tercer lugar, la UE necesita un auténtico presupuesto europeo de tipo federal. Actualmente el presupuesto europeo no llega al 1% del PIB, mientras que el estadounidense alcanza el 25%. Es difícil que los Estados miembros aceptaran en estos momentos financiar un presupuesto mucho más federal. Pero, como ha propuesto el Partido Socialista Europeo, tal presupuesto podría ser financiado por la introducción, sólo en el ámbito europeo, de una tasa del 0,05% a las transacciones financieras. Con ello se recaudarían 250.000 millones de euros, el PIB europeo crecería un 1,3% y se crearían más de dos millones de empleos. El partido de los socialistas europeos también plantea destinar 800.000 millones de euros para crear 8 millones de empleos, financiados, entre otros ingresos, por un impuesto europeo sobre el carbono. Todo ello, además, debería de poner fin a la ruinosa competencia fiscal que impera en la UE, algo que mina las bases del Estado social y que sólo beneficia a las sociedades multinacionales.En fin, la UE necesita una Unión Social, una Unión Europea de los trabajadores. El modelo de Gobierno económico y social y el “Pacto por el Euro” implican la mayor ofensiva contra los pilares del modelo social europeo que se ha producido desde la creación de la Comunidad Europea. Para los trabajadores y sus organizaciones sindicales, que estuvieron entre las fuerzas más pro-europeas, la UE está pasando hoy de ser la solución a ser el problema. La desafección hacia la deriva que está tomando la construcción europea – aún manteniéndose mayoritariamente el deseo de unidad europea- es creciente. El Fondo Monetario Internacional, en documento de noviembre de 2010 - IMF Staff Position Note, “Lifting Euro Area Growth: Priorities for Structural Reforms and Governance”-, afirma que: “Las presiones de los mercados podrían conseguir lo que otras vías no han logrado. Cuando los países se enfrentan a situaciones de crisis profundas, las autoridades encuentran muchas veces la ocasión para llevar a cabo reformas consideradas como difíciles, como lo demuestran los ejemplos de Grecia o de España”. Los hechos han demostrado que tales advertencias no eran papel mojado. Si esa lógica continúa la legitimidad social del proyecto europeo se puede poner en cuestión, la conflictividad social puede alcanzar cotas imprevisibles y la crisis política también. Hace tiempo que comparto la idea que expresaba recientemente en la prensa diaria Juan Carlos Rodríguez Ibarra de que Zapatero debiera haber dimitido y convocado elecciones tras su vuelta de Davos, aduciendo que ni compartía la política que le querían imponer ni esa política era la que figuraba en el programa con el que había ganado las elecciones. Creo que si hubiera hecho eso le habría ido mejor al socialismo español, que al país no le hubiera ido peor y que, incluso con un Gobierno de otro partido, las contrarreformas que habría llevado a cabo bajo la presión de la UE y de las instituciones internacionales hubieran sido algo más mitigadas. Estimo, a mi vez, que cuanto antes Zapatero convoque las elecciones generales, mejor. Primero porque nos evitaremos que realice otras reformas que no nos salvan de nada. Como esta reforma de la negociación colectiva que estaría llamada a empeorar si se tramita en esta legislatura como Ley, lo que decaería si se convocan pronto elecciones. Segundo porque, como ha dicho Erkoreka, no creo que lo que haga el PP si llega al Gobierno y sigue las orientaciones del Consejo Europeo del 7.6.2011 – las mismas que han inspirado la reforma de la negociación colectiva y que plantean la rebaja de cotizaciones sociales, desvincular los salarios de los precios, presentar, en caso necesario, este próximo otoño una nueva reforma del mercado de trabajo – sea muy diferente a lo que ha hecho o seguiría haciendo el actual Gobierno. Y, finalmente, porque seguramente de esa manera tenga el PSOE menos desgaste y pueda cosechar un resultado más positivo del que le auguran las encuestas.
José María Zufiaur

domingo, 3 de julio de 2011

Por qué Grecia (y España) no se recuperarán


Vicenç Navarro

Veamos los datos, comenzando por las reglas que los bancos escribieron sobre las cuales se establecería la Eurozona. Estas reglas son las responsables de que Grecia nunca podrá (ni tampoco España) salir de la recesión a través de las políticas que se están siguiendo. Una fue que los Estados, al incorporarse al euro, perdieron el control sobre su propia moneda. Es decir, que en momentos de recesión (cuando la economía está estancada), el estado griego no puede devaluar la moneda y con ello poder abaratar sus productos y venderlos más fácilmente al exterior, recuperándose a base de ello. Suecia y Noruega, por cierto, se han recuperado de la recesión mucho mejor y más rápido que Finlandia, como consecuencia de que los dos primeros pudieron devaluar su moneda, lo cual no pudo hacer Finlandia al pertenecer al euro.El mayor problema que tiene la economía griega no es primordialmente de carácter económico o financiero. Es un problema político. Tiene que ver con el enorme poder que la banca ha tenido, y continúa teniendo, en la estructuración de la Unión Europea y de la Eurozona, así como en la génesis de la deuda pública de los países llamados despectivamente PIGS, cerdos en inglés, (Portugal, Irlanda, Grecia y España). Ahora bien, este poder de la banca ha contado con un gran aliado y cómplice: las clases más adineradas de los países de la Eurozona, incluyendo las de los países PIGS.

Otra regla es que, al integrarse al euro, los Estados dejaron de tener la potestad de imprimir dinero y establecer el precio del mismo. Cuando un país está en recesión, su Banco Central imprime dinero y/o abarata el precio del dinero, disminuyendo así los intereses bancarios, facilitando que tanto los ciudadanos como los empresarios puedan conseguir préstamos con los cuales consumir bienes y servicios e invertir, y así producir empleo y estimular la economía. Negarle al estado que tenga control sobre el crédito es imposibilitarle el poder estimular la economía. Una función de un Banco Central es, precisamente, la de garantizar el crédito, lo cual funcionó bien en la mayoría de países europeos hasta que llegó la moda neoliberal con el Presidente Reagan de EEUU y la Sra. Thatcher de Gran Bretaña, que hicieron creer a muchos gobiernos europeos que desregular el crédito era bueno para un país. El último caso que vimos fue Islandia, que conllevó un enorme problema, como también lo creó en los otros países que desregularon el crédito (que fueron la mayoría).

Y, por si fuera poco, la tercera regla era que un país no podía seguir políticas expansivas de gasto público. Es decir, un estado no podría gastar mucho para estimular la economía, pues el estado, según el criterio de Maastricht, no podía tener un déficit estatal mayor del 3% del PIB y una deuda publica mayor del 60% del PIB. Claro que el criterio no decía cómo debía bajarse el déficit para alcanzar el número mágico del 3%. Pero insistieron en que los estados bajaran los impuestos como manera de estimular la economía, considerando erróneamente que los ricos, que eran los máximos beneficiarios de los recortes de impuestos, consumirían más que ahorrarían (de hecho, invirtieron en sectores especulativos). Esta insistencia en que el estado bajara los impuestos no dejaba al estado otra alternativa que la de recortar el gasto público. Esto eliminó la posibilidad de que el estado pueda estimular la economía mediante, por ejemplo, inversiones en áreas de creación de empleo.

Estas tres reglas hacen muy difícil, casi imposible, para Grecia (y para España), salir de la crisis. En realidad, estas reglas fueron muy importantes para que la crisis se presentara en Grecia con la gravedad con laque se ha presentado.

¿QUÉ PASA EN GRECIA? LA ALIANZA DE LA BANCA CON LOS RICOS 

Una característica de Grecia, que comparte con España, es que ha estado gobernada por la ultraderecha por muchos años. La dictadura de los coroneles fue (como lo fue también la dictadura de los generales en España) una dictadura de los ricos en contra de las clases populares. Ello ha determinado que los ricos no tienen la costumbre de pagar impuestos. El fraude fiscal ha sido enorme, consecuencia de la laxitud del estado, que ha continuado controlado por los ricos durante la democracia que siguió a la dictadura. En 2010 sólo 15.000 griegos, de un total de once millones de ciudadanos, declararon al estado ingresos superiores a 100.000 euros al año, lo cual contrasta con la existente concentración de la riqueza y de las rentas, visible en los suburbios de las ciudades griegas. Se considera que casi la tercera parte de la renta nacional (la poseída por los ricos en su mayoría) no se declara.

Ello ha forzado al estado griego a endeudarse hasta la médula para pagar los gastos del estado (en infraestructura y en servicios públicos, así como en gastos militares que significan una carga muy importante en el presupuesto nacional). Esta deuda recoge también la deuda incurrida por los gobiernos militares, no elegidos democráticamente, y cuyo gasto militar lo tiene que pagar ahora el estado democrático. Éstas son las causas de que el estado griego tenga un problema de déficit del estado (12% del PIB) y de deuda pública, todavía mayor (150% del PIB). Pero esta realidad quedó, en parte, ocultada por el estado con la ayuda del banco Goldman Sachs. El diario alemán Der Spiegel descubrió las ocultaciones de las cuentas nacionales que el estado griego (gobernado por las derechas) había realizado con la complicidad de aquel banco estadounidense (que recibió un pago por ello de 800 millones de euros). Es imposible que la Comisión Europea (cuya mayoría son de partidos de derechas), no lo supiera. Por cierto, el que era Vicepresidente para Europa del banco Goldman Sachs, que realizó operaciones financieras con el gobierno conservador griego para ocultar la situación real del déficit público del estado griego, el Sr. Mario Draghi será el nuevo Presidente del Banco Central Europeo, poniendo a la cabeza de este Banco (que es un lobby de la banca, en lugar de ser un Banco Central) a la persona que ayudó más al desfalco de las cuentas públicas del estado griego.

Cuando el gobierno socialista salió elegido descubrió estos problemas, indicando que el déficit y la deuda eran mucho mayores de lo que el gobierno conservador había indicado. El estado está enormemente endeudado. Los bancos alemanes y franceses, pero también los bancos griegos (donde los ricos griegos depositan su dinero) han comprado la deuda pública a unos intereses abusivos. Por cierto, la mal llamada ayuda a Grecia es para asegurarse que el estado griego pagará a tales bancos. Y la enorme austeridad impuesta a la población griega por parte del estado (77.000 millones de euros, de los cuales 28.000 millones serán en recortes de gasto público y 50.000 millones en privatizaciones del patrimonio nacional) es para poder pagar a los bancos.

EL EURO Y LA CRISIS

Este endeudamiento del estado griego es beneficioso para los bancos y también para los ricos que no pagan impuestos, forzando al estado a endeudarse aún más. Pero es también beneficioso para los ricos y para los bancos extranjeros, pues el estado se siente en la necesidad de privatizar sus propiedades (a unos precios irrisorios) con lo cual vemos una enorme demanda de euros por parte de bancos de inversión para comprar tales propiedades. En realidad, en contra de lo que constantemente se dice y se alarma, el euro está en muy buena salud (demasiado buena para los empresarios españoles que tienen problemas para exportar), y ello se debe a la enorme demanda de euros con los cuales se compra la privatización de los bienes públicos de Grecia (y de España). Véase el caso de las cajas de ahorros españolas, que se están vendiendo a unos precios muy bajos. Y todo ello con la ayuda del Estado. De ahí que las privatizaciones sean una estrategia impuesta por la banca a los países del euro como manera de conseguir la venta del patrimonio y servicios muy rentables de los países periféricos.

Vemos así como el enorme dominio de la banca explica que los estados periféricos estén estancados en su deuda sin poder salir de ella, lo cual no ocurre por incompetencia, sino por diseño, pues así consigue introducirse y conseguir mayor rentabilidad al comprar a precios muy bajos lo que antes era público. Cualquier lector de este artículo debiera indignarse. Por cierto, este artículo fue enviado a algunos de los medios de mayor difusión del país, ninguno de los cuales consideró oportuno publicarlo. Agradecería al lector que lo distribuyera lo más ampliamente posible.


Vicenç Navarro, Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University