viernes, 27 de mayo de 2011

No he de callar por más que con el dedo...


Carlos Martínez García – ATTAC Andalucía.
Carta abierta a las cúpulas del PSOE:
La dirección socialista ha encontrado una formula mágica para justificar su debacle electoral: la Crisis. La crisis es la palabra talismán, pues derriba gobiernos, crea indignación… pero en el caso del Estado Español, el electorado del centro-izquierda ha dado la espalda a la socialdemocracia.
Pero no es tanto la crisis financiera “internacional” -es decir, de las potencias centrales y desarrolladas- sino la gestión de la crisis. La gestión de la crisis que han aplicado las dirigencias y gobiernos de carácter socioliberal ha consistido en aplicar a rajatabla medidas NEOLIBERALES. Sabiéndose como se sabe que la crisis la han provocado, en su fase actual, los banqueros y los fondos basura y especulativos, así como la burbuja inmobiliaria, en la que también están implicados los banqueros, nada de esto ha sido corregido y/o se han depurado responsabilidades.
Las clases populares han visto sus derechos y posibilidades recortadas. Se está transfiriendo, de forma escandalosa, rentas de las clases trabajadoras a la banca y la injusticia fiscal campa a sus anchas pues es sabido que, entre las SICAV y los Paraísos Fiscales, los ricos no pagan impuestos, pero exigen privatizaciones, recortes, libertad de despido…, no solo las políticas implementadas para superar la crisis no han sido socialdemócratas, es que no han sido ni siquiera keynesianas.
La Unión Europea que se está construyendo está alejada tanto del control democrático, como de la más mínima sensibilidad social y, cargándose el capitalismo renano, ha optado por el anglosajón, por la desregulación, la desprotección y, para colmo, el amparo al negocio de la deuda mediante rescates o la implantación de planes tipo FMI, semejantes a los que hace una década arruinaron a Argentina. Es decir, que los bancos privados saquen tajada de la deuda pública que, a falta de una auditoría, podemos señalar que en un gran porcentaje es privada.
Resumiendo, ¿acaso se podía pedir el voto tranquilamente a un o una huelguista del 29 de Septiembre, o a las y los manifestantes del 15 de Mayo?
Si el PSOE no cambia profundamente pronto alcanzará resultados similares a las históricas derrotas de sus homólogos europeos. El problema no son los candidatos, son las políticas y los programas. El problema es que las fuerzas transformadoras del siglo XXI comienzan a ser otras.
La ciudadanía ha hablado y a su manera a dicho no. Todo lo demás son excusas de mal pagador o ausencia de autocrítica de personas que viven en otro planeta.
Hay que refundar LA IZQUIERDA. Las izquierdas plurales y alternativas al neoliberalismo imperante solo podrán ser muy participativas, abiertas, populares y populistas, no dogmáticas, no sectarias y con un lenguaje y definición diferentes. Se necesita una carga de pensamiento basada en la reivindicación democrática participativa, el republicanismo y el cambio de paradigma económico, hacia lo verde y sustentable. Mientras tanto, hay que levantar y construir serias resistencias de las clases populares y hay que identificar claramente el enemigo, y éste es la banca, los poderes especulativos financieros, las grandes transnacionales y las ideas xenófobas, autoritarias y conservadoras de las derechas. El PP engaña, miente y es descaradamente neoliberal, pero en estas elecciones ha dicho lo contrario de lo que iba a realizar, y mucha gente, por hartazgo, cabreo o búsqueda de la seguridad que da ser lacayo de un rico, les ha votado.
Hace falta mucha pedagogía política y las izquierdas la han abandonado, si bien los movimientos cívicos -menos mal- la hemos recuperado.
La renovación de ideas progresistas, de izquierdas y transformadora, está pues ahora en las calles, los blogs y los sitios de la red. Si las cúpulas políticas que afirman no ser conservadoras nos ven como enemigos, es su problema, o bien que han cambiado de bando. Si nos intentan manipular ya han fracasado de antemano.
La liberación de los pueblos de las trabas del capital y la opresión está en sus manos, pero es que siempre ha sido así.
Lo que no se puede negar es que han aparecido nuevos actores políticos y esta realidad ha llegado para quedarse, porque los tiempos están cambiando.

miércoles, 25 de mayo de 2011

La emergencia de una nueva izquierda

Antonio García Santesmases*
                                   Estamos en las primeras horas y las imágenes se agolpan y no somos capaces de digerir tantas noticias: triunfo espectacular del Partido Popular; gran resultado para Bildu; remontada de Izquierda Unida; supervivencia de Unión Progreso y Democracia; éxito de Álvarez Cascos en Asturias y. debacle, cataclismo, hundimiento del partido socialista. A partir de ahí se abren todas las interrogantes: ¿se mantiene el calendario previsto por el Presidente del Gobierno?; ¿es deseable agotar la legislatura?; ¿se abre un proceso de primarias?; ¿se va a un congreso extraordinario para investir al nuevo candidato?
                                       A lo largo de esta semana se irán despejando muchas de estas interrogantes pero ahora es el momento de realizar un primer balance. Un balance en el que, a pesar de lo catastrófico del resultado  para  los socialistas, creo, que no todo son malas noticias. Si tomamos alguna perspectiva lo podemos ver con mayor claridad. En primer lugar podemos estar en el camino para pensar que el terrorismo de Eta ha sido una  pesadilla,  una pesadilla que, por fin, pertenece al pasado. Son tantas las elecciones marcadas por los asesinatos: Francisco Tomás y Valiente, Fernando Múgica en el 96, Fernando Buesa en el 2.000, Isaias Herrero en el 2.008, el terrible atentado islamista en el 2.004.
                                Por ello la primera gran noticia es ésta. Hemos asistido  a unas elecciones, sin violencia, donde hemos escuchado voces que nunca habíamos escuchado y oído hablar de cosas que parecíamos haber olvidado.
                                En segundo lugar, a pesar de que  habíamos leído una y otra vez que la crisis no provocaba respuestas desde la izquierda, que nadie canalizaba el malestar, que  la crisis sólo propiciaba un crecimiento de las posiciones ultranacionalistas, xenófobas  y racistas, lo que ha ocurrido en estas elecciones es la emergencia de una Nueva Izquierda. Una Nueva izquierda  con la que la Socialdemocracia, quiera o no, tendrá que discutir, que dialogar, que negociar y que repartirse el espacio político y electoral. El precio a esta emergencia (no todo iban a ser buenas noticias) es la consolidación de un bloque de derechas extraordinariamente potente.
                                El que las elecciones se hayan realizado en un clima pacífico, sin violencia, sin coacciones, responde a dos  hechos dignos de ser subrayados: al carácter pacífico, no violento, del movimiento del 15 M y a la habilidad de la gestión de la crisis por parte de las autoridades del Ministerio del Interior. Es probable que todo el mundo  hoy lo piense, aunque no quieran reconocerlo.  Son  muchos de los que vociferaban pidiendo una rápida y contundente intervención policial; espero que se hayan dado cuenta de su error; y confío también en que, a la vista de los resultados, no tengan más remedio que reconocer que sólo a partir de teorías conspirativas, un punto alucinadas, cabía imaginar que era Rubalcaba el que estaba detrás de todo.
                          Todos corremos el peligro de sucumbir a nuestras alucinaciones y esto les ha ocurrido a muchos comentaristas de derechas que no han sido capaces de ver lo que estaba ocurriendo. Y lo que estaba ocurriendo era la aparición de un movimiento social que va a marcar por mucho tiempo la experiencia de  una nueva  generación que se hace presente en el espacio público. Si repasamos brevemente lo ocurrido lo podemos comprender mejor. La campaña comienza en un clima de polarización entre los dos grandes partidos, azuzada por la aparición de los dos ex Presidentes del Gobierno, que hablan de Eta, de Eta y de Eta: que vuelven a recordarnos el uno que Mayor Oreja no se enteraba de nada y el otro que hay que ganar para echar a Eta de las instituciones.
                              Que ante lo que estaba ocurriendo, ante lo que llevaba ocurriendo desde mayo del 2.010, el tema central de la campaña  fuera la capacidad que tenían  los ex Presidentes de gobierno para calentar a los adictos de ambas clientelas no era normal: Máxime cuando tales apariciones  tuvieron un complemento estelar  el 15 de mayor; ese día  fueron condecorados por el Alcalde de Madrid. Estábamos en plena reminiscencia del pasado, parecía que en España, a pesar de la crisis, nunca pasaba nada. De pronto aquella tarde, en plenos festejos de San Isidro y tras las condecoraciones matutinas, una masa de ciudadanos se lanza a la calle y demuestran tener una capacidad de convocatoria muy superior a la del Primero de mayo.
                           Tras el  éxito en la convocatoria  unos pocos  deciden acampa en la Puerta del Sol. Pienso que la cosa no hubiera llegado tan  lejos como  han llegado si  la Delegación del gobierno en Madrid, a instancias del Ayuntamiento, no hubiera forzado su desalojo. Lo ocurrido, a partir de entonces, todos lo conocemos: más y más gente apoya la concentración, las acampadas se multiplican por todo el país y trascienden nuestras fronteras, ocupando la atención de todos y colonizando la campaña electoral. Algo extraordinario ha roto la campaña pero, en esta ocasión, no ha sido ni un atentado terrorista de Eta, ni un atentado islamista.
                           Estamos ante un movimiento social, heterogéneo, complejo,  que incita a  una rebelión cívica  frente al dictado de los poderes económicos. Estamos ante una  rebelión cívica frente a la imposición de una economía que impone la restricción de los derechos sociales, la pérdida de las garantías laborales y  el final de las expectativas de una progresiva  mejora social  y de un  futuro digno.
                               Estamos ante un grito. Un grito que hasta ahora no habíamos oído. Un grito de una nueva generación que llama a la puerta porque observa  cómo se van cerrando las oportunidades, se van cercenando las esperanzas, se van imponiendo las restricciones. Es verdad que la proclama del movimiento, en principio, era apolítica, era  apartidista. Pero  al tener que ir concretando la propuesta, quedaba claro que iba a afectar mucho más a los votantes de la izquierda moderada: se estaba pidiendo una reconsideración del sistema  mientras iban apareciendo muchas de las reivindicaciones de la Izquierda radical: la separación Iglesia Estado; el apoyo a la memoria republicana; la defensa de los derechos sociales; la apuesta por una banca pública; la crítica a una Europa sometida a los dictados del capital. Los analistas se dan cuenta, inmediatamente, de que estos manifestantes no piden menos socialismo, están pidiendo más socialismo.
                    Emerge pues un movimiento que necesitará tiempo para encontrar una traducción política, que necesitará muchas mediaciones para combinar la espontaneidad con la propuesta, pero que nace de una experiencia que ha quedado grabada en  la base social de la izquierda: por más que los políticos intenten hacer otra cosa, al final  son doblegados. Por eso me permito recomendar al lector que al analizar las manifestaciones  complete la perspectiva  con la visión de la película Inside Job: Obama recurre al final, a  pesar de todas sus promesas, a muchos de los causantes del desastre de la economía norteamericana. Como le ha pasado en España a Zapatero. Los dos ejemplifican bien los límites de la política reformista.
                               Y ante esos límites una nueva generación quiere ampliar el espacio de lo posible. Quiere que sus deseos no se queden en pura retórica, quiere que se hagan realidad. ¿Es ello posible? Mucho tiempo habrá para pensarlo porque una de las consecuencias de la movilización es que,  por muchos que los acampados abominaran  del bipartidismo, las elecciones marcan un mundo lo más alejado del bipartidismo que pudiéramos imaginar. Un partido hegemónico de la derecha ha triunfado; tiene  un apoyo electoral impresionante y  por si  le hiciera falta, siempre contará con el  respaldo de CIU.  El  centro derecha, español y catalán,  irán limando  asperezas,  negociando acuerdos,  reavivando  los buenos- viejos tiempos del 96 al 2.000. Más de un medio de comunicación está por la labor de ayudarles en el empeño.
                          Frente al  bloque de poder a la  izquierda le espera un largo peregrinar.  Al igual de lo ocurrido en la Alemania de los años ochenta, a mayor crecimiento de la Izquierda alternativa, mayor hegemonía de la CDU. En Alemania la cosa duró desde el 82 al 98. Fueron muchos años, bien es cierto, que fueron años conformados por la caída del muro de Berlín. ¿Qué ocurrirá aquí?  En  España, después del 22 de mayo se dibujan dos mundos y dos universos. Una fuerte cultura de derechas liberal, conservadora, católica, que tiene grandes diferencias en su concepción de la nación pero que tiene grandes coincidencias en las medidas empresariales, fiscales y  laborales que hay que desarrollar. Frente a ese bloque hegemónico una socialdemocracia que sabe que, a partir de ahora, el voto útil no funciona para la nueva generación, que sabe que los afectos y los agravios  se han agrandado porque unos piensan que estos manifestantes no se dan cuenta, no comprenden que no se  puede hacer otra cosa, que bastante se ha logrado evitando lo peor. Pero los otros precisamente de lo que  están hartos es  del mal menor  y  consideran que ha llegado la hora de decir Basta.
                           W. Brandt lo veía con claridad  Unos optaban por congelar la situación y otros osaban más democracia. La socialdemocracia se quedó en medio y allí siguió durante muchos años. Unos querían soñar el futuro y otros gestionaban el presente. La socialdemocracia estaba en medio, quería aunar las dos cosas pero no supo, no pudo, había perdido las habilidades y la cosa duró una generación. Esperemos que aquí no ocurra lo mismo.
*Antonio García Santesmases es Catedrático de Filosofía Política de la UNED y miembro de Izquierda Socialista-PSOE