martes, 26 de octubre de 2010

Por la concordia y en defensa de Cataluña: redescubriendo a Azaña

Alfredo Carralero

Aunque no estemos muy al corriente de los arcanos del Tribunal Constitucional, se veía venir que la sentencia que se iba a dictar sobre el Estatuto de Cataluña, sería un éxito total de la derecha españolista instalada en su discurso único sobre España, “su España”.

En esencia no hay nada nuevo, una vez más la pereza mental, el recurrir a tópicos manidos, el presentar “su España” como la única posible, como la historia consagrada y canónica, parecen haber ganado la batalla ideológica y el discurso del nacional catolicismo que a partir de 1880 empiezan a sistematizar Menéndez Pelayo, después Herrera Oria y otros, que fue la columna vertebral de la Restauración borbónica primero y después de la dictadura franquista y que queda resumido, en palabras de Menéndez Pelayo, en las que define el destino cultural-militar de España como “luz de Trento, martillo de herejes”.

Así pues se perfila la España unitaria, clerical, caciquil, militarista, la España de epopeyas conquistadoras, víctima de las conspiraciones de la Leyenda Negra o más recientemente de la conspiración judeo-masónica. La España de un colonialismo teocrático, tétrico, pequeño, de las guerras de África, de los ejércitos coloniales al mando de los millanes astrays, francos y demás.

Frente a todo esto, parece que la izquierda no quiere dar la batalla y contraponer otra lectura posible de la Historia de España. Parece que estamos dejando la definición de la Nación Española a la derecha, a esa derecha que algunos han venido a llamar la “derecha furiosa”, que después de haber escondido, como su pecado original, su procedencia franquista, se desinhibe y se presenta como realmente es: el PP se conforma como un partido con unas élites y un discurso, cercano en ambos casos a la extrema derecha en todos los aspectos de la política y de la vida social.

El asalto o el mantenimiento en el poder en su caso, lo realiza la derecha, con todo tipo de maniobras, sin importar en absoluto su coste político en relación con la convivencia y la crispación social producida. Su munición favorita es el hipernacionalismo españolista, las “españas que se rompen”, los insultos a los catalanes, el pánico a que pudiera solucionarse el problema del terrorismo de ETA, mediante algún tipo de negociación final. Pues ambos temas uno y otro les producen unos cuantiosos réditos electorales. Frente a ello la izquierda se mantiene autista, sin defender con brío un modelo, su modelo, diferente de entender la Nación Española y su estructuración territorial.

Llama al bochorno más absoluto, como, desde el Gobierno se ha defendido como un éxito la sentencia del Tribunal Constitucional, con ideas tan peregrinas como que el 95% del texto no se había tocado, o que los retoques son fundamentalmente técnicos y no políticos, etc. Lo que ocurre realmente es que los catalanes se han sentido insultados, engañados y abandonados, bien por un Gobierno que no pudo o no quiso defender sus compromisos con Cataluña y desde luego escarnecidos por un presunto Tribunal Constitucional guardián de las esencias mas casposas del españolismo.

Por otra parte el conglomerado mediático, próximo al PP se ha dedicado a denigrar, insultar y hacer gala de una catalanofobia en crescendo, que hubiera dado cobertura incluso a sentencias mucho más restrictivas del Estatuto de Cataluña. Todo esto no ha hecho otra cosa que crear una fractura en la sociedad catalana, que no existía.

Se puede estar o no de acuerdo con partes mas o menos extensas o cruciales del Estatuto lo que no se puede consentir, hay que decirlo alto y fuerte, es que los "salva patrias” del PP y aledaños se arroguen ser los defensores y definidores de una forma de entender España. Y esto desgraciadamente no es nuevo, es historia. Ya la Dictadura primorriverista, se da cuenta rápidamente de los réditos políticos que obtiene atacando a Cataluña en todos los frentes: atacando al catalanismo político, prohibiendo hablar en catalán o el uso de su bandera, arrogándose el merito de acabar con el problema sindical en Cataluña, por cierto con el expeditivo método de potenciar y pagar grupos de pistoleros para asesinar a los cuadros y militantes de la CNT. Y  todo esto a pesar de que Primo de Rivera buscó apoyos, entre otros, en el catalanismo de derechas, para su golpe de estado.

Pues bien, así enquistado el problema, en 1930 en plena “Dictablanda”, se produce una iniciativa de extraordinario interés: la de una visita colectiva de intelectuales, fundamentalmente de Madrid, que en la ultima decena de marzo de 1930 llegan a Barcelona y que está compuesta por algunas de las personalidades mas destacadas del pensamiento, la ciencia, la investigación, la política y el arte. Personalidades tan conocidas como: Menéndez Pidal, Osorio y Gallarzo,  Marañón, Ortega y Gasset, Américo Castro, Albornoz, Azaña,  Luís de Zulueta, Urgoiti, etc. Son recibidos en Barcelona con grandes demostraciones de simpatía, y el motivo, un tanto lejano, de la visita y confraternización es el hecho de que unos años atrás en plenos ataques y prohibiciones furibundos de la Dictadura contra el uso de la lengua catalana, éstos intelectuales madrileños firman un manifiesto de solidaridad y cariño por Cataluña su lengua y quienes la defienden.

Se realizaron múltiples actos que ponen de relieve la amistad, sintonía  y concordia entre intelectuales catalanes y madrileños: en uno de ellos, que no estaba previsto que fuera el mas importante, en la noche del 27 de marzo se reúnen en el restaurante Patria de Barcelona, un buen numero de intelectuales de izquierdas, catalanes y de Madrid, entre ellos Manuel Azaña, quien a la hora de los discursos toma la palabra y desgrana un discurso lleno de lucidez y capacidad de análisis sobre cómo se puede entender el hecho español, las relaciones con Cataluña, la denuncia del más burdo españolismo, las relacione entre el centro y la periferia y en fin los múltiples problemas y posibilidades de ver y entender la Historia de España de una forma diferente, luchando por desterrar para siempre la versión trientina y militarista, de la ya entonces imperante derecha.

Dijo Azaña: " nos habéis hablado continuamente de gratitud por aquello del manifiesto a favor de vuestro idioma. Y en efecto en días de dolor para todos, singularmente amargos para Cataluña, pensando en vuestros sentimientos maltratados, queríamos deciros lo que era menester entonces para que os llegaran unas palabras de ánimo y el testimonio de que no estabais solos. Pero bien miradas las cosas no debéis agradecernos nada, porque queríamos solamente cumplir con el deber elemental de exigir que os guardasen el debido respeto a la inteligencia, y en ella a la personalidad de los pueblos que se manifiesta precisamente en las obras de la inteligencia. Y esto lo queríamos hacer, no de una manera fría o en virtud de un principio general que podría aplicarse de la misma manera a cualquier país lejano, sino con plena conciencia de las realidades de Cataluña, de sus creaciones actuales y del rango que ocupa entre los pueblos peninsulares, unidos a través de tantas vicisitudes históricas con un destino superior común.

Continuó Azaña haciendo una presentación del problema desde el punto de vista de Cataluña y el resto de España: “ En aquella protesta, por lo tanto, no solo nos manifestábamos en defensa vuestra, sino también en defensa propia, para borrar la mancha que se pretendía echar sobre nuestro país en una de las maniobras mas bajas de la Dictadura “... " Razones delirantes, ofensa perpetua al buen criterio, al entendimiento y al sentido común ".

Porque lo que a continuación deja claro Azaña, es que defender la libertad de Cataluña es defender la libertad de todos en conjunto, y del rubor que le embarga al ver como el idioma castellano sirve para crear leyes despóticas: " Por efecto de aquella estupidez padecimos además de una opresión (general) en cuanto ciudadanos (españoles), un agravio particular en nuestra condición de castellanos. El rubor nos embarga al ver que para oprimir a los catalanes se invocaban  las cosas más nobles profanadas por la Dictadura, ¿Vosotros os doléis justamente de que se oprimiera a Cataluña? ¿Pero no habríamos de indignarnos aun más al ver que para oprimir a vuestra Patria se tomara como pretexto a otra Patria? ¿Al  ver que nuestro idioma servía para promulgar en Cataluña unas leyes despóticas? ¿Que se cometía la indigna falsedad de lanzar contra este país  la idea de una España incompatible con las más sencillas y justas libertades de los pueblos? Contra todo esto se elevo nuestra protesta”.

Continua Azaña diseccionando el manido termino de “patriotismo ":
Yo no soy patriota. Este vocablo, que hace mas de un siglo (recuérdese que Azaña habla en 1930)significaba revolución y libertad ha venido a corromperse, y hoy, manejado por la peor gente, incluye la aceptación más relajada de los intereses públicos  y expresa la  intransigencia, la intolerancia y la cerrazón mental. Mas si no soy patriota, si soy español por los cuatro costados, aunque no sea españolista.
De  ahí que no me considere miembro de una sociedad ni mejor ni peor, en esencia, que las demás europeas de rango equivalente”.

Y hace Azaña un canto a la libertad, a la concordia y al entendimiento entre Cataluña y el resto de España: " Gracias al catalanismo será libre Cataluña; y al trabajar nosotros, apuntalados en vosotros, trabajamos para la misma libertad nuestra y así obtendremos la libertad de España. Porque muy lejos de ser irreconciliables, la libertad de Cataluña y la de España son la misma cosa. Yo creo que ésta liberación no romperá los lazos comunes entre Cataluña  y lo que seguiría siendo el resto de España. Creo que entre el pueblo vuestro y el mío hay demasiados lazos espirituales, históricos, económicos para que un día enfangándonos todos, nos volviésemos la espalda como si nunca nos hubiéramos conocido. Es lógico que en tiempos de lucha establezcamos el inventario cuidadoso de lo que nos separa; pero será bueno también  que nos pongamos a reflexionar sobre lo que verdaderamente -no administrativamente- nos une”.

El discurso de Azaña sorprende e impresiona a sus oyentes contemporáneos, por la conjunción de ideas y propuestas nuevas, para entonces, sobre el tema del nacionalismo y la forma de entender España. Azaña se muestra como una de las mentes más claras al analizar parte de los problemas de la sociedad española, desecha el mero formulismo legalista, si ese legalismo, tan del gusto de los tiempos actuales por cierto, en que parece que para una parte importante de la izquierda el único mecanismo político de atención que conocen es el BOE. Pues bien Azaña en otro discurso algo posterior, del 13 de octubre de 1931, con motivo de la discusión sobre la laicidad del Estado Republicano dice: «Realidades vitales de España; eso es lo que debemos llevar siempre ante los ojos; realidades vitales, que son antes que la ciencia, que la legislación y que el gobierno... Nosotros debemos proceder como legisladores y como gobernantes y hallar la norma legislativa y el método de gobierno que nos permitan resolver las antinomias existentes en la realidad española de hoy; después vendrá la ciencia y nos dirá como se llama lo que hemos hecho.... " .

Ya en el Gobierno de la Republica hace Azaña gala de coherencia ideológica y de su compromiso con Cataluña y defiende su Estatuto en  las Cortes, el 27 de mayo de 1932. Todo el discurso es un magistral análisis político histórico y la forma en que la izquierda progresista de entonces (y la de ahora añadiríamos), se debe enfrentar al hecho plurinacional de Las Españas. Por su interés, en algún caso y desgraciada actualidad, en otros, transcribo alguno de los párrafos

La forma torpe, mezquina, de soluciones de cuentagotas, analiza Azaña, de enfrentar el problema catalán, que no hace sino llevar a los peores resultados, en sus palabras: “se adopto una política de paliar, de sobresanar la herida con medidas intermedias, sacadas con regateo y forcejeo, no siempre con pleno decoro del poder público. Esta política produjo los efectos más dañosos, porque no pudo contentar a nadie: a los catalanes, por la propia actitud de recelo, de desdén de obligarles a esa posición del que pide, del que amenaza, del que no sabe hacerse oír; y al resto de la opinión española … porque se la dejo una impresión dañosa y perniciosa cuyos resultados estamos tocando ahora, a saber: que las Cortes y los Gobiernos no eran dueños de  su libertad …ante las aspiraciones o las pretensiones de los catalanistas y que ningún Gobierno era dueño de resistir a la coacción política de los partidos catalanes. Éste fue el peor resultado de aquella política”.

Vuelve Azaña a analizar parte de las raíces y el contenido del nacionalismo españolista:
“ había un enlace profundo misterioso, preñado de consecuencias históricas  entre el prestigio de la Corona y la oposición irreductible  a transigir con el sentimiento autonomista … este enlace profundo se identificaba en la fidelidad a la Corona, con la unidad absolutista y centralista de España, y estos dos sentimientos se quería identificarlos con el patriotismo español”.

Y propone Azaña otra forma de enfocar España, su historia y el quehacer político: “¿Y ahora se pretende que sigamos…  con el unitarismo absorbente y de asimilación oponiéndonos a las querencias españolas más antiguas? Jamás, perseguimos con esta política (se refiere a la creación de autonomías) satisfacer viejas querencias y apetencias españolas que habían sido desterradas del acerbo del sentimiento político español por la monarquía absorbente y unitaria, y que son españolísimas, mas españolas que la dinastía y que la monarquía misma”.


Y todavía nos sorprende, a nosotros sus discursos, por la desgraciada vigencia que tienen ochenta años después y pasadas muchas aguas bajo el puente de la Historia: una terrible Guerra Civil, una brutal dictadura fascista, y treinta y tantos años de Régimen Democrático. Sustitúyanse los términos «Dictadura ", «leyes despóticas ", y algún otro por «medios afines a la derecha " o " rodillo de propaganda ", y muchos pasajes del discurso son  una descripción de la estrategia de la derecha actual con respecto al problema nacional.

Lo que si ha variado es la actitud de la izquierda, frente a iniciativas históricas como la firma de un manifiesto en defensa de Cataluña o el viaje de confraternización al que nos estamos refiriendo, la izquierda actual, se mantiene en una atonía, en una especie de electroencefalograma plano, que a ningún lado lleva, parece que se carece de ideas que defender y por las que movilizarse. Lo más que se les ocurre es hacer declaraciones rimbombantes sobre la necesidad de aceptar el fallo de un tribunal, que más parecen un grupo de tahúres cogiendo sitio para el juego. Los más audaces plantean introducir con todo tipo de añagazas legales modificaciones de rondón a las leyes, sin explicación, sin pedagogía, sin movilizaciones, que expliquen y convenzan de por qué se exigen determinadas cosas, con respecto al Estatuto de Cataluña y temas aledaños. No se trata de que se deba estar de acuerdo necesariamente con el Estatuto en su totalidad, ni mucho menos. Se trata de respetar a Cataluña y abrir una discusión viva entre la izquierda de lo que representa la articulación ¿federal?, de España.

Y ello se podía iniciar como hace ochenta años, con una magna reunión de catalanes, madrileños y otros nacionalistas que se quisieran unir a la iniciativa sin importar su procedencia, para llegar a puntos de satisfacción y concordia sobre el problema nacional y estatutario. Dudaba en las líneas anteriores si explicitar que debían asistir madrileños, pero creo que decididamente si. Para nuestra desgracia el Gobierno Autónomo de Madrid se está convirtiendo en el ariete de la derecha más ultramontana, que va por la senda del insulto y la descalificación de Cataluña siempre que se le brinda la oportunidad, y cuando no, también. Su portavoz, la inefable Esperanza, con una cuidada y preparada puesta en escena de chabacanería no da puntada sin hilo, recurriendo al supuesto enfrentamiento Madrid Barcelona, alimentándolo de forma artificial, presentando cualquier evento como una conspiración catalana contra Madrid, para quitarle sedes de empresas, vuelos, etc.

lunes, 25 de octubre de 2010

El mayor problema del Gobierno español


EL MAYOR PROBLEMA DEL GOBIERNO SOCIALISTA ESPAÑOL Y QUE LOS CAMBIOS DE ESTA SEMANA NO RESUELVEN
EL MAYOR PROBLEMA DEL GOBIERNO SOCIALISTA ESPAÑOL Y QUE LOS CAMBIOS DE ESTA SEMANA NO RESUELVEN
LAS CAUSAS POLÍTICAS DE LA CRISIS ACTUAL: LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS Y FISCALES DEL GOBIERNO AZNAR

Vicenç Navarro

Las derechas gobernaron España desde 1996 a 2004, plantando las bases para el desarrollo de la crisis económica y financiera actual. Bajo el mandato económico del Sr. Rato (que más tarde dirigió el Fondo Monetario Internacional), el gobierno Aznar implementó las políticas de reducción del gasto público, incluyendo gasto público social (iniciadas, por cierto, por el Sr. Solbes en 1993). Este gasto financiaba el escasamente desarrollado estado del bienestar, incluidas las transferencias (tales como las pensiones) y los servicios públicos del estado del bienestar (tales como sanidad, educación y servicios sociales, entre otros). Durante su mandato la tasa de crecimiento del gasto público social por habitante fue mucho más baja que la tasa de crecimiento de tal gasto en el promedio de la Unión Europea de los Quince, UE-15 (el grupo de países de semejante nivel de desarrollo económico al nuestro). De ahí que el déficit del gasto público social de España con el promedio de la UE-15 se disparara. Además de estas políticas de austeridad de gasto público, incluyendo el social, otras políticas llevadas a cabo por el gobierno PP (con el apoyo de la derecha catalana CiU) incluyeron la reducción de los impuestos y el aumento de su regresividad; la desregulación del suelo (que facilito la especulación inmobiliaria); la desregulación financiera (que facilitó el desempeño de las actividades especulativas de la banca y de las cajas); la reducción de las rentas del trabajo como porcentaje de la renta nacional total (que condujo al enorme crecimiento del endeudamiento de las familias) y otras políticas bien documentadas en mi libro “El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias” (Editorial Anagrama, 2006). Durante su mandato, el partido conservador neoliberal, presidido por el Sr. Aznar, no aprovechó el notable crecimiento de la economía española (mayor que el promedio de la UE-15) para corregir el enorme déficit de gasto público social que España tenía con el promedio de los países de la UE-15. En realidad, cuando el gobierno Aznar terminó su mandato (2004), el déficit de tal gasto per cápita era 2.243 euros estandarizados (euros modificados para hacer comparable su capacidad adquisitiva en países de distinto nivel de vida), mucho mayor que cuando comenzó su mandato en 1996, 1.784. Este dato da una clara imagen de la escasa sensibilidad social de las derechas españolas.

CÓMO EL LIBERALISMO (EN REALIDAD NEOLIBERALISMO) SE INTRODUCE EN LA CULTURA POLÍTICA SOCIALISTA

Ahora bien, el impacto, incluso más negativo que tuvo el gobierno Aznar es que, como antes había ocurrido con otros gobiernos conservador-neoliberales, uno en EEUU (Reagan) y otro en Gran Bretaña (Thatcher), el gobierno Aznar cambió los valores del establishment español (el conjunto de instituciones financieras, económicas, mediáticas y políticas que configuran la sabiduría convencional del país), pasando a dominar la cultura politico-mediática del país. El neoliberalismo pasó a ser la ideología dominante del establishment español. Esta fue su mayor victoria. De manera tal que afectó y transformó incluso al mayor partido de la oposición, el PSOE. El discurso de tal Partido cambió sustancialmente, y ello en parte debido a una visión extendida en el equipo del candidato a las elecciones primarias del 2004, José Luis Rodríguez Zapatero, de que había que “centrarse” y “modernizarse”, lo cual significaba abandonar no sólo muchos de los principios de la socialdemocracia, sino también, incluso, la narrativa de esta tradición política. En la presentación de su candidatura en el año 2004, Zapatero habló en varias ocasiones de las clases medias, pero nunca, ni una vez, de la clase trabajadora (supongo que por temor a parecer “anticuado”). Y su filosofía económica quedó reflejada en el libro del que fue su asesor económico Jordi Sevilla, “De nuevo socialismo”, (Editorial Crítica, 2006), en el que se hacían afirmaciones tales como que el Nuevo Socialismo no debía ni aumentar los impuestos, ni subir el gasto público (ello dicho y hecho en el país que tenía y continúa teniendo una de las cargas fiscales más bajas y el gasto público más bajo de la UE-15). De ahí el slogan que guió la política fiscal del más tarde Presidente Zapatero anunciando que bajar impuestos era ser de izquierdas.

Con esta filosofía, el déficit del gasto público social de España con el promedio de la UE-15 se conseguiría reducir primordialmente a base del crecimiento económico (en lugar de políticas fiscales redistributivas). En realidad, Miguel de Sebastián (procedente del sector bancario), que pasó a sustituir a Jordi Sevilla como el mayor asesor económico del Presidente, fue incluso más allá que Jordi Sevilla negando que fuera un objetivo de la política fiscal de un gobierno socialista redistribuir los recursos en España, limitando la función redistributiva al capítulo de gastos públicos, en lugar del capítulo de ingresos. Es más, añadía Miguel de Sebastián que “el estado, tal como propone el Partido Demócrata estadounidense debe ser un estado dinamizador frente a un estado del bienestar o asegurador”. Conozco bien el Partido Demócrata de EEUU (habiendo vivido en EEUU durante más de cuarenta años), y me preocupó enormemente que esta postura se transformara en la guía económica del gobierno socialista (ver mi capitulo “El modelo del Partido Demócrata como propuesta para las izquierdas españolas: debate con Miguel de Sebastián”, en el libro citado anteriormente El Subdesarrollo Social de España). Pero esta alarma se transformó en una enorme frustración cuando a Miguel de Sebastián le sucedió en la Dirección de la Oficina Económica de la Moncloa David Taguas (también procedente de la banca) que había llegado a favorecer la privatización completa de la Seguridad Social (tal como había hecho el General Pinochet en Chile). Más tarde, Zapatero nombró a otro neoliberal, Miguel Ángel Fernández Ordóñez como Gobernador del Banco de España. Estos nombramientos reflejaban una filosofía muy próxima a la Banca (el poder fáctico más poderoso existente en España), que auguraban malos tiempos para el socialismo español y para España.

Ni que decir tiene que la Nueva Vía (tal como se definió la sensibilidad política dentro del PSOE liderada por Zapatero) no era la única dentro del PSOE. Ya en las primarias, otras sensibilidades existían. Una, era la continuista del aparato de Ferraz, representada por José Bono, con un nacionalismo españolista jacobino que, de ganar, hubiera significado tensiones continuas con los socialismos periféricos (y muy en especial con el socialismo catalán). De ahí su escasísimo apoyo en Cataluña, donde el conservadurismo y nacionalismo españolista, insensible a la pluralidad de España, ha sido siempre muy impopular.

La otra sensibilidad eran las izquierdas que tenían a su vez varias identidades que, pese a la debilidad en el aparato de Ferraz, tenía amplios apoyos en las bases y muy en especial entre los sindicatos y movimientos sociales. Fue determinante para la victoria de Zapatero, pues le prestó su apoyo para parar a José Bono, el candidato más popular en el establishment y en el aparato del partido socialista español, pero menos entre las bases. Zapatero, sin embargo, cuando ganó las primarias y las elecciones, no incorporó a nadie de las izquierdas (excepto Cristina Narbona en el área ambiental), marginándolas en su equipo, lo cual no quiere decir que no influenciara las políticas sociales (la Ley de la Dependencia fue fruto de sus presiones). Pero su influencia en las áreas económicas fue nula. La mayoría del equipo económico, tanto en el Ministerio como en la Oficina Económica en la Moncloa, no eran ni siquiera miembros del PSOE y eran de sensibilidad neoliberal próxima a la Nueva Vía, e incluso más extrema. Solbes, que había iniciado las políticas de austeridad del gasto público social en el periodo 1993-1996 (cuando el gasto público social por habitante descendió incluso en términos absolutos) hizo suyo el objetivo de evitar el aumento del gasto público a través de políticas fiscales redistributivas (en unas declaraciones a El País, indicó que el éxito del cual estaba más orgulloso en su mandato era no haber subido el gasto público (22.07.09), desalentando la aprobación y/o expansión de derechos universales). 

Según el credo de la Nueva Vía, el objetivo del socialismo era crear una igualdad de oportunidades para todos, facilitando el potencial que cada persona tiene, asegurándose de que el hijo de un trabajador no cualificado tuviera las mismas posibilidades en la vida que el hijo de un burgués (un objetivo que, al menos en teoría, lo suscriben la mayoría de tradiciones políticas, y no sólo la socialdemocracia). La característica definitoria de la socialdemocracia (socialismo en democracia) para alcanzar este objetivo había sido a través de políticas públicas redistributivas, incluyendo políticas fiscales progresivas. La socialdemocracia en Europa siempre sostuvo que no se puede conseguir la igualdad de oportunidades sin medidas redistributivas muy profundas. Al abandonar este principio, las propuestas del equipo económico se reducían prácticamente a proveer becas a las familias sin recursos, lo cual era necesario pero dramáticamente insuficiente.

Consecuencia de este marco teórico dentro del cual se movieron los equipos económicos del gobierno socialista, el gobierno Zapatero continuó las prácticas del gobierno Aznar, reduciendo los impuestos y aumentando su regresividad. Esta continua reducción de impuestos fue, sin embargo, la razón de que el déficit estructural del Estado aumentara considerablemente. Este déficit no se había detectado debido al elevado crecimiento económico, consecuencia primordialmente de la burbuja inmobiliaria, facilitada por las políticas neoliberales promovidas por el Banco de España cuyo gobernador, el Sr. Miguel Ángel Fernández Ordóñez, nombrado por Zapatero, no sólo no vio venir (lo que varios economistas de izquierda sí vieron venir) la crisis, sino que con sus políticas estimuló su aparición. El nivel de incompetencia de tal Gobernador ha sido extraordinario, pues ha sido una de las autoridades más responsables de la crisis que España está sufriendo. La famosa frase de que la banca ha mostrado su gran solvencia gracias al Banco de España, no se sostiene en base a los datos. Solvencia no quiere decir que no haya bancos que se colapsen. Solvencia quiere decir que los bancos realizan su función de proveer crédito a empresas y ciudadanos. Y los bancos españoles son los que dificultan más el acceso al crédito en la UE-15. Hoy España está en el ojo del huracán financiero debido en gran parte a las políticas fiscales de los sucesivos gobiernos (Aznar-Zapatero) y monetarias y financieras (del Banco de España y del Banco Central Europeo).

EL AUMENTO DEL GASTO PÚBLICO SOCIAL: 2004-2008

El gobierno socialista durante este periodo cambió significativamente las prioridades presupuestarias, traduciendo una mayor sensibilidad social que la que había proyectado el gobierno conservador neoliberal del presidente Aznar. El gasto público social aumentó significativamente, en parte debido a la presión de las izquierdas, tanto dentro del gobierno (el equipo del Ministro de Trabajo dirigido por Luis Caldera) como fuera (IU, IC-V, ERC, BNG). Pero este crecimiento de gasto público social se basaba, tal como dije anteriormente, en el notable crecimiento del PIB más que en aumento de los impuestos y de su progresividad, siguiendo políticas redistributivas. En realidad se continuó la política fiscal de bajada de impuestos y aumento de su regresividad, que junto con las políticas del mismo signo seguidas por el gobierno Aznar, establecieron las bases para el déficit estructural del Estado español. Cuando el crecimiento económico dejó de existir, el déficit real del estado apareció en toda su intensidad. Es más, la regresividad del sistema fiscal explica que un descenso relativamente menor del PIB (uno de los más bajos de la UE-15) se tradujera en un disparo del déficit tan elevado, y ello como consecuencia de que la mayoría de los ingresos al estado proceden de las rentas sobre el trabajo. De ahí que cuando el empleo baja, se dispara el déficit público. Y ahí está la raíz del problema que el gobierno no se atreve a enfrentar, pues significa cambiar 180º las políticas económicas y fiscales que ha ido haciendo estos años y que las derechas continuarán si gobiernan de nuevo. Se requieren reformas, incluidas las fiscales, muy sustanciales que enfrentarían al gobierno con los poderes fácticos, incluida la banca. Entre estas medidas estaría el convertir las cajas en bancos públicos, tal como ha propuesto ATTAC.

Ni que decir tiene que este cambio de políticas (exigido por la exitosa Huelga General) es poco probable que se haga por el gobierno Zapatero, y ello no porque no existan alternativas (que las hay, y los sindicatos y las izquierdas, tanto dentro como fuera del PSOE, las han señalado con propuestas concretas, específicas y realizables), sino porque requiere un cambio muy sustancial del pensamiento económico del gobierno, rompiendo con la Nueva Vía y con el socioliberalismo. La composición del equipo económico (que hoy llega incluso a alabar a las propias agencias de valoración de bonos oponiéndose al establecimiento de una agencia europea de evaluación de bonos, presentándose como la mejor aliada –junto con el gobierno británico- del capital financiero) hace esta posibilidad imposible. Es el dominio del dogma sobre la razón. 

Y ahí está el mayor problema de Zapatero. Su filosofía de Nueva Vía le ha hecho enormemente vulnerable al neoliberalismo promovido por el establishment europeo, aceptándolo como inevitable. De ahí la necesidad de movilizarse –tal como están haciendo los sindicatos- no sólo para hacer cambiar estas políticas que nos están llevando al desastre, sino incluso más importante, para salvar la democracia en España, pues es inaceptable que hoy el gobierno español, haga lo que el gobierno Aznar hizo antes, imponer políticas impopulares utilizando el argumento de la inevitabilidad de las medidas, refiriéndose ahora a las exigencias de los mercados financieros como antes Aznar se refirió a la necesaria integración de España a la Unión Europea y a la Eurozona. La evidencia ha mostrado que España podría haberse integrado en la UE y en la Eurozona de otra manera (subiendo, por ejemplo, los impuestos, en lugar de bajarlos). Hoy, el mayor problema que tiene España es el elevado desempleo y escaso crecimiento, no el elevado déficit. El equipo económico de Zapatero considera este último el objetivo prioritario. No sólo no lo es, sino que el intento de reducirlo intensamente a base de reducir el gasto público está dañando la economía española.

EL FALSO DEBATE SOBRE EL POST-ZAPATERISMO

Una última observación: una de las características que me impresionó más desfavorablemente de la cultura política y mediática española cuando volví de mi largo exilio, fue la definición de corrientes y sensibilidades políticas por el nombre de las figuras política a las que se atribuía la capacidad de representarlas. Aparecían, así, expresiones como guerristas, borrellistas, zapateristas, bonistas, y un largo etcétera. Nunca en Suecia, Gran Bretaña o EEUU (países en los que viví), las sensibilidades se han definido en los medios de esta manera, pues conlleva una visión ofensiva al concepto de democracia, que reduce la política a la competitividad entre personajes de la política. Y aun cuando esta competitividad interpersonal puede, como es lógico, existir, tal manera de definir las sensibilidades políticas es profundamente injusta hacia las personas que se identifican con tales sensibilidades, pues se las reduce a seguidores del personaje que define la corriente. Y es también injusto para el propio personaje, pues le da una excesiva responsabilidad que no tiene y espero que no desee.

Esta reflexión viene al caso sobre la discusión del post-zapaterismo, como si el debate se centrara en la figura de Zapatero.- De esta manera se están consumiendo gran cantidad de páginas y horas de tertulia sobre el futuro del Presidente, lo cual es bastante irrelevante. Y digo irrelevante, no como señal de menosprecio a la figura del presidente Zapatero (al cual tengo gran respeto), sino al hecho que al centrarse, de nuevo, en una persona, no se analiza lo que es más importante: la sensibilidad política que el Presidente representa y que está implícita en sus políticas desde sus inicios, y que significa una visión y unos intereses que quedan ignorados en este énfasis personal de la política. Pero no se resolverá la situación económica de España si se cambia una persona o varias personas (como el cambio de gobierno que tomó lugar esta semana) a no ser que se cambien sus políticas. No concuerdo con la crítica que se hace constantemente al Presidente Zapatero de excesiva volatilidad y cambio de políticas. Todo lo contrario, el Presidente, en lo esencial y estructural, ha sido de una enorme coherencia y sus planes respondían al planteamiento de una sensibilidad político-económica bien reflejada en su equipo y que, era la versión española de una sensibilidad existente y dominante en el centro izquierda europeo –el socioliberalismo o Tercera Vía- que nos ha llevado al lugar donde estamos, con el colapso de los partidos socialdemócratas en este continente. Y este socioliberalismo es hoy dominante en el establishment del PSOE. De ahí que los cambios necesarios para salvar al PSOE (y a España) sean mucho mayores de lo que se discuten y prevén. A no ser que el PSOE recupere su compromiso con la universalidad y extensión de derechos sociales, laborales y económicos, alcanzados a base de políticas fiscales redistributivas (que requerirán enfrentamientos con poderes fácticos) que corrijan los enormes déficits sociales que España tiene (el gasto público social por habitante continúa siendo el más bajo de la UE-15) el socialismo español no se recuperará.
Vicenç Navarro, Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

viernes, 8 de octubre de 2010

El triunfo de un hijo del sur

Antonio García Santesmases - Catedrático de Filosofía Política de la Uned

   Pasará mucho tiempo hasta que podamos enjuiciar con alguna claridad lo ocurrido en estas semanas en el socialismo madrileño. Por si puede ayudar al lector me gustaría hacer un poco de historia; un poco de historia para situar la peripecia vivida por  Tomás Gómez y poder así evaluar con algún rigor  el resultado obtenido;   pienso que sólo así  es posible dibujar   los retos que va a tener que afrontar a partir de este momento.
   Comencemos con la historia. Una historia que remite a los avatares de la Federación socialista madrileña y a los momentos previos a la decisión de convocar primarias en Madrid. Son muchos los que han recordado los debates de los años treinta cuando Francisco Largo Caballero y Julián Besteiro eran elegidos diputados por Madrid y el partido estaba desgarrado por las querellas entre caballeristas y prietistas  en la primavera del 36.     Incluso algunos han traído a colación las palabras de Salvador de Madariaga cuando afirmaba que la división de los socialistas fue una de las causas decisivas de la guerra civil. No cabe duda que los aficionados a la historia volvemos  una y otra vez sobre aquella división entre los partidarios de mantener  la alianza con los republicanos de izquierda y los defensores de la  bolchevización del partido socialista. Volver a esa historia es imprescindible para entender el significado de la republica, de la democracia, del liberalismo, y del destino trágico de la historia de España. Pero  por duros que fueran los debates, por apasionadas que fueran las querellas entre unos y otros, hay que decir que la división atravesó al partido socialista en toda España. No fue nunca un problema, como algunos parecen dar a entender, específicamente madrileño.
   Sí lo  fue, sin embargo, lo ocurrido en la transición a la democracia y a partir de las primeras elecciones del 15 de junio del 77. Es ya una verdad histórica, asumida en los relatos convencionales sobre la transición, que  la renovación del socialismo español la protagonizaron vascos como Redondo, Múgica o Rubial, andaluces como Felipe Gónzalez y Alfonso Guerra y  exiliados como Carmen García Bloise; todos ellos constituyeron una  coalición victoriosa a partir del congreso de Suresnes en 1974. Una coalición que siempre miró con recelo a Madrid. En Madrid estaban los hombres del Partido Socialista Popular como Enrique Tierno Galván, Raúl Morodo o Fernando Morán; estaban también los entonces jóvenes cuadros de Convergencia Socialista como Joaquín Leguina o Juan Barranco y estaban también políticos muy relevantes en la lucha antifranquista desde el colegio de Abogados (Pablo Castellano), el colegio de doctores y licenciados( Luis Gómez Llorente) o desde el mundo universitario como Gregorio Peces Barba, Francisco Bustelo, Elías Díaz y tantos otros.
   El esfuerzo de la dirección del Psoe, salida desde Suresnes, fue evitar que Madrid se convirtiera en un poder autónomo en la estructura del Psoe. Para llevar a cabo este designio era imprescindible neutralizar a figuras antifranquistas  que fueron enviadas a encabezar  las listas del Psoe en distintas provincias. Fue el caso de Peces Barba en Valladolid, Gómez Llorente en Asturias, Castellano en Cáceres o Bustelo en Pontevedra. Era imprescindible controlar la Federación madrileña  con secretarios generales que no tuvieran la personalidad de los anteriores.
   Ese designio de la dirección de Suresnes se ha reproducido en esta ocasión. Son muchas las cosas que diferencian a los políticos de la época de Felipe Gónzalez con los políticos de la era de J.L,R.Zapatero; pero hay algo que les une: el procurar que Madrid nunca levante demasiado la voz, que nunca tenga una personalidad demasiado marcada, que no logre asentar un liderazgo.
Este designio de las sucesivas ejecutivas federales se complica por el hecho de que si en los años setenta se puede entender( no justificar) esa prevención por el miedo a que floreciera un liderazgo díscolo en Madrid  seguir hoy  con esa inercia es extraordinariamente peligroso dado el desarrollo del Estado de las autonomías.
Son muchos los liderazgos dentro del socialismo que se han consolidado a partir de la experiencia de los gobiernos autonómicos. Todos tenemos en la cabeza la importancia de Rodriguez Ibarra en Extremadura, de Pascual Maragall en Cataluña, de Chaves en Andalucia, de Bono en Castilla la Mancha o de Areces en Asturias. Pero en Madrid desde 1.989 gobierna la derecha en el ayuntamiento de la capital y desde 1.995 en el gobierno de la comunidad. Son demasiados años sin un referente importante del socialismo madrileño
   Es en este contexto histórico en donde tiene un enorme mérito la peripecia de Tomás Gómez. Una vez más se ha pretendido volver a controlar, a neutralizar, a tutelar a la vieja Federación Socialista Madrileña( me gusta más ese nombre que el actual de Psm). Se ha pretendido realizar esa operación desde el aparato federal. Sólo  gracias a que el actual secretario general ha sabido resistir la presión, ha aguantado el envite y ha asumido las consecuencias de una derrota que muchos veían previsible hemos evitado lo peor. Arriesgándolo todo, estando dispuesto a dar por concluida su vida política  ha sido capaz de devolver un sentido de orgullo, de autoestima, de dignidad a los  socialistas madrileños.
   Y lo ha hecho teniendo que dirimir la pugna sin ningún debate entre candidatos. Era muy difícil ganar sin que se produjera ese debate. Votar por lo que dicen las encuestas, por la imagen personal, por la simpatía, hacen que sea difícil dirimir las razones de los votantes. Algunos sociólogos llegaron a hablar de la necesidad de actuar racionalmente. Pero las preguntas que nos planteábamos muchos  era obvias: ¿de qué razón hablamos? ;   ¿se trataba simplemente de ganar elecciones?; ¿ a qué precio?; ¿ con qué programa?
   Creo que, sin haber podido realizar debates,  una opción distinta conformaba a  ambas plataformas. Para los partidarios de Trinidad Jiménez lo  importante era presentar una candidata capaz de movilizar a las clases medias, disputar el espacio del centro y  agregar a distintos sectores partidarios de un radicalismo cívico. En esa apuesta eran plenamente zapateristas porque recogían lo mejor del legado de Zapatero en la defensa del matrimonio homosexual o de una política de integración que no tuviera miedo a la diversidad, y  recogiera los distintos acentos de una comunidad plural.
   El discurso de Tomás Gómez era distintos; creo que fue calando porque recogía la dignidad del hombre que supo decir que no, pero no sólo por eso. Supo poner encima de la mesa un  problema al que todo socialista es o debe ser sensible.  Cuando fue introduciendo en su discurso la necesidad de que alguien del Sur ganara las primarias y disputara la presidencia de la comunidad de Madrid; cuando subrayó con orgullo lo conseguido por un hijo de la clase trabajadora, logró ganar para su causa a muchos militantes de la periferia, pero también a muchos miembros de las clases medias profesionales que piensan que ya era hora de volver a hablar de  igualdad. Sin libertad no hay democracia, y sin democracia no hay socialismo, pero es imposible lograr algo que se acerque al socialismo, sin combatir día a día la desigualdad.
   Y es aquí donde está el reto de futuro. El reto de recoger lo mejor del radicalismo cívico que ha representado muy acertadamente Trinidad Jiménez y el discurso igualitarista que ha encarnado en su persona, en su biografía y en su relato Tomás Gómez. Aunar esas dos sensibilidades es lo decisivo en una comunidad que ofrece muchas posibilidades para ello. Esperanza Aguirre ha sabido dar la batalla en el campo de los valores, ha sabido defender con fuerza a los neoliberales en economía, apoyar a los sectores neoconservadores en cuestiones de moral, y defender con vigor su interpretación de la historia de España.
   La izquierda madrileña espera un liderazgo que sepa difundir una interpretación alternativa de la historia de España, sostener una concepción incluyente de la laicidad y  conectar con unas bases sociales que tienen miedo al paro, y ven con pavor  como se resquebrajan los sueños igualitaristas. Esas bases, sin embargo, han vivido con asombro, y con alegría, que uno de los suyos va a  disputar la presidencia de la comunidad de Madrid.
   Tardaremos en asimilar el mensaje de lo ocurrido el 3 de octubre del 2.010. Y tardaremos porque es algo nuevo. Alguien del sur se enorgullece de su pasado, reivindica su biografía y quiere disputar la hegemonía a la  élite económica y social. Estamos ante un hecho nuevo que inquieta a los poderes económicos tradicionales y que desconcierta a las clases medias socialistas que pensaban que los conflictos de clase eran cosa del pasado. Nunca fue así y ahora con la crisis económica todavía menos. Un hijo del sur ha triunfado y algo nuevo se abre en la vida política madrileña y española.
Publicado en El Mundo el 7 Octubre de 2010

jueves, 7 de octubre de 2010

El triunfo de un hijo del sur

Antonio García Santesmases - Catedrático de Filosofía Política de la Uned

   Pasará mucho tiempo hasta que podamos enjuiciar con alguna claridad lo ocurrido en estas semanas en el socialismo madrileño. Por si puede ayudar al lector me gustaría hacer un poco de historia; un poco de historia para situar la peripecia vivida por  Tomás Gómez y poder así evaluar con algún rigor  el resultado obtenido;   pienso que sólo así  es posible dibujar   los retos que va a tener que afrontar a partir de este momento.
   Comencemos con la historia. Una historia que remite a los avatares de la Federación socialista madrileña y a los momentos previos a la decisión de convocar primarias en Madrid. Son muchos los que han recordado los debates de los años treinta cuando Francisco Largo Caballero y Julián Besteiro eran elegidos diputados por Madrid y el partido estaba desgarrado por las querellas entre caballeristas y prietistas  en la primavera del 36.     Incluso algunos han traído a colación las palabras de Salvador de Madariaga cuando afirmaba que la división de los socialistas fue una de las causas decisivas de la guerra civil. No cabe duda que los aficionados a la historia volvemos  una y otra vez sobre aquella división entre los partidarios de mantener  la alianza con los republicanos de izquierda y los defensores de la  bolchevización del partido socialista. Volver a esa historia es imprescindible para entender el significado de la republica, de la democracia, del liberalismo, y del destino trágico de la historia de España. Pero  por duros que fueran los debates, por apasionadas que fueran las querellas entre unos y otros, hay que decir que la división atravesó al partido socialista en toda España. No fue nunca un problema, como algunos parecen dar a entender, específicamente madrileño.
   Sí lo  fue, sin embargo, lo ocurrido en la transición a la democracia y a partir de las primeras elecciones del 15 de junio del 77. Es ya una verdad histórica, asumida en los relatos convencionales sobre la transición, que  la renovación del socialismo español la protagonizaron vascos como Redondo, Múgica o Rubial, andaluces como Felipe Gónzalez y Alfonso Guerra y  exiliados como Carmen García Bloise; todos ellos constituyeron una  coalición victoriosa a partir del congreso de Suresnes en 1974. Una coalición que siempre miró con recelo a Madrid. En Madrid estaban los hombres del Partido Socialista Popular como Enrique Tierno Galván, Raúl Morodo o Fernando Morán; estaban también los entonces jóvenes cuadros de Convergencia Socialista como Joaquín Leguina o Juan Barranco y estaban también políticos muy relevantes en la lucha antifranquista desde el colegio de Abogados (Pablo Castellano), el colegio de doctores y licenciados( Luis Gómez Llorente) o desde el mundo universitario como Gregorio Peces Barba, Francisco Bustelo, Elías Díaz y tantos otros.
   El esfuerzo de la dirección del Psoe, salida desde Suresnes, fue evitar que Madrid se convirtiera en un poder autónomo en la estructura del Psoe. Para llevar a cabo este designio era imprescindible neutralizar a figuras antifranquistas  que fueron enviadas a encabezar  las listas del Psoe en distintas provincias. Fue el caso de Peces Barba en Valladolid, Gómez Llorente en Asturias, Castellano en Cáceres o Bustelo en Pontevedra. Era imprescindible controlar la Federación madrileña  con secretarios generales que no tuvieran la personalidad de los anteriores.
   Ese designio de la dirección de Suresnes se ha reproducido en esta ocasión. Son muchas las cosas que diferencian a los políticos de la época de Felipe Gónzalez con los políticos de la era de J.L,R.Zapatero; pero hay algo que les une: el procurar que Madrid nunca levante demasiado la voz, que nunca tenga una personalidad demasiado marcada, que no logre asentar un liderazgo.
Este designio de las sucesivas ejecutivas federales se complica por el hecho de que si en los años setenta se puede entender( no justificar) esa prevención por el miedo a que floreciera un liderazgo díscolo en Madrid  seguir hoy  con esa inercia es extraordinariamente peligroso dado el desarrollo del Estado de las autonomías.
Son muchos los liderazgos dentro del socialismo que se han consolidado a partir de la experiencia de los gobiernos autonómicos. Todos tenemos en la cabeza la importancia de Rodriguez Ibarra en Extremadura, de Pascual Maragall en Cataluña, de Chaves en Andalucia, de Bono en Castilla la Mancha o de Areces en Asturias. Pero en Madrid desde 1.989 gobierna la derecha en el ayuntamiento de la capital y desde 1.995 en el gobierno de la comunidad. Son demasiados años sin un referente importante del socialismo madrileño
   Es en este contexto histórico en donde tiene un enorme mérito la peripecia de Tomás Gómez. Una vez más se ha pretendido volver a controlar, a neutralizar, a tutelar a la vieja Federación Socialista Madrileña( me gusta más ese nombre que el actual de Psm). Se ha pretendido realizar esa operación desde el aparato federal. Sólo  gracias a que el actual secretario general ha sabido resistir la presión, ha aguantado el envite y ha asumido las consecuencias de una derrota que muchos veían previsible hemos evitado lo peor. Arriesgándolo todo, estando dispuesto a dar por concluida su vida política  ha sido capaz de devolver un sentido de orgullo, de autoestima, de dignidad a los  socialistas madrileños.
   Y lo ha hecho teniendo que dirimir la pugna sin ningún debate entre candidatos. Era muy difícil ganar sin que se produjera ese debate. Votar por lo que dicen las encuestas, por la imagen personal, por la simpatía, hacen que sea difícil dirimir las razones de los votantes. Algunos sociólogos llegaron a hablar de la necesidad de actuar racionalmente. Pero las preguntas que nos planteábamos muchos  era obvias: ¿de qué razón hablamos? ;   ¿se trataba simplemente de ganar elecciones?; ¿ a qué precio?; ¿ con qué programa?
   Creo que, sin haber podido realizar debates,  una opción distinta conformaba a  ambas plataformas. Para los partidarios de Trinidad Jiménez lo  importante era presentar una candidata capaz de movilizar a las clases medias, disputar el espacio del centro y  agregar a distintos sectores partidarios de un radicalismo cívico. En esa apuesta eran plenamente zapateristas porque recogían lo mejor del legado de Zapatero en la defensa del matrimonio homosexual o de una política de integración que no tuviera miedo a la diversidad, y  recogiera los distintos acentos de una comunidad plural.
   El discurso de Tomás Gómez era distintos; creo que fue calando porque recogía la dignidad del hombre que supo decir que no, pero no sólo por eso. Supo poner encima de la mesa un  problema al que todo socialista es o debe ser sensible.  Cuando fue introduciendo en su discurso la necesidad de que alguien del Sur ganara las primarias y disputara la presidencia de la comunidad de Madrid; cuando subrayó con orgullo lo conseguido por un hijo de la clase trabajadora, logró ganar para su causa a muchos militantes de la periferia, pero también a muchos miembros de las clases medias profesionales que piensan que ya era hora de volver a hablar de  igualdad. Sin libertad no hay democracia, y sin democracia no hay socialismo, pero es imposible lograr algo que se acerque al socialismo, sin combatir día a día la desigualdad.
   Y es aquí donde está el reto de futuro. El reto de recoger lo mejor del radicalismo cívico que ha representado muy acertadamente Trinidad Jiménez y el discurso igualitarista que ha encarnado en su persona, en su biografía y en su relato Tomás Gómez. Aunar esas dos sensibilidades es lo decisivo en una comunidad que ofrece muchas posibilidades para ello. Esperanza Aguirre ha sabido dar la batalla en el campo de los valores, ha sabido defender con fuerza a los neoliberales en economía, apoyar a los sectores neoconservadores en cuestiones de moral, y defender con vigor su interpretación de la historia de España.
   La izquierda madrileña espera un liderazgo que sepa difundir una interpretación alternativa de la historia de España, sostener una concepción incluyente de la laicidad y  conectar con unas bases sociales que tienen miedo al paro, y ven con pavor  como se resquebrajan los sueños igualitaristas. Esas bases, sin embargo, han vivido con asombro, y con alegría, que uno de los suyos va a  disputar la presidencia de la comunidad de Madrid.
   Tardaremos en asimilar el mensaje de lo ocurrido el 3 de octubre del 2.010. Y tardaremos porque es algo nuevo. Alguien del sur se enorgullece de su pasado, reivindica su biografía y quiere disputar la hegemonía a la  élite económica y social. Estamos ante un hecho nuevo que inquieta a los poderes económicos tradicionales y que desconcierta a las clases medias socialistas que pensaban que los conflictos de clase eran cosa del pasado. Nunca fue así y ahora con la crisis económica todavía menos. Un hijo del sur ha triunfado y algo nuevo se abre en la vida política madrileña y española.
Publicado en El Mundo el 7 Octubre de 2010