miércoles, 24 de febrero de 2010

Cinco lecciones que deberíamos haber aprendido de la crisis


Joseph Stiglitz (Premio Nobel de Economía en 2001) 
El mercado no se corrige solo. De hecho sin la regulación adecuada, el mercado tiene una tendencia natural hacia los excesos. Sencillamente la mano invisible de Adam Smith no existe. Los banqueros persiguen su propio interés que no tiene porque encajar con los intereses generales de la sociedad, incluso por no encajar no tienen porque encajar ni con el interés de sus accionistas o deudores y sin duda no son los mismos intereses que los propietarios que han perdido sus viviendas, los trabajadores que se han quedado sin empleo, los jubilados que han visto como sus fondos de pensiones se evaporaban o los contribuyentes que han pagado miles de millones de dólares en rescates bancarios.
Bajo la amenaza de colapso del sistema, la red de seguridad, no ha servido precisamente para salvar a los individuos de las exigencias de la vida, sino que la han extendido generosamente para salvar a la banca comercial, la banca de inversión, a las aseguradoras o a las compañías de automóviles. Nunca tanto dinero había sido transferido de tantos hacia tan pocos…. La justificación ha sido que rescatar a la banca, permitiría que se volviera a abrir el grifo del préstamo. Esto no ha sucedido. Lo que ha sucedido ha sido simplemente que el contribuyente ha dado su dinero a las instituciones que han estado especulando con ellos durante años, vía préstamos predatorios, intereses de las tarjetas de crédito usureros, y comisiones no transparentes.
El plan de rescate ha expuesto una de las mayores hipocresías de la historia. Aquellos que se escudaban en la austeridad fiscal cuando se trataba de financiar pequeños programas de bienestar para los pobres, ahora han defendido sin problemas el mayor plan de rescate de la historia. Los que abogaban por la virtud del libre mercado y de la transparencia han llevado a crear un sistema financiero tan opaco que ni los mismos bancos comprenden sus balances. Los que defendían la responsabilidad ahora buscan el perdón de la deuda para el sector financiero.
La segunda lección implica tratar de entender porque a menudo los mercados no funcionan como deberían. Hay varios motivos para que ocurran los fallos del mercado. En este caso, las instituciones financieras demasiado grandes para caer, tienen incentivos perversos. Si sus apuestas tienen éxito, se quedan con todos los beneficios, si fallan, es el contribuyente el que paga la fiesta. Cuando la información es imperfecta, el mercado no funciona bien, y las informaciones imperfectas abundan en el mercado financiero.
Tercera Lección, las políticas keynesianas funcionan. Países como Australia, que han implementado grandes planes de estímulo bien diseñados, están saliendo de la crisis. Otros países que han sucumbido a la vieja ortodoxia… siempre que la economía entra en recesión aparece el déficit,  la recaudación de impuestos cae de forma más rápida que los gastos. La vieja política económica ortodoxa sostiene que este déficit debe ser cortado, ya sea aumentando impuestos o recortando el gasto. Cualquiera de las dos medidas reduce la demanda agregada y empuja a la economía a una profunda depresión y menoscaba aún más la confianza.
Cuarta lección. Tiene que haber algo más en la política monetaria que sólo luchar contra la inflación. Una atención excesiva en controlar la inflación por parte de los bancos centrales provoca que se ignore lo que está sucediendo en los mercados financieros. El coste de una inflación elevada, es minúsculo comparado con el coste que se impone a una economía si los Bancos Centrales dejan que florezcan las burbujas especulativas.
Quinta lección. No toda innovación nos lleva a tener una economía más eficiente y productiva, por no mencionar una mejor sociedad. Los incentivos privados importan, y si no están alineados con un retorno social, el resultado puede ser que se tomen riesgos excesivos y predomine un comportamiento cortoplacista. Por ejemplo los beneficios de las innovación en la ingeniería financiera de los últimos años son difíciles de probar. Lo que ha quedado claro es que el coste asociado a ellos ha sido enorme.
De todas las lecciones, me quedo con la cuarta. Porque en teoría es la que es más fácil de remediar. Sólo depende de la voluntad de un puñado de personas, con una tarea muy difícil pero supuestamente muy inteligentes. De momento parece que siguen sin aprender su lección, más bien todo lo contrario. No solo siguen con tipos de interés nulos, sino que hasta han empezado con políticas monetarias nunca vistas como el quantitative easing. La excusa es que de momento no hay signos de inflación, el problema es que van a crear otra burbuja especulativa que tardará más o menos pero volverá a estallar.
China Daily

jueves, 18 de febrero de 2010

La Justicia, la Democracia y Garzón

Alfredo Carralero*

Resumen: en el presente artículo se analiza que una parte de la judicatura sintoniza con los planteamientos de la ultraderecha y utiliza la figura de Garzón como “cabeza de turco” pues ve que algunas de sus actuaciones: Memoria Histórica, lucha contra la delincuencia económica, los paraísos fiscales, en pro de la Justicia Universal, y atenta contra los intereses vitales de las clases dirigentes. El alumbrar las zonas de penumbra en las que se urden los manejos de los poderosos, es ensanchar la democracia real y las clases dirigentes lo perciben como incompatible con su “status” real. Es por el mismo motivo, que viven como un ataque real la ley de la Memoria Histórica y el poner en duda el relato “canónico” de la Transición.


Independientemente de lo que se piense, sobre la figura del Juez Garzón, lo que parece cierto es que estamos asistiendo a la apertura de un nuevo frente por el que se ha lanzado en tromba la derecha jurídica a atacar los postulados de justicia, progreso y democracia. Por cierto, estos elementos no han dejado de hacer lo mismo desde los ya lejanos tiempos de la Transición. En efecto, una parte de la Judicatura y el aparato judicial se ha convertido en el ariete de la ultraderecha y de los valores más reaccionarios y rancios de la sociedad española y ello fundamentalmente por dos motivos: por historia y por procedencia social.

Por historia, porque hasta no hace mucho tiempo la judicatura servía exclusivamente para disciplinar a las masas cuando éstas pretendían dejar de ser meras comparsas de la Historia y decidían erigirse en protagonistas o poner en peligro el sacrosanto principio de la propiedad. El otro cometido básico que se asignaba la justicia, era el ser mediador en los litigios de propiedad de los poderosos: herencias y temas similares, esto siguió siendo así hasta mediados de los setenta del pasado siglo. Estos eran pues los cometidos que se había marcado a la judicatura, como una de las clases dirigentes en defensa de los privilegios e intereses del conjunto de estas clases sociales. Tras la eclosión del uso de la Justicia, de una forma masiva, en los dichos años setenta, por una sociedad más dinámica, hizo que la judicatura en vez de plantearse convertir la Justicia en un eficiente servicio público, ven con fastidio el problema de la clasificación y lo viven como una agresión a su santa siesta de procedimiento decimonónico: atacan el jurado, se oponen a que ingresen mas jueces por el cuarto turno, impiden los procesos de modernización y racionalización con fútiles argumentos garantistas (recuérdese el reciente problema de los secretarios de juzgado).

Y lo que es más grave, la judialización de la vida pública, les convierte “de facto” en los árbitros de la vida política. Solo en ese sentido se puede entender la expectación ante el fallo sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña. La judialización de la política, fue un terrible gol que la derecha marcó a los constituyentes: los Peces Barba, Solé Tura y otros se lo dejaron marcar con total candor a pesar de una experiencia histórica muy conocida: en la República de Weimar, los jueces de la ultraderecha prusiana, boicotearon a nivel legal todos los intentos de la socialdemocracia por convertir a Alemania en un país democrático, de conseguir salir de la crisis económica terrible en que se encontraban. Con todo esto sin duda fueron otro de los estamentos junto con el Ejército que allanaron el camino al poder a Adolfo Hitler.

¿Y por qué éstas reflexiones?, porque el brutal ataque al juez Garzón tiene componentes de todo tipo, pero hay uno fundamental: la ocultación a la ciudadanía de las actividades de las clases dirigentes en el que luego ahondaremos. Pero el ataque es terriblemente cínico, hablando de Botín como “patrón” y “comprador” de la voluntad de Garzón. ¿Creen que se nos ha olvidado la doctrina “Botín” que impuso el Supremo?. Con ella, se quiso cortar de raíz iniciativas populares de justicia frente a los verdaderamente poderosos, y los jueces del Supremo, esos sí, favorecieron a Botín, negando la legitimidad de la iniciativa popular en la denuncia de los turbios delitos económicos en que supuestamente estaba metido Botín.

Pero quizá el tema que hizo saltar todas las alarmas de la ultraderecha, fue el auto del juez Garzón dirigido a juzgar a los generales golpistas de 1936. Auto con fuerte carga simbólica si se quiere, pero carente de importancia practica pues todos los posibles inculpados habían fallecido ya hacía tiempo.

¿Entonces por qué éste ataque fulminante?. Aparte del cinismo de plantear que Garzón prevarica, porque la ley de Amnistía, anterior a la Constitución hizo inexistentes los delitos del fascismo, que el auto comenzaba a enjuiciar. Todo ello sin entrar a considerar los nuevos derroteros del Derecho Internacional sobre la imprescriptibilidad de los crímenes contra la Humanidad. Lo cierto es que la ultraderecha vive la ley de la Memoria, como un ataque frontal a su “status quo” y su hegemonía actual, como si se pretendiera reescribir la historia y ésta vez sí, derrotarla. Porque, lo cierto es que la derecha fue la triunfadora clara de la Transición.

Pero vayamos por partes, la caída del régimen fascista no se produjo por más que machaconamente se nos diga por la “audacia” de Suárez o la “valentía” del Rey, estos dos “pilotos de la Transición”, vivían cada día con el sobresalto de si sería el día en que los fascistas les meterían en un avión y les echarían de España, o más expeditivamente, los más exaltados les pondrían contra un paredón por “traidores”.

No, la ruptura hasta dónde fue posible, la hicieron las masas con sus entonces gigantescas movilizaciones y huelgas. El tributo de sangre fue enorme, las razias de las policías paralelas, los “disparos al aire” siempre con muertos. El pueblo pasa a ser el protagonista de la historia de España como en pocos momentos lo ha sido, el final de los años setenta, junto con 1931 y 1936, la II República y el comienzo de la Guerra Civil, es cuando las masas exigen el protagonismo que les corresponde y exigen realmente libertad y democracia.

Y la derecha se aterroriza: el pueblo movilizado exigiendo democracia real es incompatible con su dominación real. Y empiezan a maniobrar para desmovilizar a las masas, ¿se acuerdan Uds. de lo que de inmediato se vino a denominar “el desencanto”, pues eso. La Constitución prohíbe expresamente la huelga de solidaridad, fundamental arma de las clases populares. En la Constitución y en las leyes posteriores se define un sistema electoral mayoritario, que impide las iniciativas electorales y desanima a la participación. Cuesta tanto ser elegido en una lista electoral que solo le es posible realizarlo a grandes organizaciones, por otra parte las listas electorales son cerradas y bloqueadas lo que hace que son los dirigentes de los partidos los que deciden a quien y en qué lugar se vota, sin ninguna intervención de la ciudadanía. Como se ve se define un régimen político en que se desea que la única participación de los ciudadanos sea para votar cada cuatro años, en un sistema configurado como bipartidista: liberales y conservadores, y además no es preciso que voten todos. Como se ve una estupenda reedición del periodo de la Restauración; y cuando fue necesario se recurrió a la “Razón de Estado” con el fin de sustraer de la opinión pública temas inconvenientes o vidriosos: la actuación de las policías secretas, las relaciones Iglesia Estado, la adscripción a la OTAN, etc.

Porque en esencia éste es el quid de la cuestión, de todas las cuestiones: mantener en las penumbras los manejos políticos, económicos y personales de las clases dirigentes, pues es en esa penumbra en donde se cocinan todas las medidas contrarias a los intereses populares y que no se pueden confesar abiertamente pues supondría que se verían con claridad sus intenciones. ¿Qué otra cosa, sino significa términos tan machaconamente repetidos hoy en día como: reducción del déficit o abordar la necesaria reforma del mercado de trabajo? traducción: acabar con el gasto social y hacer el despido no ya libre, sino gratuito.

Y éste, sí es el pecado del Juez Garzón pretender que la justicia ilumine las zonas oscuras de la “Razón de Estado” y sus tenebrosos tentáculos de las policías secretas, conseguir que se discuta públicamente de los inconfesables negocios de las clases dirigentes o los grupos mafiosos, ¿Porque, en qué paraíso fiscal terminan unos y comienzan otros?.

Y finalmente, como osa Garzón poner en duda el relato “canónico” de la Transición que primero pretende dar dignidad a los asesinados por el fascismo, pero eventualmente rehacer la historia de una nueva Transición en beneficio de las clases populares.

¿Cómo se puede permitir que los amos del mundo y sus sicarios estén sometidos a la justicia ordinaria?. Detener al pobre Pinochet, que vino incluso al entierro de Franco y además es ya un tierno viejecito. Quienes hacen eso son unos resentidos que escarban en el pasado o algo peor... ¿Qué es ese invento de la Justicia Universal, que un grupo de jueces arrojados y valientes han levantado frente a la corrupción, el secreto, la desidia y el olvido interesado?.

El extender y alumbrar con una justicia igual para todos los actos delictivos de las clases dirigentes, impedir su cleptomanía, el poder de sus mafias y el disfrute y tranquila digestión en los paraísos fiscales, eso es lo verdaderamente intolerable pues ahonda en la democracia.

¿Y frente a todo esto qué hacer?. Lo primero de todo, defender a Garzón con todas las armas, pues de todo lo dicho de desprende que se le ataca por ser “cabeza de turco” para ejemplarizar lo que no se desea que ocurra en democracia. Bajo ningún concepto se desea que la democracia se ensanche e ilumine las zonas de penumbra y porque el ejercicio de una justicia a la que todos estén sometidos, sin fueros especiales, es una de las garantías de la democracia.

Pero debemos dar pasos adelante contra los privilegios de quienes utilizan su posición en la judicatura para defender sus intereses corporativos y desde luego ser monaguillos de las necesidades e intereses de las clases dirigentes. ¿Y cómo?, pues aun siendo lego en la materia, pero es de ver, que a un déficit democrático se le combate con mas democracia. Quizá el derecho anglosajón nos indique el camino: potenciación de la figura del Jurado, elección de fiscales, creación de instancias en las que actúen jueces elegidos democratice. En suma democratizar al estamento judicial, pues mantener la situación actual hace un daño irreparable a la democracia, es mas la impide.
*Consultor Informático y de TI
Madrid Febrero 2010

domingo, 7 de febrero de 2010

Las empresas toman la democracia de EEUU

NOAM CHOMSKY 

El 21 de enero de 2010 quedará registrado como un día oscuro en la historia de la democracia de Estados Unidos y su declive. Ese día, la Corte Suprema dictaminó que el Gobierno no puede prohibir que las compañías hagan aportaciones económicas en las elecciones.
La decisión afecta profundamente a la política gubernamental, tanto en el plano interno como en el internacional, y anuncia incluso mayores conquistas de las corporaciones sobre el sistema político de EEUU. Para los editores de The New York Times, el fallo "golpea el corazón mismo de la democracia" al haber "facilitado el camino para que las corporaciones empleen sus vastos tesoros para inundar [con dinero] las elecciones e intimidar a los funcionarios elegidos para que obedezcan sus dictados".
La Corte estuvo dividida, cinco contra cuatro. A los cuatro jueces reaccionarios (engañosamente llamados conservadores), se les sumó el magistrado Anthony M. Kennedy. El magistrado presidente, John G. Roberts Jr., tomó un caso que se podía haber resuelto fácilmente sobre bases más limitadas y maniobró en la Corte con el fin de hacer aprobar un dictamen de gran alcance que revierte un siglo de restricciones a las contribuciones de las empresas en las campañas federales.
Ahora, los gerentes de las compañías podrán, de hecho, comprar directamente comicios, eludiendo vías indirectas más complejas. Es bien sabido que las contribuciones empresariales, en ocasiones envueltas en paquetes complejos, pueden inclinar la balanza en las elecciones y, así, dirigir la política. La Corte acaba de entregar mucho más poder a ese pequeño sector de la población que domina la economía.
La Teoría de inversiones de política, del economista político Thomas Ferguson, ha constituido durante mucho tiempo un exitoso pronóstico de la política gubernamental. La teoría interpreta las elecciones como ocasiones en las que segmentos del poder del sector privado se unen para invertir en el control del Estado. La decisión del 21 de enero refuerza los medios para socavar la democracia funcional.
El trasfondo es revelador. En su disensión, el juez John Paul Stevens admitió que "desde hace tiempo se ha sostenido que las corporaciones están amparadas por la Primera Enmienda [la garantía constitucional de la libertad de expresión, que incluye el derecho a apoyar a candidatos políticos]".
A principios del siglo XX, teóricos legales y tribunales implementaron un fallo de la Corte de 1886 mediante el cual las corporaciones -esas "entidades colectivistas legales"- debían tener los mismos derechos que las personas de carne y hueso. Este ataque al liberalismo clásico fue condenado con rotundidad por la especie en extinción de los conservadores. Christopher G. Tiedeman describió el principio como "una amenaza a la libertad del individuo y a la estabilidad de los estados americanos como gobiernos populares".
En su trabajo de historia sobre la ley, Morton Horwitz escribe que el concepto de personalidad corporativa evolucionó a la par que el desplazamiento del poder de los accionistas hacia los gerentes y, finalmente, condujo a la doctrina de que "los poderes de la mesa directiva son idénticos a los poderes de la corporación". En años posteriores, los derechos corporativos se expandieron mucho más allá que los de las personas, particularmente mediante los mal llamados "acuerdos de libre comercio". Bajo esos acuerdos, por ejemplo, si General Motors establece una planta en México, puede exigir ser tratada igual que una empresa mexicana (trato nacional), a diferencia de un mexicano de carne y hueso que pretendiera en Nueva York un trato nacional o, incluso, los mínimos derechos humanos.

Rivales del Gobierno

Hace un siglo, Woodrow Wilson, en aquel entonces un académico, describió un Estados Unidos en el que "grupos comparativamente pequeños de hombres", gerentes corporativos, "ejercen un poder y control sobre la riqueza y las operaciones de negocios del país", convirtiéndose en "rivales del propio Gobierno". En realidad, esos grupos pequeños se han convertido cada vez más en los amos del Gobierno. La Corte Suprema les da ahora un alcance aún mayor.
El fallo de 21 de enero llegó tres días después de otra victoria para la riqueza y el poder: la elección del candidato republicano Scott Brown para reemplazar al finado senador Edward M. Kennedy, el león liberal de Massachusetts.
La elección de Brown fue presentada como una "rebelión populista" contra los elitistas liberales que manejan el Gobierno. Los datos de la votación revelan una historia diferente. Una asistencia alta de votantes de los suburbios ricos y baja en las áreas urbanas demócratas contribuyeron a la victoria de Brown. "Un 55% de los votantes republicanos dijo estar muy interesado en la elección, en comparación con un 38% de los demócratas", según la encuesta de The Wall Street Journal/NBC. De manera que los resultados fueron, en realidad, una revuelta contra las políticas del presidente Obama: para los ricos, no estaba haciendo lo suficiente para enriquecerlos aún más, en tanto que para los sectores pobres estaba haciendo demasiado en favor de los poderosos.
La ira popular es perfectamente comprensible, dado que los bancos están prosperando gracias a los rescates, mientras que el desempleo se ha elevado al 10%. En el sector de la manufactura, uno de cada seis está sin trabajo: un desempleo en el nivel de la Gran Depresión. Con la financialización creciente de la economía y el desplome en la industria productiva, las perspectivas de recuperar los tipos de empleo que se perdieron son sombrías.

La salud pública

Brown se presentó como el voto 41 contra el programa de salud pública; esto es, el voto que podría socavar el dominio demócrata en el Senado de EEUU.
El programa de atención médica de Obama fue, en efecto, un factor en la elección de Massachusetts. Los titulares están en lo correcto cuando informan de que el público se está volviendo contra el programa. Las cifras de la encuesta explican por qué: porque la iniciativa no llega lo suficientemente lejos. El sondeo de The Wall Street Journal/NBC reveló que la mayoría de los votantes desaprueba el manejo del sistema de salud tanto por los republicanos como por Obama.
Estas cifras están en la línea de otras encuestas nacionales recientes. La opción pública de la salud es apoyada por el 56% de los encuestados y el acceso a Medicare a los 55 años de edad, por el 64%; pero ambas iniciativas fueron abandonadas. Un 85% opina que el Gobierno debería tener el derecho de negociar los precios de los medicamentos, como en otros países; sin embargo, Obama garantizó a las grandes industrias farmacéuticas que no elegirá esa opción.
Amplias mayorías de ciudadanos están a favor del recorte de costes, lo que tiene sentido: el coste per cápita en EEUU por atención médica es aproximadamente el doble que en otros países industrializados y los resultados en términos de salud están en el extremo inferior.
Pero el recorte no puede ser emprendido seriamente cuando se trata con gran generosidad a las compañías farmacéuticas y el sistema de salud está en manos de aseguradores privados prácticamente sin regulación -un sistema costoso, peculiar de EEUU-.
El fallo del 21 de enero eleva nuevas e importantes barreras para superar la grave crisis del cuidado de la salud o para afrontar asuntos tan críticos como las inminentes crisis ambiental y energética. La brecha entre la opinión pública y la política pública es cada vez mayor. Y el daño a la democracia estadounidense es tan grande que difícilmente se puede exagerar.
*Noam Chomsky, distribuído por The New York Times Syndicate.