jueves, 18 de octubre de 2007

Bruselas defiende renta mínima ciudadana para acabar con la pobreza en Europa

Terra Actualidad - EFE 17-10-2007

La Comisión Europea (CE) quiere que los Veintisiete estados miembros de la UE reconozcan el derecho básico de sus ciudadanos a una renta mínima, con el fin de acabar con el riesgo de pobreza que sufre un dieciséis por ciento de los europeos.

Bruselas pidió hoy el reconocimiento de este y otros derechos de carácter social y laboral en una propuesta para atajar la pobreza y la exclusión laboral que será remitida a los Estados, y la patronal y sindicatos para su discusión en los próximos meses.

Según los datos de la CE, el diez por ciento de los europeos vive en un hogar en el que nadie está empleado y uno de cada cinco reside en una vivienda que no cumplen los requisitos mínimos.

El comisario europeo de Empleo, Vladimir Spidla, afirmó hoy que 'es inaceptable que tantos europeos vivan en el umbral de la pobreza a pesar de los buenos resultados del empleo en la UE en los últimos tiempos'.

En su propuesta, el Ejecutivo comunitario considera que 'es un derecho básico de la persona contar con suficientes recursos y asistencia social para vivir de forma digna', por lo que propone una renta mínima para todos los europeos.

El disfrute de este derecho debe conllevar la entera disponibilidad del ciudadano a trabajar o bien a seguir cursos de formación profesional, según el texto.

Para fijar la cuantía de este subsidio, la CE recomienda seguir indicadores como estadísticas de rentas mínimas, niveles de precios de bienes de primera necesidad o datos sobre el gasto doméstico medio.

Por otro lado, Bruselas considera 'imprescindible' reforzar los servicios sociales e incentivar a las empresas para que empleen a aquellas personas que se encuentren en riesgo de exclusión social.

La CE también quiere evitar el efecto 'puerta giratoria' entre los empleados con contratos de baja calidad y corta duración que poco después de ser contratados vuelven al paro.

'Es necesario promover el empleo de calidad. El ocho por ciento de los trabajadores activos de la UE viven en el umbral de la pobreza', recuerda establece en la proposición de la CE.

Estas propuestas son fruto de una primera consulta general entre autoridades nacionales, patronales y sindicatos impulsada por la CE en la primavera de 2006.

De ser aprobadas estas medidas, tras el visto bueno del Consejo de la UE y la Eurocámara, se podrían beneficiar del Fondo Europeo Social, que cuenta con un presupuesto anual de 10.000 millones de euros.

lunes, 20 de agosto de 2007

sábado, 4 de agosto de 2007

Regreso al progreso

Fernando F. Savater

Incluso antes que Leo Strauss cuestionase el término, el progreso había criado mala fama. Sonaba a ingenuidad ilustrada apoyada en un automatismo optimista, que inyectaba en el discurso histórico las funciones salvíficas anteriormente reservadas a la Providencia divina. A trancas y barrancas, todo debe avanzar hacia lo mejor: es una rueda de molino difícil de tragar, sobre todo, para quienes han padecido los avatares del siglo XX. Sin duda, el conocimiento científico y sus aplicaciones tecnológicas mejoran gradualmente, pero tanto en sus logros beneficiosos para la industria y la comodidad humanas como en sus potencialidades destructivas. Los derechos humanos han sido proclamados intencionalmente sobre los holocaustos de dos atroces totalitarismos, pero siguen careciendo de recursos internacionales de garantía y son más retóricamente predicados que eficazmente defendidos en gran parte del mundo. La noción de “modernidad”, que para algunos equivale a progreso, envuelve en demasiadas ocasiones el simple despliegue arrollador de las conveniencias de un capitalismo que maximiza beneficios pero se desentiende de las efectivas mejoras sociales para la mayoría. Oímos vocear lo que como beneficio de algunos se consigue pero se silencia o minimiza lo que pierden tantos en riqueza de convivencia o de protección ante los abusos plutocráticos. Etcétera… para qué seguir.

Sin embargo, purgado de automatismos y dotado de voluntad política, el término progreso tiene pertinencia como ideal. El progreso no es un destino en el que se cree, sino un objetivo ilustrado al que se aspira y hacia el que se lucha por avanzar, en la incertidumbre de la realidad histórica. Será progreso cuanto favorezca un modelo de organización social en el que el mayor número de personas alcancen más efectivas cuotas de libertad: es decir, son progresistas quienes combaten los mecanismos esclavizadores de la miseria, la ignorancia y la supresión autoritaria de procedimientos democráticos. Hablando el lenguaje que hoy resulta más próximo e inteligible, la sociedad progresa cuando amplía y consolida las capacidades de la ciudadanía. Ser progresista es no resignarse ni conformarse con las desigualdades de libertad que hoy existen, sino tratar de superarlas y abolirlas. Y es reaccionario cuanto perpetúa o reinventa privilegios sociales, descarta los procedimientos democráticos en nombre de mayor justicia o mayor libertad de comercio, propala mitologías colectivas como si fuesen verdades científicas, etcétera…

En la interpretación política actual creo que el eje progresista-reaccionario tiene mayor capacidad movilizadora que la tradicional división entre izquierda y derecha. No se trata de que ya no existan izquierdas o derechas, como se dice a veces. Esta división sigue siendo operativa, siempre que no se absolutice, es decir, que no se pretenda la hemiplejia social de abolir la mitad complementaria. En el reparto de la intencionalidad política es necesaria la visión que prima los espacios y los servicios públicos, la redistribución y la protección social tanto como la que estimula la iniciativa individual junto a los derecho adquiridos de propiedad. De la pugna leal entre ambos polos surge la vitalidad comunitaria. Pero ni los unos ni los otros tienen la exclusiva de las virtudes sociales: ni los unos monopolizan la justicia ni los otros monopolizan la libertad. Y desde luego, tanto desde la izquierda como desde la derecha pueden venir propuestas progresistas o esclerotizarse cautelas o imposiciones reaccionarias. Por eso, resulta quizá este último índice el más inspirador para quien no se avienen sencillamente a la militancia ciega en las formaciones políticas tradicionales.

Respecto a la noción de progreso existe un acrisolado prejuicio que lo liga a la política de izquierdas (simétrico al que llama “modernización” a cuanto aligera de trabas de protección social para facilitar la extensión del capitalismo internacional).

Pero cuando se hace inasumible la vinculación entre progreso e izquierda, como en los totalitarismos comunistas, se decreta que allí no se trata de una izquierda “verdadera”. Sin embargo, Stalin era de izquierdas qué otra cosa podría ser, aunque también profunda y radicalmente reaccionario. Y los gerifaltes del comunismo español que disfrutaban de la hospitalidad de Ceacescu o Kim II Sung se portaban como correctos miembros de la izquierda aunque también como cómplices de los gobiernos más reaccionarios de la época. Aún no hace mucho, en nuestro Parlamento, se presentó una moción para solicitar a la dictadura cubana que liberase sus presos políticos: sólo tres partidos de derechas PP, PNV y CiU adoptaron la actitud progresista de apoyarla, mientras que los grupos de izquierda se unían para rechazarla con reaccionario entusiasmo. Etcétera…

Uno de los más notables enigmas de la actual política española al constituir los consistorios de ayuntamientos o comunidades autónomas es el empeño en “gobierno de progreso” a cualquier combinación que incluya a nacionalistas y partidos de izquierda, con tal de que excluya al PP. Es difícil imaginar por qué regla de tres semejantes contubernios pragmáticos, sin duda muy convenientes para los intereses particulares de quienes los protagonizan, representan un “progreso” para todos los demás. No soy de los que ven el futuro de un radiante color rosa, pero aceptar que el país “progresa” hacia Javier Madrazo o Joan Tardá me parece francamente un pesimismo excesivo. Y ¿por qué diablos va a ser “progresista” que los socialistas formen gobierno en Navarra con NaBai, ese indudable frente nacionalista, con el que poco deberían tener que ver? A no ser que estén intentando retomar alguna de las cochinadas que tenían medio apalabradas el pasado noviembre con Batasuna y el PNV. Por cierto, ya vamos sabiendo cuál era el lema más despótico que ilustrado de las falsamente negadas negociaciones del aún más falsamente llamado proceso de paz: ”todo para ETA pero sin ETA”.

Pues bien, de progreso nada. La tradición nacionalista, separatista y disgregadora, es uno de los dos chancros reaccionarios que infectan el desarrollo democrático español desde el siglo XIX (el otro es el tradicionalismo clerical, que también sigue tristemente vigente como lo demuestra la polémica en torno a la Educación para la Ciudadanía). Nada hay de progresista en romper la igualdad legal o fiscal del Estado de Derecho ni en fórmulas de inmersión lingüística educativa y social que no sólo atropellan la lengua materna de los castellano hablantes sino que también amenazan la necesaria existencia de una lengua política común (véase Appiah, La ética de la identidad, Ed. Katz), indispensable para el funcionamiento de una comunidad democrática plural. Este último abuso (negado con desfachatez por los cuentistas de turno, ya saben ustedes) es tan avasallador y dañino que sólo el desinterés de la mayoría de la población por cuestiones educativas y culturales explica que no haya una sublevación cívica masiva contra tales prácticas.

La izquierda devalúa la noción de progreso cuando la esgrime legitimadoramente en casos tan inverosímiles. Lo cual no deja de volverse a veces contra ella: Madrid ha pasado a ser, en su Ayuntamiento y su Comunidad de “rompeolas de todas las Españas” a rompe-pelotas de todas las izquierdas, entre otras sutiles razones que los analistas estudian, porque en esta capital se han refugiado muchos de los damnificados por los “gobiernos de progreso” periféricos que no están dispuestos a colaborar con su voto en la repetición de nada ni remotamente parecido. En el futuro inmediato, con una situación económica de bonanza decreciente y gran parte de la población acosada por la voracidad del Euribor como Baskerville lo fue por el célebre sabueso infernal, no serán los que llamen progreso a dificultar aún más las cosas segmentando estatutaria e insolidariamente los mercados o estableciendo barreras lingüisticas quienes van a conquistar la simpatía de los votantes… Y si no, al tiempo.

Algunos creemos que un enfoque progresista de la política sigue teniendo hoy sentido: es decir, que no compartimos la pataleta de quienes por indignación con los reaccionarios de izquierda se hacen reaccionarios de derechas y viceversa. Más bien se trata de buscar planteamientos de progreso que escapen al mero maniqueísmo partidista: quizá hoy se esté intentando también algo parecido en el nuevo Gobierno francés y en otros espacios de la Unión Europea. Merece la pena intentarlo en España, no como mera cuestión de debate académico, sino en el terreno de la representación parlamentaría: en ello estamos.


Publicado en El País agosto 2007

martes, 24 de julio de 2007

Sobre los salarios y sobre el país, claro

Marcos Peña*
En los últimos días se han publicado en El País un par de artículos que disfrutan de una cierta singularidad: se refieren a asuntos que realmente a todos nos interesan, se escriben con sensatez y fundamento y, lo que resulta más sorprendente, se leen con facilidad. Es decir, están bien escritos. Me refiero a los artículos de David Vegara, Secretario de Estado de Economía y Antonio Ferrer, responsable de acción sindical de UGT, consejero del Consejo económico y social y querido amigo.
Ambos se esfuerzan por interpretar una afirmación de la OCDE que ha suscitado un cierto revuelo y que, de ser cierta, vendría a cuestionar, llamémoslo de alguna manera, el milagro español. En síntesis, crece el excedente bruto empresarial y disminuye la participación de los salarios en la renta nacional. Bueno, casi lo de siempre, los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.¡Qué vergüenza!
Para empezar, alguna consideración. Hablamos, no nos olvidemos, de asuntos realmente de interés. De asuntos que registran realidad y que poco tienen que ver con los temas que, día a día tratan los opinantes de turno con la ya tradicional impertinencia de la trascendente banalidad. Hace ya muchos años que los españoles, cuando son preguntados, responden que para ellos lo más importante es el empleo, su trabajo o la ausencia del mismo; sería deseable que la atención política, social y cultural de este país respondiera a ello, fuera coincidente con esta inquietud.
Y volviendo a lo nuestro, es verdad que la participación de los salarios en la renta nacional ha descendido. Es rigurosamente cierto. Tal como refleja la memoria del CES , del 47% en 2005 pasamos al 46,6% en 2006, sin olvidar que en 2000 se situaba en el 49,5%.
Sostiene Vegara, y con fundamento, que a pesar del dato, la economía española no sólo crece, sino que lo hace cada vez mejor, que los salarios en los últimos tres años (deflactados) han ganado 11,4% del poder adquisitivo, en el mismo periodo el salario mínimo ha crecido un 24% y la renta per cápita ha aumentado más de un 18%.
Explica esta pérdida de presencia en renta nacional con un ejemplo sencillo: "supongamos una economía con tres habitantes en la que sólo trabaja uno de ellos, recibiendo un salario de 2.000 € al mes. El salario medio de 2.000 €. Si una segunda persona acceder al mercado de trabajo con un salario de 1.000 €, ¿qué ocurre con el salario medio? ¡ocurre que este desciende un 25%!”.
Vivimos mejor y, sin embargo, la participación de los salarios en la renta nacional ha caído considerablemente. Y advierte contra la tentación de cuestionar uno de los principales activos de la economía española: la moderación salarial.
No es que el artículo de Antonio Ferrer "mejores empleos, mejores salarios" venga a contestar estas afirmaciones. Podríamos decir que las enriquece, y la clave está en el título: el objetivo del mejores empleos y de ellos vendrán mejores salarios reproduce una constante del trabajo que desarrolla el CES: el factor estratégico es el humano, la prioridad es mejorar la calidad del capital humano. Porque, si bien la foto que refleja el peso de los salarios en la renta nacional no demuestra la pérdida de poder adquisitivo, si demuestra que nos movemos en un patrón de crecimiento manifiestamente mejorable, caracterizado como síntomas de mejora por un aumento del empleo de poca calidad. Lo que encierra un silogismo poco recomendable: si el factor humano es el estratégico, y el eslabón débil de la cadena es el capital humano, el factor estratégico es el eslabón débil. Y esto, sin duda, es poco recomendable.
Todos sabemos los grandes números: crecimiento del PIB (2006) es 3,9%; del empleo: 4,1%; de inflación: 2,7%; de superávit en las cuentas públicas 1,8%. Pero, a menudo, no recordamos o no valoramos suficientemente otro activo fundamental de nuestro patrimonio. Y se trata de nuestra mejor herramienta de trabajo, nuestro más sofisticado bien de equipo. Hablo, obviamente, el estado de salud del diálogo social en España goza de buena salud. Y a él le va a corresponder, al final (y al principio) poner un poco de orden en todas estas cosas.
Nuestro modelo productivo no es fácilmente cambiable por no decir imposible con medidas laborales. Toda persona mínimamente informada se ha enterado ya de que la gran reforma laboral no existe; en fin: que tiene todas las virtudes pero carece de una esencial, la existencia, y que hay que entrar con otro tipo de políticas, básicamente educativas y de promoción de la investigación, el desarrollo y la innovación (la i de innovación con I mayúscula). Y esto nos acerca a asuntos complejos y aún no resueltos: la interconexión de políticas y la coherencia y situación al de dicha interconexión exige. Para ser más claros: es obligatorio fortalecer los mecanismos de cooperación de todos los poderes públicos.
Nadie hoy en día discute lo de la educación y el I+D+i; es una obviedad, todos sabemos que la principal riqueza de las naciones en su conocimiento, pero como suele ser habitual, volvemos a la dramática persecución de lo obvio.
No hace mucho que se debatía en este país sobre política educativa. Daba la sensación de que el asunto y del criterio y competencial era el más importante. Pues bien, con toda seguridad no es así: el 30% del fracaso escolar (tasa similar a la de la precariedad), la relación entre academia y empresa, su tránsito, la necesidad de aprender a aprender, la exigencia de potenciar la formación profesional y las titulaciones medias son asuntos que me atrevería a calificar como más importantes que los identitarios.
Hay muchas cosas que juegan a nuestro favor: las constantes vitales de nuestra economía son buenas, el diálogo social funciona, el diagnóstico es compartido… ¿Entonces?
son cuestiones que nos resultan resolver porque la ley lo diga, aquí lo de lux fiat no funciona. Las cosas son siempre más complejas. ¿Entonces? insistir en algo que ya hemos dicho. El empleo de la prioridad de los españoles. Es razonable, pues, que sea la prioridad del debate social, político, económico y cultural de nuestro país. O quizás no hay que ser tan ambiciosos: al menos que no nos distraigan otras cosas, que estemos atentos.
*Presidente del Consejo Económico y Social
Publicado en El País Julio de 2007

sábado, 31 de marzo de 2007

miércoles, 28 de febrero de 2007

Para un manifiesto republicano




Ramiro Pinto Cañón
Un modelo republicano nos lleva a repensar la política actual, hasta el punto de observar su banalidad y comprender que estamos en un callejón sin salida, lo cual nos hace ver que, el actual modelo da vueltas a una noria, con el único sentido de perpetuar un sistema de Poder que ya no ofrece ninguna solución, sino que es el problema mismo, convertido en una inercia, que sólo es posible resolver saliendo de él.
Hoy por hoy, la democracia es incompleta. Va con el freno de mano puesto, y por lo tanto no avanza. Todo lo que se estanca se acaba pudriendo. Para dar una salida a esta situación proponemos el republicanismo, como acción social que lleve a la III República. Esto requiere de cada uno de nosotros para crear un gran movimiento, como factor común de cualquier idea que se fundamente en los valores de la libertad, la razón, el estado de derecho y la defensa universal de los derechos humanos. Es hacer de los conflictos un avance colectivo en la búsqueda democrática de soluciones y no convertirlos en una excusa para despreciar o eliminar a quienes ejercen la crítica o frenan los abusos de poder.
El republicanismo busca resolver los problemas, como parte de la evolución social, en sentido contrario a vencer al contrincante, como modelo de control e imponer modelos totalitarios de diversa índole.
El republicanismo cuestiona la premisa sobre la que se establece el modelo de Estado actual, porque quiere que cada persona, con nuestro quehacer político, seamos ciudadanas y ciudadanos, y no ser súbditas y súbditos, que es en lo que se nos ha convertido, mediante un juego de disfraces psicológicos, sociales, económicos y políticos, en el que se atrapa a la ciudadanía, en lo que es una estrategia técnica de control.
Republicanismo es hacer de las ideas un tejido racional, en lugar de una cadena de prejuicios que uno nos lleva a otro, de manera que los debates quedan encerrados en planteamientos absurdos, que carecen de salida y llevan a no poder pensar con lógica sobre ellos. Este poderoso mecanismo ha permitido que la comunicación social crezca sobre él sin sentido y el bloqueo psicológico de las personas, ejerciendo un Poder tremendo sobre las conciencias a través de los medios de comunicación. En definitiva, el republicanismo supone convertir el modelo constitucional en un espacio libre y dinámico, que no se vea disecado en espejismos irreales, que sólo son apariencias, formalismos carentes de contenido.
El juego entre gobierno y oposición, el control parlamentario al poder ejecutivo se ha convertido en una ficción. Todos los partidos están enredados en esta trampa, sin poder salir de la misma; cada vez se ven más atrapados y la política innovadora de partidos progresistas se ve reducida a gestos llamativos, en el mejor de los casos, pero incapaz de articular un avance social, cada vez más necesario.
La Transición fue un proceso que nos debió de llevar a algo, que transita de un modelo a otro, y por lo tanto, perpetuar dicho modelo nos impide poder decir, treinta años después, que ha sido un proceso, o que lo fue, porque sigue presente e inamovible. Convertir la Constitución en unos principios y no en una base de derecho colectivo, es evitar que se cumpla la Transición, lo cual nos lleva a la parálisis de la política, de la economía, de los movimientos sociales, sin poder reaccionar a la hora de introducir nuevos elementos, necesarios para adaptar el actual modelo de Estado a la nueva realidad que surge.
Ser ciudadano es tener conciencia y dotarnos de un espacio social, en que conciencia y sociedad se relacionen, para pensar críticamente, para acceder a las instituciones de manera proporcional al voto de los ciudadanos y ciudadanas, y no sobre un modelo jerárquico, que en lugar de dar cauce a las inquietudes ciudadanas, se convierte en un sistema de control.
Ser ciudadano es tener nuestro propio sentido de Estado y no depender de negociar la educación de nuestras hijas e hijos con ninguna institución ajena, como sucede con la relación del estado y la iglesia católica y con otros cultos.
En el laicismo caben todos, en los cultos sólo los creyentes de cada cual. Por eso, el laicismo debe ser la expresión colectiva de una sociedad, porque respeta la mentalidad individual de cada persona y evita que el ámbito de lo público se vea afectado por intereses particulares, ya sean de carácter religioso, de forma que las religiones encuentren su campo de acción democrática en la aconfesionalidad, que usan a su antojo para sus fines proselitistas, o sean intereses de tipo ideológico o económico. El laicismo es la expresión social de la tolerancia en el más amplio de los sentidos. Ser ciudadano es respetar la libertad individual, mediante un juego neutral de las instituciones y no vernos a la defensiva ante ningún valor religioso o interés económico, que dejan desprotegido al ciudadano y coartan su libertad.
Republicanismo es que la economía nos haga ser sujetos sociales y no objetos de quienes manejan la riqueza de la sociedad, como si ésta fuera de su propiedad y permite a los poderosos dar al pueblo sus migajas, que luego hay que agradecer. Conformarnos con empleos precarios y temporales, como única posibilidad de subsistencia, dentro de una jerarquía que permite normalizar lo que es un abuso, que forma parte de la estructura misma del Poder y contra el que se organizan protestas controladas en la superficialidad política, en una cultura política que obvia y silencia la base de cualquier cambio de cara al futuro: el republicanismo. El republicanismo profundiza en los problemas sociales. Entiende la República como un valor en sí mismo y no sólo como un simple modelo antimonárquico. Es poder participar en la vida pública como individuos y no como parte de engranajes empresariales, maquinarias políticas y mediáticas. Es dotar al ciudadano y ciudadana de un modelo de Estado que le permita ser libre como valor individual, tener libertad como valor social y estar libre como modelo de Estado.
La Constitución es pues una herramienta que hay que usar para la construcción de la organización social, no puede seguir siendo un fetiche, ni una limitación para perpetuar un modelo de Estado estático, incapaz de abordar los nuevos problemas y que se siga usando para paralizar la transición, secuestrar la democracia, mediante condiciones y manejos que a la larga nos impiden un marco real de libertad.
El republicanismo es el modelo en el que la democracia adquiere su significado y su sentido: el poder del pueblo.

viernes, 23 de febrero de 2007

sábado, 27 de enero de 2007

miércoles, 3 de enero de 2007

¡ Feliz año 2007 !



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